TREE (LAST GOODBYE) TO JEFF BUCKLEY

Aquellos a quienes no cura la vida, les curará la muerte.

Cormac McCarthy

 

 

I

 

Todos los hermosos caballos que pastaban junto al río

detuvieron su sed

con el suave galope de Jeff Buckley.

Entre oleaje de vino de lilas y de estupefacientes

su voz, irrespirable en esa gravedad de la fiesta entre amigos

se dijo adiós

de golpe. Sin otra

explicación. Cobijada por una noche seca, sin adornos

con la maldita gracia del saber

bien morir.

Aleluya, piafaron los corceles

todos

ahogados

con la misma tristeza

de haber sido domados por un dios inasible.

 

Aunque nació en Los Ángeles

él nunca me pidió que fuera su montaña

pero una vez

que estaba en el río Wolf

entró con todo y botas

y aulló la noche entera un tema de Led Zeppelin.

 

Al desmontar del sueño de su hermano

Jeff era un joven

con escasos dieciocho

la vieja cartuchera del padre que no utilizaría

un rifle en la garganta

y sin país alguno.

 

Y así como ese globo enorme de la patria

se desinfló su cuerpo

en un relincho.

 

Aleluya, respondió Leonard Cohen

al padre que no estuvo en su duelo.

Y al coro de los Wainwright

en un aullar sin ruido se sumó k.d. lang

y todos los hermosos

caballos que todavía se bañan en ese mismo río.

 

 

 

II

 

Jeff Buckley nunca quiso una muerte a pedazos

lenta o en alguien más.

Para todos los vaqueros de McCarthy

(pienso en John Grady Cole)

la doma es un asunto de ternura

una cuestión viril

que se resuelve a solas.

 

Cuando la noche atraca

en los bancos de polvo

del Misisipi llega esa sombra del viento

rápida como el banjo

una detonación

el relincho indomable

del poema.

 

Se empieza por la silla: tallada siempre

a mano. Acercar la nariz a la crin

empaparse de avena

y remolacha. Al hombro los arreos

en la mirada el miedo

y en la voz

la sutura del canto que aprendimos

en la más tierna infancia.

 

Es decir: remontamos

la vida al sur del viejo Misisipi que atraviesa

y separa la patria de la piel

el galope del verso.

 

Ciudades de la llanura humana

que el caballo recorre

entre sudor y sed. A pelo

si hay certeza del camino

sin importar los pastos

o la espuela.

 

Indefectiblemente una cuerda roñosa

es el único vínculo. Sea al poste

de descanso

al árbol y su sombra

a la sangre que trota y se encabrita.

 

Así sea que Jeff Buckley

se cuelgue de sí mismo

al concluir el deseo del amor.

 

Así sea que el poema no beba más del río

porque aguarda, paciente, a quien lo ensille

y mande.

 

Y que la noche caiga

lentamente

a pedazos

también

en alguien

más.

 

 

III

 

Me dicen que hay un álamo

en el río

que moja sus raíces en la voz de Jeff Buckley.

 

Es decir: en el blues

más profundo

de vino lila y caimán.

 

Un álamo sin pájaros. Un álamo

sin sombra. El álamo

de Jeff.

 

Y todos los caballos

cruzando las fronteras de la gracia

dejan en libertad ese poema.

 

—Luis Armenta Malpica

 

 Luis Armenta Malpica, poeta, ensayista y traductor del francés, es director de Mantis editores. Autor de casi veinte poemarios, siendo los más recientes El agua recobrada. Antología poética (Vaso Roto, Madrid, 2011), Envés del agua (Secretaría de Cultura de Jalisco, Col. Clásicos Jaliscienses, México, 2012), Papiro de Derveni (Bonobos, 2014), Llámenme Ismael (FOEM, 2014), The Drunkenness of God (translated by Lawrence Schimel. Medio Siglo, 2015) y Götterdämmerung. Antología personal. (El Ángel Editor, 2015). Libros y poemas de su autoría han sido traducidos al alemán, árabe, catalán, francés, inglés, italiano, neerlandés, portugués, rumano y ruso.

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