POESÍA JOVEN
Siempre hay que rasgarse
ya no las vestiduras o el cerebro
sino el alma;
como si fuese necesario el quiebre
para estar tranquilos
y apañar a los demás,
o al menos presentar los versos
como espadas
-inútiles espadas que no hieren
sino solo desde el pomo-.
Las manos siempre heridas,
nunca falta la mención a los padres,
a la infancia o la diabetes de la abuela
que murió sin los dedos de los pies.
Siempre hay que dolerse
de una u otra forma,
pensando que el dolor
es digno de respeto.
Después vendrá el tiempo de aceptar
que el amor de secundaria era ridículo,
como aquel te amo dicho a media calle
con un vaso de fruta entre las manos;
como aquellas cartas
rebosantes de perfume y para siempres.
Ya vendrá el tiempo de envainar
la espada del dolor amplificado
y sacar los utensilios propios
de poéticas serenas:
un buen calentador,
el pan, la copa, el queso,
unos anteojos,
una bufanda que no pique
y todos esos menesteres
para escribir sin prisa,
sentado,
tranquilamente.
APUNTES AL REVERSO DE UN POEMARIO
si dice que es poema
es un poema
quedan emplazados los lectores
a asumir su parte indispensable
del contrato
si entienden qué mejor
pero si no
en realidad no importa
siempre habrá un par de traductores
entusiastas
amigos que pagan
o arrendan un favor
o jóvenes astutos
o críticos ingenuos
que vistan con sus trapos
al rey que se pasea desnudo
no importa que no suene
no importa que haga alarde
de lo obvio o que carezca
de sentido
si dice que es poema
si es leído en un encuentro de poesía
si se encuentra impreso y empastado
no hay sitio pues
para ninguna duda
AGUA Y ANHELO
Para R. por coincidir
en esta isla sin orillas
Me has dicho que el sueño y el mar
son cuerdas atadas a ti, que te vuelven
al sitio dulce de la infancia y a tu isla.
Me has dicho que ahí,
donde cede el insomnio,
aún puedes ver el bosque,
su canto tantálico de lluvia,
su lluvia obscura de batracios y de frutas.
A través del cristal de tus anteojos
miro tus ojillos quietos, concentrados
para ver el sueño en la vigilia.
Tu voz en el recuerdo se olvida aún más
de pronunciar las erres
y el seseo se desvanece hecho suspiro,
como si la lluvia, el mar,
la brisa que no cesa en ti
deshicieran en el aire tus palabras.
Te habita aquella isla,
como esa maldita circunstancia que escuchamos;
te habitan las aguas de tus mundos, te rodean
aquí mismo, debajo de esta plancha de cemento,
en la casa difusa de tus náufragos,
en la Venecia que no dejas de pensar,
en tu escritura y en tu infancia,
en la noche y en el día.
En cambio a mí, hombre de llano,
me habita el polvo, el cactus, los magueyes:
yo no miro el agua sino desde la sed,
solo sueño el mar como espejismo.
Tal vez, si algo nos une,
sea el agua y el anhelo.
—Adan Brand
Adán Brand (Aguascalientes, 1984) Licenciado en Letras Hispánicas y Maestro en Lingüística Aplicada por la UNAM. Poemas y ensayos suyos han aparecido en distintos medios nacionales e internacionales. Es autor de Soy más humano cuando como vegetales (Eximia: 2015) y de Animalaria (Eximia: 2018). Los poemas cedidos a esta página forman parte de este último libro.