SÍNDROME DE LA CABEZA ESTALLADA
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La persistencia de un punzón
que hiende el aire; la conjetura
de la marcha melancólica de un grupo
de hienas; la taladrante sensación
de algo que cae; la sutura
de una herida en el campo
de batalla; la caída estrepitosa
de un bucle amarillo; la rajadura
de un cráneo; la mirada oblicua
al empezar el día; la noche adentro
de la cabeza; la estallida múltiple;
la estallida sin orden. La cólera.
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SÍNDROME DE CAPGRAS
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mi madre es adolf hitler,
la vi preparar discursos frente a la mesa de madera,
la vi conducir un auto a gran velocidad por la baja sajonia con su uniforme oscuro,
la vi degollar con una espada a antílopes y jirafas;
mi padre es sharon stone, johnny depp y joe dimaggio,
a veces iba al estadio de beisbol o intercambiaba personajes
en el set cinematográfico –yo estuve presente cuando se vistió de blanco
y abrió sus piernas a los policías–;
mi mujer es bill clinton antes de que conocer a monica lewinsky,
también es saddam hussein –y no está muerto– y mi vecino sin piernas
que ondea una bandera norteamericana todas las mañanas;
mi hija es una extraterrestre de ojos grandes que se comunica
con sus amigas a través de un radio portátil de onda corta,
es lawrence de arabia o peter otoole, depende de las circunstancias
y de los alimentos que haya ingerido;
mi hijo es un saltimbanqui del siglo xvii que está perdido en un cuarto
donde viven yonkies albinos,
yo lo vi como funambulista en nueva york,
como pordiosero con rostro de jimi hendrix a las afueras de un bar angelino;
yo vi a dios con el rostro de mi hermano mellizo –nunca pudo engañarme–.
yo los amo.
sé que un árbol es un árbol.
yo los comprendo.
una nube cambia de vértigo y de blancos.
yo los perdono.
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todos me alientan, todos me alaban, todos me destruyen.
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PARANOIA
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Luces interminables al fondo del pasillo. Una larga repetición
de lo que sucede siempre; flashazos de una muerte
que no existe, que vuelve una y otra vez; ángeles que caen en la pulsión
de un hoyo negro, lleno de una materia; luces en los deslaves azules
de la memoria, como si fuera posible un cielo fracturado
por cuchillos silenciosos. Todo se iba por el sumidero de la inconsciencia,
por los arroyos de una sangre imperceptible para otros ojos.
Hubo partículas de odio incrustadas en los miembros más frágiles
del cuerpo. Descendieron seres amarillos, casi tanto como una herida de desamor,
por escaleras múltiples y cayó un relámpago con esquirlas
para el enemigo que nunca fui de mí mismo. Pero había habitaciones blancas
cerca de corredores que van a ningún lado, muñecas sin labios, batones
percudidos tirados en una esquina. Entonces yo entré en un pasadizo
acolchado, con salientes rocosas, y de mi cabeza salían músicas inolvidables
que tenían que ver con un mundo rompido, esquinado.
Nadie supo de la visión, pero había un desierto rojo al centro
de la cama, un grupo de seres que se borraban por segundos,
y en mis párpados caía una cera lenta y yo estaba en mi memoria
devorada por el azul, frente a una ventana transparente
como una escenografía golpeada por los ecos de los fantasmas
que no importan a nadie. Nunca paré de hablar de los mordiscos
que me daba la mañana con su niebla casposa, su rugido ilegítimo.
Pero en primer plano, como un asesino fratricida, está mi amor
por lo persecutorio, el aroma de los perros en celo, la parca
resistencia de los caballos rojizos, la sonámbula tarde
en donde los seres idénticos se repiten con insistencia cromática.
Por momentos entendí que el lenguaje se disfraza de horizonte,
tiene una capa naranja, un afeitado síntoma, una altura que siempre
cae de golpe, entre la carne, como el disparo que nunca hice,
o lo hice de múltiples maneras, dentro de ese garage circular.
Todos los nuevos pensamientos son acerca de la pérdida.
—León Plascencia Ñol
León Plascencia Ñol (Ameca, Jalisco, México, 1968) Poeta, narrador, editor y artista visual. Dirige filodecaballos, editores. Entre sus premios se encuentran el Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco 2016, el Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2016, el Nacional de Cuento Agustín Yáñez 2008, el Nacional de Literatura Gilberto Owen 2005 y el Internacional de Poesía Álvaro Mutis (México-Colombia) 1996. Algunos de sus libros son Enjambres, El árbol la orilla, Apuntes de un anatomista de ciudades, Zoom, Satori, Seúl es una esquina blanca, Tratado sobre la infidelidad (en colaboración con Julián Herbert), Revólver rojo, Polaroids de grullas volando bajo un cielo naranja, El lenguaje privado y Atenas 317. Obtuvo el Premio Iberoamericano de Poesía Jaime Sabines para obra publicada 2010 por Satori. Su obra ha sido expuesta en diversos museos y galerías de México. Está traducido parcialmente al francés, inglés, coreano, sueco y portugués. Ha sido miembro del Sistema de Creadores de Arte de México.