Tautologías
cuando callo soy yo // soy miles // soy todos // me canto a mí mismo cuando me da la gana // sin hojas // sin hierba // solamente con la mente y una inusitada condición de soledad // con toda la ira contenida cuando recuerdo:
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- la poca audición que me queda cuando el mundo se me viene abajo // que es –digamos– cada que me doy cuenta de que la vida no es más que un basurero con lucecitas de neón que se entrecruzan cada cuanto y nos hacen torpemente felices
- la visión que casi pierdo al destrozar mis ojos leyendo poesía surrealista francesa o poesía alemana de la postguerra (Antonin Artaud puede pelear con Ernst Meister en un campo de concentración y aun así nadie ganaría la pelea con el lenguaje)
- el poco tacto que tengo cuando lo azul se convierte en una magnolia perdida en las sábanas de una tranquila y cotidiana mañana de sábado // los domingos son bombas que retumban en nuestros desayunos con cereal y leche
- la memoria es una daga en la mitad de la frente // porque a la vida le jode que me gusten los detalles inútiles: digo, cosas tan inservibles como recordar el lunar debajo de la oreja izquierda de mi ex novia // o como la oración en latín que me sabía cuando era niño // o incluso si somos más contemplativos, cosas inútiles como este poema // que se desborda sin permiso de su autor (o sea, uno de mis yos)
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[Memento: instrucciones básicas]
concentrar los ojos en un lugar inexistente // como si fuesen luciérnagas perdidas cerca de un reflector // contener un sabor a vacío en la boca mientras se recuerda algo que no se debería por a o b motivo razón o circunstancia // repetir la frase –si no me acuerdo no pasó– en innumerables ocasiones // hasta convencerse de la veracidad de la misma // asentir la frase –si fui feliz, ciertamente, fue un engaño de mí mismo– // sin dudar de ninguna de las palabras que la componen // escribirse en la frente que –la vida es siempre un chiste mal contado– por un cómico ambulante y fracasado // para no olvidar que la desventura también es un don poetizable // descubrir que –la memoria está empezando a fallar– // y no darse cuenta de lo realmente magnífico que eso sería
Santo Grial
llevo años buscando al poeta perfecto // he comido líneas de azufre y he caminado por asfalto caliente totalmente descalzo de mi alma // dejando atrás un pasado y un terrible dolor de cabeza que arruinó mis noches de fin de semana // una bata blanca y un par de intentos de suicidio guardados en un cajón con llave // porque como buenos seres nostálgicos y cursis guardamos aún las tonterías // he comprado miles de vicios y he mandado a volar la tierra conmigo dentro // me he recostado a destruir el césped con mis dientes y no he podido escarbar la tierra para buscarle un origen al poema // meses he tratado de reponerme de la frustración que el mar me ha traído con botellas de ron sin amor en los huesos de las tumbas que he intentado profanar para ver como son los poetas por dentro y descubrir que en realidad no hay nada más que […] // no importa cuántas veces se reinvente a un ídolo nunca será perfecto // me he visto caminando solo en una vereda llorando por una causa perdida por la necesidad de ser recordado como algo más que un buen o mal polvo // he destruido los restos de un amor que rompió mis huesos y que aún no logro darle una garganta para que le aúlle al viento que no pasa // he roto los colores del sonido y he pintado mi cuarto con letras inentendibles [como un intento fracasado de la creación de mi propio lenguaje] // he ganado dinero construyendo un mito sobre gente que en algún momento pude odiar // he buscado al poeta perfecto dentro de los árboles y fuera de la vida // lo he citado para tomarnos un café con la muerte y él siempre está ocupado jugando al ajedrez con otra señora // quiero verlo y decirle que lo odio // es una pena que jamás haya respondido a mis cartas porque quizás se las come las bota o se limpia el culo con ellas // estoy harto de sufrir la partida de algo que nunca llegó // he husmeado en los álamos y las magnolias y en las acacias y en todas las flores “poéticas” que un poetastro pudiera enumerar // y ahora sé que no son más que pequeñas figuras de origami con veneno // ¿he visitado lugares que no pueden verse aún sin permiso de nadie y sin cagarme en los derechos de autor? // he plagiado a todo el mundo y todo el mundo me ha plagiado a mí porque a la final siempre decimos lo mismo // no quiero volver a verme dando pasos despistados en la calle con una muchacha a la que no le importa que yo esté buscando al poeta perfecto mientras ella solo piensa en follarme // me he sentido feliz más veces de lo que creo y he dicho muchas mentiras y no me arrepiento de ninguna // sé que no podría apreciar a la vida sin haber visto a la muerte de cerca // algún día podré erigirme mi propio mausoleo con una leyenda que diga que el poeta perfecto arruinó mi vida // me he amenazado con ahorcarme o pegarme un tiro en la cabeza la próxima vez que se me ocurra volver a cavar una tumba para aquel hacedor del universo // maldito poeta perfecto te odio tanto: la verdad creo que es una suerte que no existas
La poesía intentó robarse a Prometeo
busco constantemente a los tigres que no se han extinguido / como un cazador furtivo quiero robarme el oro que esconden en sus ojos / bloqueo de manera natural los sonidos que me turban / me creo a mí mismo como padre e hijo de la sombra indispuesta que se refleja en un árbol / el tigre es más fuerte que el león pero le teme / yo me venzo / pero tengo miedo del espejo o agua cristalina / el tigre bebe del agua que le da fuerza / yo lanzo piedras para desfigurar mi rostro / sin embargo siempre retorna el caos y me tiende la mano y me saluda y me dice: ¡róbale todo no tengas miedo! / me escondo bajo la piel de los tigres que he matado / soy un precipicio de diamantes / un héroe translúcido y aferrado a su disfraz
el tigre sabe más del poema que del oro / espera lentamente sobre la alfombra de arena que su presa se aproxime para anunciarle su final / el poema no sabe si ser el cazador o la presa / el poeta siempre es la presa / pero quiere engañar al [tigre-poema] y robarle el [oro-fuego] para convertirse en Dios / el poeta no busca compartir el [oro-fuego] con nadie / porque jamás conseguirá el objetivo final / el dolor del poeta es la incertidumbre / la costumbre de casi completar el mundo para luego destruirlo / torpemente en un instante / y sin darse cuenta de aquello
[… haced esto –repetitivamente– en conmemoración mía …]
—Juan Romero Vinueza
***** Poemas de randómicas prosas falsas (inédito) de Juan Romero Vinueza
Juan Romero Vinueza (Quito, Ecuador, 1994) estudió Literatura en la PUCE (Ecuador). Maestrante de Literatura Hispanoamericana en la UG (Gto, México). Co-editor de Cráneo de Pangea. Colabora con las revistas POESÍA de la Universidad de Carabobo (Venezuela), Jámpster (Chile), Transtierros (Perú) y Liberoamérica (España). Ha publicado en poesía: Revólver Escorpión (La Caída, 2016) y 39 poemas de mierda para mi primera esposa (Turbina, 2018). Compiló, junto con Abril Altamirano, Despertar de la hydra: antología del nuevo cuento ecuatoriano (La Caída, 2017), obra ganadora del incentivo de los Fondos Concursables 2016-2017, organizados por el Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador. Compiló y tradujo, junto con Kimrey Anna Batts, el libro País Cassava / Casabe Lands (La Caída, 2017). Mail de contacto: jromero09@hotmail.es