por Alberto Villaescusa
(Serenity; Steven Knight, 2019)
Obsesión empieza como un tipo de película que Hollywood solía hacer mucho hace tiempo. Matthew McConaughey interpreta a Baker Dill, un pescador en la retirada isla de Plymouth. Tosco y reservado, Dill está obsesionado con capturar un atún gigante que ronda las aguas cercanas. Está siempre corto de dinero pero lo poco que tiene lo invierte en esta desesperada persecución. Su primer oficial, Duke (Djimon Hounsou), trata de convencerlo de que mejor se dediquen a la pesca comercial o a pasear turistas extranjeros. Pero Constance (Diane Lane), una mujer adinerada que vive en la isla, siempre rescata a Dill de sus problemas económicos por el precio de una velada en su cama.
Una noche, mientras ahoga las penas de un día de pesca frustrado en el bar local, Dill es visitado por una mujer de su pasado. Su exesposa Karen (Anne Hathaway) está ahora casada con el rico empresario de construcción Frank Zariakas (Jason Clarke), un hombre abusivo y controlador. Ella no puede sólo divorciarse o escaparse con Patrick (Rafael Sayegh), el hijo adolescente de ella y Dill, quien no hace mucho más con su tiempo que encerrarse en su habitación tratando de callar los gritos de su madre jugando videojuegos en su computadora; Frank es demasiado poderoso y la perseguiría a cualquier rincón del mundo.
Las sospechas de Karen no son en vano. Frank no sólo está a la altura de la descripción de Karen, es básicamente una caricatura de un multimillonario prepotente que se cree dueño del mundo. Cuando finalmente se aparece en la isla, le ordena a Karen que se desvista en medio de su habitación para inspeccionar su cuerpo y después abusar físicamente de ella. Sus diálogos son una mezcla de frases tan trilladas como “Todo hombre tiene su precio” y la clase de violencia casual que sólo dice un personaje cuando quiere que sepamos que es el villano de la película, como cuando invita a Dill a la parte pobre de la isla en busca de prostitutas que ofrecen sexo anal por diez dólares. Karen, sin embargo, tiene un plan: ya convenció a Frank de ir a Plymouth para un viaje de pesca, sólo necesita que Dill lo lleve al mar profundo, lo emborrache y lo tire por la borda para que sea devorado por los tiburones.
En enero de 2017, Deadline reportó que Obsesión sería un “noir sexy”. Aunque se queda muy corta de algo como el clásico de Humphrey Bogart y Lauren Bacall, Tener y no tener, su primera media hora, por lo menos ,trata de hacer justicia a esa descripción; se parece a uno de esos thrillers baratos y vulgares que saturaban la cartelera estadounidense en los años noventa. Existe la promesa de un homicidio que nubla los límites entre el bien y el mal, así como de tensión sexual entre dos reconocidas estrellas de cine.
Así como inicia, ésta no es la clase de película que termina siendo, pero no quiero decir exactamente cómo se desvía de esta premisa,. Obsesión no es una buena película, pero ese giro narrativo bien puede convertirla en el peor estreno de este año. Por esta misma razón, merece verse para creerse. Ser testigo de cómo esta locura toma forma (o se hace pedazos) es morbosamente entretenido. Es como si el guionista y director Steven Knight hubiera escrito las primeras treinta páginas de un thriller mediocre y, en lugar de atender a las notas de sus productores, tratara de convencerlos de que esa era su intención desde el principio.
Frustrante es que la idea que une sus dispares elementos sea tan ambiciosa y que, de haberse desarrollado con mayor cuidado, pudiera haber funcionado. A ratos se asoman a la superficie comentarios inteligentes sobre su propia narrativa: ¿es ésta una fantasía de poder, un escape para los rencores de cierto tipo de personalidad? ¿Qué dice una historia como ésta de las personas que gravitan hacia ella? ¿Qué lecciones ofrece? No hay mucho en la superficie que una a Obsesión con Locke, el aclamado debut de Knight como director. Sin embargo, al centro de ambas películas se encuentran dos personajes aislados, que interiorizan su dolor de una manera que les hace más daño que bien. Aquí, Knight es menos exitoso al momento de comunicar esta idea pero no es menos sincero.
Constantemente, el cine se hace en condiciones adversas. Una película, cualquier película, es una obra titánica en la que chocan las visiones y capacidades de directores, guionistas, productores y estrellas. Pero este estira y afloja también ayuda a mantener a raya los peores instintos de cada uno. Siento que eso es lo que Knight necesitaba aquí: un director con la habilidad de equilibrar los elementos más sentimentales y melodramáticos de su guión, que dudara de imágenes como Dill nadando desnudo y teniendo una visión mística de su hijo que se encuentra a miles de kilómetros de distancia. Quizá un guionista adicional que le diga que diálogos como “de vuelta en el mundo real tenemos algo llamado Facebook” hacen imposible tomar a sus personajes en serio, y que lo ayude a que su trama se desenvuelva de manera más elegante. Películas malas se estrenan cada semana. Pero películas como Obsesión son un evento de cuando mucho una vez al año. Es la clase de película que Hollywood prácticamente nunca hace, quizá por buenas razones.
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Para leer más reseñas del autor, aquí su blog: https://pegadoalabutaca.wordpress.com
Alberto Villaescusa Rico (Ensenada) Estudiante de comunicación que de alguna forma se tropezó dentro de una carrera semi-formal como crítico de cine. Propietario del blog Pegado a la butaca. Colaborador en Esquina del Cine y Radio Fórmula Tijuana