El disco de éxitos de The Cars

 

 

por Antonio León

 

 

Es 1986 y mi padre acelera en su vieja camioneta International por el área rural de Ensenada. En una de las puertas se puede leer que este armatoste madmaxiano perteneció al U.S. Army y nadie sabe explicar la forma en que se lo trajeron desde Vietnam. Mi viejo conduce y golpea rítmicamente el volante mientras suena un tema de The Cars. Es una época en que la banda sale hasta en la sopa, pero nadie se aburre de bailarles la gracia guitarrera que a veces se disfraza de new wave. 

  Todas las canciones de estos tipos van de salir a divertirse y jugar al macho con melenaza de aqua net que encuentra el amor a pesar de su discurso ridículo de rockstar. Rick Ocasek se pone al micrófono siendo el más flacucho y desgarbado de todos los cantantes de rock y lo envidian por relacionarse sentimentalmente con una hermosa modelo de Europa del Este: Paulina Poriskova.  

  La camioneta avanza y la canción de título “Shake it up” nos trae la versión más optimista de los Cars; mi padre y yo pataleamos como potrillos recién venidos al mundo en honor al devaneo de los ochenta. El paisaje bucólico del campo post norteño da vueltas a los lados de la improbable camioneta de videoclip sobre la guerra.

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Es 1997 y José Agustín, pope de la literatura avandárica y posmo mexica, de alta narrativa y rockera erudición, declara que The Cars pudieron haber sido los Beatles de su tiempo. Leo en voz alta un fragmento de entrevista en que el escritor tijuanense Rafa Saavedra le pregunta a Agustín, en una visita a Tijuana, si aún opina lo anterior. 

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Mi padre aprovecha el pánico para hurgar entre sus discos viejos y saca el de éxitos de  The Cars. Nos agitamos de gusto como chulazos enchamarrados a punta de piel y gel para el cabello, como parte de la banda. Siempre he pensado que somos más padre e hijo en cuanto más carretera consumimos juntos, y si es en la noche mejor; entre canciones, mi padre me dice que lo que más le gusta es manejar mientras llueve. Termina el disco y mi viejo dice que The Cars son los mejores de la vida y punto.

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Es 2017 y estoy en casa de mi familia, ahora tengo cuarenta años y ya no escucho a The Cars (tengo sobrinos que piensan que esa banda es una película de Disney). Acompaño a mi papá a un evento a las afueras del pueblo y programo el reproductor de mp3 con aquel viejo tema: ahora él no ya puede manejar como antes, pues le han amputado una pierna por complicaciones derivadas de la diabetes. 

  El muy demente hace bromas y me asusta con el muñón, porque sabe que no me gusta verlo en piezas lego, que el tiempo pasó y ahora The Cars ya no son tan sorprendentes y queda poco tiempo para escuchar música porque ahora hay que trabajar más. 

  Pero suena aquella canción y, de alguna manera, se las ingenia para golpear el suelo con su pierna invisible, con una parte de humanidad que se nos adelantó.

 

 

 

 

Antonio León es un poeta nacido en Ensenada, Baja California. Reside en Mexicali desde 2014, donde se desarrolla como guionista y conductor para televisión y radio universitarios. Es editor de poesía en la revista El Septentrión y colaborador esporádico de noisey\vice, ha sido columnista del semanario Es lo cotidiano y actualmente desmenuza sus fijaciones en el blog Muerte por videoclip. Es autor de los libros Caricia del velocímetro, Busque caballos negros en otra parte (pinosalados) y :ríos, dentro de la colección Ojo de Agua, editada por CETYS Universidad . En 2016 fue el ganador del Premio estatal de literatura (poesía) en Baja California con el libro El Impala rojo. En 2018 fue becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico en la categoría Creadores con trayectoria.

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