por Germán Arens
Entro en un baño público. Suspendidos en un campo de amapolas blancas hay cinco mingitorios con detalles rojos. La sensación de limpieza es muy agradable. Descubro una boca humana en cada detalle. Pienso en el subconsciente. Hace unos días, en una revista, leí una nota acerca de una polémica surgida a raíz de mingitorios similares instalados en un restaurante australiano. Alguien abre la puerta. Un hombre se ubica a mi derecha. Tiene puesta una boina negra y en el cuello un pañuelo a tono. Reconozco sus facciones. Con expresión ausente se lava las manos. Una pastilla perfumada se llena de burbujas amarillas.
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El jardín está descuidado, quedan dos de los muchos rosales que hubo. Sobreviven además un árbol de granadas y un laurel. La abuela murió hace dieciséis años. Transcurridos tres meses dimos la casa en alquiler a una empresa que por esos días trabajaba en la zona construyendo un gasoducto. Finalizado un contrato de tres años casi por otros diez se instaló una abogada. Después la casa quedó vacía. Recorro el patio. No es extraño que la puerta del galpón de atrás esté sin llave. El cuadro azul de una bicicleta inglesa que fuera de mi madre es lo primero que veo. Pienso en llevarlo conmigo cuando tengo la sensación de que hay alguien a mis espaldas. Me vuelvo y veo que Lali, la perra de mi infancia, camina hacia mí. Sus pasos son torvos, inarticulados.
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Mi viejo sillón amarillo sufre la ausencia de esos amigos que ya no vienen. Tres mosquitos se refugiaron en mi casa. Uno de ellos parece una pequeña piedra de coral. Alguien me dijo que tienen cuarenta y siete dientes y son las hembras las que pican. Debo matarlos antes de dormir. Siempre es de noche cuando percibimos los cambios. Sin embargo, a pesar de no ser uno de los momentos más apropiados para manifestar inteligencia, me observo con indiferencia en una situación que pocos soportarían.
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Jorge fue normal hasta cumplido el año; después le crecieron flores por todo el cuerpo. La madre atribuye las diferencias fisiológicas de su hijo a la luna de miel que con su marido pasaron en una isla desconocida. Además de incluir playas paradisíacas, arenas blancas y atardeceres de ensueño, la empresa de turismo contratada les ofreció en el paquete la posibilidad de acampar por una noche entre árboles cuyas hojas una vez caídas volvían a la vida. En homenaje al amor guardó en un alhajero a la más linda que encontró. Cuando lo abrió después de nueve años, no tuvo ni tiempo de mirar cómo corría buscando una mejor manera de vivir.
Germán Arens (Bahía Blanca, 1967) publicó: En una nave comandada por Enrique unos pocos hombres abandonamos la Tierra (Vox-Ediciones Cinosargo, 2012 y 2013), Siempre creí que los zombis eran los protagonistas de un subgénero del cine de terror clase B (Vox, 2013), Sin más compañía que una linterna (Borde Perdido Editora, 2014), Cagliero (El Ojo de mármol, 2015), Desiderio (Club Hem, 2015), ¡Oh, qué lugar más bello! (Barnacle, 2017), El libro de mamá (Barnacle, 2018) y La cáscara del huevo (Barnacle, 2019).