por Asael Arroyo Re
Fotografía de Arcelia Pazos
—Fácil. Fue muy espontáneo. Como planear una noche de karaoke —dice Ana Sofía cuando le pregunto cómo surgió la idea de hacer el performance “El violador eres tú” en Ensenada.
Aunque lo fácil fue convocar a que asistieran al evento, porque lograr que una coreografía de tres minutos sea al mismo tiempo coordinada y violenta y feliz —pues el colectivo chileno LasTesis logró esto— entre más de cien mujeres que nunca se habían visto es un poco más complicado.
Lucía es la primera en darse cuenta de que las cosas no van a ser tan fáciles ni tan rápidas:
—Yo pensé que todo iba a durar cinco minutos, no tres horas — le dice lamentándose a Mariana.
Mariana se encoge de hombros.
Mariana y Lucía son amigas aunque no por esto parecidas. Ambas están cerca de cumplir los treinta años y ambas usan ropa extra grande (“me gusta estar entre capas”, dirá una de ellas), pero Mariana ha participado en marchas en Tijuana, Mexicali y la Ciudad de México, y Lucía, en cambio, intenta recordar si alguna vez ha hecho algo parecido y termina mordiéndose el labio y mirando con algo que no sé si es honestidad o pena o nada y dice que no, nunca.
—Y es que apenas estamos en el primer punto del orden del día—dice Valentina, una chica bajita, pelo amarillo descolorido y esponjoso, botas negras, falda gris estampada con corazones tristes, mallas guindas, que lleva y llevará toda la tarde el único megafono.
Que Valentina sea la que coordina el performance tiene sentido: a los diecisiete años fue parte del movimiento #Yosoy132, luego se mudó a la Ciudad de México donde estudió física en la UNAM, se politizó o, como ella dice, se sobrepolitizó, y es que así es la facultad de ciencias (“no sólo hay un grupo feminista, hay varios y algunos no se toleran entre sí”). Hoy, con veinticinco años, ha vuelto a Ensenada y trabaja en su tesis —“láseres de alta repetición y alta energía”— y es parte de Siempre Vivas, un colectivo que asesora a mujeres que viven en Baja California para que, en caso de que lo necesiten, puedan abortar de forma segura. ¿Cómo? A través de ingerir misoprostol, pastillas para la gastritis.
Sentadas en el pasto como en una postal universitaria, Lucía se lleva las uñas a la boca y juega con su bufanda desproporcionada y gris, y Mariana, hundida bajo un chal, bebe agua de una botella de plástico que más tarde me pedirá que le guarde en mi mochila y que nunca se la regresaré.
Son las tres veinticinco de la tarde y es lunes 2 de diciembre y hace frío. Mientras intento encontrar cuál es la distancia exacta en la que debo pararme para escuchar lo que se dice en esta improvisada asamblea y al mismo tiempo no parecer un intruso o un “aliado”, alcanzo a oír:
—¿Cómo le decimos nosotras? ¿Placa, no? ¿Chota? ¿Cerdos?
Esta parte llevará tiempo: la adaptación de la letra de la canción, de origen chileno, al noroeste de México.
Y habrá muchas más preguntas y respuestas cuando inicie el ensayo de la coreografía:
—¿“Feminicidio” es mientras bajamos o después?
—Cuando dices “es la placa”, ¿es una pausa larga?
—El paso no es hacia atrás ni hacia enfrente, es en diagonal.
—Son filas de siete y así hacemos una cuadrícula.
—¿”El estado opresor es un macho violador” es dos veces y todos los movimientos son con la izquierda, diciéndolo en chinga?
Ya en los primeros ensayos son casi ochenta mujeres y después el número se duplicará. Pero antes, Lucía y Mariana se van a una de las hileras de atrás, como buscando desaparecer. Lucía baila mientras lee la letra de la canción en la pantalla de su celular, y aunque hay partes que sí se ha aprendido de memoria, continuará con el celular en la mano.
Quien no tuviera idea de lo que está viendo, podría pensar que este es un masivo grupo de aerobics que ha escogido un lugar un poco raro para ejercitarse: frente a tres cabezas monstruosas y patrióticas. “Un violador en tu camino” es pegajosamente pop y también es cardio. Si las instrucciones son precisas para cada movimiento de la coreografía, cuando llega la parte de “Y la culpa no era mía / ni donde estaba / ni cómo vestía” no hay un paso a seguir, cada quien puede hacer lo que le venga en gana. En ese momento, Mariana se deshace cuando baila y Lucía está en una pelea con su bufanda.
Hay una propuesta de que el performance termine con el grito de “El violador eres tú”. Pero una chica no está de acuerdo y dice:
—No, porque tú eres el violador pero a nosotras ya nos vale madres.
Se vuelve al tema de las sentadillas:
—Lo repito: es “feminicidio” y luego nos agachamos —dice Valentina.
Ana Sofía, con unos pantalones que ella describe como de Aladino y unas botas de uso rudo, dirige la coreografía. Cubre sus ojos una pañoleta negra que en realidad es de encaje, aunque así al menos puede ver “y cruzar la calle sin morir”. Da instrucciones:
—¿Ya ven que quedamos para allá? El primer paso es para izquierda. ¿Tiene sentido?
Y:
—La fila es de diez. Marquen un brazo de distancia para atrás y otro para adelante.
Y:
—¿La compañera de la carambola puede marcar el inicio? Voy a empezar a marcar el paso antes de la carambola. La carambola canta el inicio y contamos cuatro y cantamos.
Pasadas las cuatro de la tarde, el colectivo está listo para que esto deje de ser un ensayo. Y el performance, que en este momento es casi recatado por las ganas de que quede bien frente a las cámaras, se repetirá en la Avenida Juárez y allá será frenético y peligroso. Allá el colectivo detendrá el tráfico y Lucía tendrá en la mente la vez que en Cancún se subió borracha a un taxi y al llegar a casa le cobraron doble porque, le dijo el taxista, ese era el precio si quería volver segura.
Allá Lucía saltará.
Asael Arroyo Re (Ensenada, 1990) es licenciado en la carrera de Derechos Humanos y Gestión de Paz, por la Universidad del Claustro de Sor Juana. Dirige y edita la revista digital El Septentrión. Ha publicado en revistas como Apuntes de Rabona, Pez Banana y Punto de Partida, donde obtuvo, en la edición 49, una mención honorífica en el género de crónica. Ganó el Premio Estatal de Literatura de Baja California 2016, en el rubro de Periodismo Cultural, por el libro Viajes de un ensenadense inocente. Actualmente, estudia la maestría en Antropología Social, en CIESAS Noreste.
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