Fotografías y texto de
Angélica Escoto
DÍA 1
Me trajeron a la casa de Bahía de Los Ángeles mi amigo Noé y su esposa, Lidia. Noé es biólogo de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno; él me ha llevado dos veces a la isla de dunas donde mueren las ballenas. Ellos estaban en Tijuana porque a Lidia le mataron a su hermano. Fue un viaje largo, casi hicimos doce horas de Tijuana hasta acá. Al llegar a la bahía primero me acompañaron a revisar la casa y descubrimos los daños en la puerta y dos ventanas. Mi estómago se contrajo cuando vi que el Rotoplas del techo y el generador habían desaparecido, sentí coraje y tristeza. Luego fuimos a buscar a doña Yoli, la esposa de don Pepe, el albañil que nos cuidaba, digo cuidaba porque en junio pasado se infartó. Doña Yoli no estaba en su casa, nos dijo su hijo Pepito, sino en el pueblo vendiendo hot dogs en un carrito, y fuimos para allá. Noé y Lidia me despidieron con un abrazo. No quisieron quedarse a dormir aquí y se fueron a Guerrero Negro, eran casi las diez de la noche. Doña Yoli, cuando terminó de vender, me dio raite a la casa con sus nuevos inquilinos, Erick, Eulalia y sus dos hijos. Era medianoche, me preguntaron si estaba segura de querer quedarme sola. Les dije que sí. Tenía una sensación extraña, era la primera vez que estaba sin mi familia. El cielo era alucinante, así que traté de pensar sólo en lo maravilloso de vivir esa experiencia. Saqué el catre al porche y dormí afuera porque la casa estaba sofocada.
DÍA 2
Muy temprano llegó Pepito con Erick a traerme agua. Erick es enfermero de la clínica y vive en un cámper con su esposa, Eulalia, y dos hijos en la casa de don Pepe. Por 500 pesos me llenaron un tambo y el Rotoplas que tenemos enterrado. Me regresé con ellos al pueblo a comprar agua para beber y comida. Me dan ganas de volver a Tijuana. No va a hacer nada fácil estar aquí sin carro y sin luz. Fui a la delegación a levantar la denuncia. Una mujer policía me atendió y me llevó a la casa para clarificar y redactar los daños. Me dijo que había sido una mujer y que ya se le habían llevado a Ensenada. Me aseguró que una patrulla iba a estar vigilando el campo todas las noches.
DÍA 3
Me fui caminando al pueblo antes de que saliera el sol. Es 16 de septiembre. Hace seis años el huracán Odile despertó al pueblo de Bahía de los Ángeles con el ruido de un gran arroyo que venía del desierto al mar. Colapsó mi casa. Compré comida y agua para beber y pasé con doña Yoli para pedirle raite; aún me duele la pierna izquierda o algo por dentro que me hace sentir incómoda. Me invitaron a desayunar unos ricos chilaquiles verdes. Llegó un albañil, amigo de ellos; se llama Lorenzo; me lo recomendó doña Yoli. Él me regresó a mi casa porque me iba a hacer el presupuesto para empezar a formar mi jardín. Le dije a Erick y Eulalia que si iban a La Gringa pasaran por mí, que yo conocía unas playas donde podríamos nadar y protegernos del sol. No solamente pasaron ellos con sus dos hijos, como a mediodía, sino que también iban Pepito y Lalis, una perra triste e huidiza que traían en la cajuela. Hacía tanto calor que, cuando regresábamos de nadar, Lalis huyó de nuevo a las cuevas donde habíamos estado descansando; para que no se volviera a ir tuvieron que amarrarla y la metieron de nuevo a la cajuela.
DÍA 4
Hablé con Tony en la tienda La Isla y le dije que no aguantaba, que quería regresarme. Salir del pueblo no es fácil. Uno se acostumbra a preguntar quién va para Ensenada o Guerrero Negro, y con un golpe de suerte el viaje se arma. Le compré al señor Martín una troca de tierra para emparejar el jardín. Lorenzo llegó a acomodar el muro de llantas para proteger la casa por la parte de atrás. Si me regreso, de todos modos voy a gastar el dinero; he decidido quedarme y avanzar para hacer el jardín. Por las noches llega un viento del Pacífico, la gente aquí le dice el “weste”. Hoy estuvo ardiendo, el albañil me contó que se juntaron dos huracanes: Lorena y Mario. Hizo tanto calor, de verdad el sol quemaba. Lorenzo se mareó y paró de trabajar, me llevó al pueblo a comprar agua y comida y me trajo de regreso a la casa. Me cobra 500 pesos por día.
DÍA 5
Don Ramón vino a su casa; jamás había sentido tanto gusto de ver al vecino que nos vendió el terreno. Me llevó al pueblo y me invitó a comer, su hija nos preparó unas enchiladas de atún en lata. Cuando me despedía, llegó de pescar Isaac, un lanchero que nos llevó a nadar al volcán Coronado hace como ocho años. Me regaló una lisa hermosa. Don Ramón me regresó a la casa. Hice una fogata para asar el pescado, cené la mitad y la otra la haré machaca para el almuerzo. La gaviota café tiene cinco días llorando y exigiendo a su mamá gaviota, que es totalmente blanca, que le dé de comer. Las otras gaviotas se hartan de oírla llorar y todas se quejan al mismo tiempo. Es divertido escucharlas. Los días son largos y las noches, más. No he vuelto a ver el correcaminos, sin embargo la liebre me sale todo el tiempo cuando entro al desierto. Camila me dio un gas pimienta; tengo dos lámparas. No es fácil conciliar el sueño para distraerme, empiezo a asociar pensamientos o personas con las estrellas fugaces. Son tantas. Es majestuoso dormir afuera con los ojos puestos en la Vía Láctea. La patrulla entra hasta el campo todas las noches. Ayer, por la madrugada, un ruido me despertó y vi solamente las nalgas de un perro huyendo hacia las dunas, no era un coyote porque no tenía cola, o sabe.
DÍA 6
Apenas puedo dormir, estoy agotada, nado tres horas todos los días: por la mañana, antes de que salga el sol, a mediodía por calor y aburrimiento y, por las tardes ,porque me fascina el atardecer, es espectacular; soy afortunada de estar aquí moviéndome y flotando en este mar tibio, plateado, púrpura y sus montañas rosas o rojas. Vi de lejos la aleta de un tiburón ballena; le dicen pez peregrino, pez alfombra, carga en su espalda la Vía Láctea, dice Tony. El tiburón ballena tiene unos dientes diminutos que ni siquiera usa para alimentarse, los humanos no son alimentos para los tiburones. Hace tres años, cuando acampamos en el volcán Coronado, vimos tres en la rampa del pueblo por primera vez, fue impresionante ver su tamaño, quizás era una familia, el más grande media más de 15 metros. Es como una mantarraya gigante, su cara, su boca, sus ojos, son tan extraños, parecen de otro planeta.
Hace unas horas vino a buscarme Rubencito, el nieto de don Pepe, me rentó su carro y me dijo cuáles eran las “mañas” por si no prendía. No puedo tener más suerte, así podré moverme hacia el pueblo con más facilidad, y será menos larga la espera hasta que lleguen Tony, Sofía y Calipso.
He limpiado la casa poco a poco, encontré en un cajón del closet del cuarto pequeño un cochito seco, la cabeza de un pez espada y un pez globo entero seco también, menos mal. Pienso que la mujer que se metió en la casa los puso ahí, porque afuera en el porche también dejó una bolsa con higos y no sé que tipo de molusco que apestaba horrible. Tuve que barrer con agua varias veces y aún huele raro.
DÍA 7
Anoche me estaba quedando dormida y la lluvia me levantó, me metí a la casa, estaba sofocado, no podía dormir, además el porche azul se moja. Terminé en el sillón azul muy incómodo, pero al final el cansancio me venció.
Otra vez vino la garza gris, son muy desconfiadas. En Bahía les dicen “juanitos” a los ratones-ardillas, son tan curiosos y traviesos, se acercan poco a poco a la casa y luego corren a esconderse si oyen un ruido. Hoy reí tanto porque eructé a propósito y salió un “Juanito” despavorido. Pepito los vendía; don Pepe les hizo una trampa ingeniosa de madera para cazarlos. Los pelícanos son tan primitivos y solitarios como el águila pescador. Hay varias tijeretas, la primera vez que las vi fue en La Paz con mi amiga Carla, se llaman albatros y creo que emigran del sur, parece ser que de Chile. Debí de haber estudiado biología. Pienso en la morfología de los pájaros del mar y sus diferencias con los pájaros del desierto. La mujer que se metió a dormir y a defecar en la casa era pescadora de calamar, dicen, y también dicen que se juntó con un pescador adicto al cristal y ella también se hizo igual. No me contuve y me hice al salir el sol un autorretrato con el copal.
Fui al restaurante Las Hamacas a conectarme a internet y a cargar mi celular, platiqué con tres señoras, una es la dueña y las otras dos son las cocineras, pero como no hay turismo ahí estuvieron conmigo disfrutando el calor. Mercedes es la más simpática: tiene una hija adolescente que se llama Pamela y le gusta hacer imágenes con su celular, llegó con nosotros al salir de la telesecundaria y me llamó la atención que se comió una Maruchan con queso Monterey Jack.
DÍA 8
Hace una semana que estoy aquí sola. El albañil hizo su trabajo en tres días. Sigo durmiendo afuera, las noches son tan largas y, a veces, tengo miedo. Pero hoy fue un día maravilloso. Eran como las dos de la tarde, hacía tanto calor, llegó don Ramón a regar sus plantas, él vive en el pueblo, la mujer también invadió su propiedad, le destruyó cajones y le pintó paredes. Fui a saludarlo, tenía que hablar con alguien, a veces me cacho regañando a las gaviotas. Me ofreció dos burritos de frijol y una coca. Es un hombre lento y sabio. Vimos varias aletas cerca de la orilla, le pregunté si eran delfines, me dijo que eran posiblemente tiburones ballenas. Le dije que iba a meterme para ver si los alcanzaba, me dijo que no me lo recomendaba. Seguí mirando y vi una aleta justo enfrente de mi casa, estaba más cerca que los otros, así que no le pedí permiso y le dije: “Ahora vengo, ¡voy a intentar llegar con él!” Salí corriendo y aventé mi ropa a la orilla de la playa, empecé a nadar con la técnica de salvación, había olas, no altas pero había olas, seguí avanzando como doscientos metros hacia donde estaba la aleta, venía una panga con turistas, ellos me vieron que iba nadando hacia él, yo quería llegar primero que ellos y llegué. Levanté varias veces mi cámara, tenía que ser certera. De pronto, ahí estaba su extraña boca y sus ojos a unos centímetros de mi cuerpo, empecé a gritar de placer y a sumergir la cámara, no podía creerlo, yo ahí con él, dejando que las olas nos movieran a los dos. Pero la danza sólo duró unos escasos minutos, porque al oír el motor que llegaba se sumergió para no salir más. Me regresé extasiada a la orilla; don Ramón me veía con el asombro y la tranquilidad de un pelícano. Regresé a enjuagar con agua dulce mi cámara y él seguía sentado en su porche. Me sonrió y exclamó: “¡Tienes mucha condición!”.
DÍA 9
Ayer fue espectacular, no puedo creer que nadara con el tiburón ballena, no me atreví a tocarlo, todo fue tan rápido, fue impresionante tener su boca cerca de mí. Qué bueno que decidí quedarme. El atardecer fue enloquecedor, no quiero hacer más fotos. Jamás había visto los frutos del copal, parecen manzanitas, huelen maravilloso. Te abren las fosas nasales. Después del huracán Odile he prestado más atención a la fragilidad, fuerza, e inteligencia de la flora. Con el huracán Odile descubrí que su cuerpo subterráneo es tres veces más grande que la planta en la superficie; pude ver sus raíces largas en forma de espiral para aferrarse en la arena. Aunque se polinizan en primavera, no es lo mismo para todas, hay algunas que son cíclicas y pueden pasar diez años para que florezcan. También he visto que cada ecosistema es el resultado de una catástrofe y el ejemplo lo tengo con el árbol de humo que germinó a las quince días que pasara el huracán Odile. Eso quiere decir que sus semillas eran durmientes y las condiciones de humedad y fricción lo hicieron germinar después de muchos, muchos años de que cambiara el paisaje y la atmósfera. Los lancheros me dijeron que le llaman “mala mujer”. Me defendí cuando lo supe. La vegetación es otro cosmos, los torotes, los cirios que son endémicos, los cardones, el copal, las flores miniaturas de todos colores que salen en la arena, a veces sólo están a la vista un mes, una semana, o un día. Parecen neuronas o corales o baobabs.
DÍA 10
Tengo el pelo hecho nudos. Nadé muy temprano, es maravilloso. Una perra negra seguía a unos turistas y le empecé a silbar, se detuvo, me vio y se metió a nadar conmigo. Entre más le decía cariños más avanzaba hacia adentro, era tan graciosa. Creo que podría aguantar más de diez minutos nadando. De mi cámara Nikonos V no sirve el regresador de película, así que sólo hago 36 fotos en cada viaje, a veces no tomo ninguna. Por la noche dos hombres aparecieron por la playa. No tuve miedo, los enfrenté. Llevaban una lámpara pequeña y caminaban con prisa. Les pregunté que qué hacían a medianoche caminando por la playa, me dijeron que venían del campo donde vive el Payaso; estuvo de película porque a los cinco minutos la patrulla pasó por el campo y salí a gritarles que acababan de pasar dos hombres rumbo al pueblo, les dije que me habían dicho que su panga se descompuso. Con la luz de mi lámpara me vi en el reflejo de la puerta con ese pelo hecho nudos y mi cobija arrastrando, me hizo sentir que ellos podrían haber creído que yo era esa “mujer” que se metió a defecar y a dormir en la casa. Me da risa pero es más bien miedo.
Limpiando y arreglando junté algunas cosas de pescar como plomada, anzuelos y carnada sintética, para llevarlas a don Rafa, un pescador que nos había pedido plomada. No estaba, me atendieron su esposa y sus seis perros, le dije que traía un regalo para ellos y le pregunté si tenía “bonita” (es mi pescado preferido, es más rico que el atún), me dijo que sí y con gusto me lo dio. Lo herví en una fogata para descongelarlo y cocinarlo más pronto, era mucho, así que fui en la noche a buscar a Eulalia y Erick para compartirlo con ellos, y los invité a desayunar el domingo para jugar con sus hijos en la playa.
DÍA 11
Unas gaviotas pelean arriba de mi casa. Han pasado los delfines. Bastó que lloviera y en tres días salieron mariposas de todos colores, amarillas, negras, blancas, muchas libélulas. Los abejorros con alas naranjas y cuerpo azul tornasoleado me fascinan. Amaneció varada una tortuga, las gaviotas y zopilotes le hacen ronda. Al regar los cardones salió un alacrán del tamaño de mi mano, hace como cinco años me mordió uno en el dedo gordo del pie derecho, fuimos al consultorio del pueblo y me inyectaron, aunque antes de llegar me apreté el dedo y salió un líquido espeso y café. No me pasó nada, sólo se me hinchó el pie como un tamal durante una semana. Le platiqué a doña Yoli de mi encuentro con el alacrán; ellos tienen tantas historias con los animales graciosas y dignas de contar. Casi me pegan porque les dije que lo dejé que huyera. Por la tarde, cuando volví a regar los cardones y cirios apareció el alacrán, esta vez lo metí en un bote de plástico para llevarlo al desierto. Doña Yoli me advirtió que si no lo mataba iba a tener en poco tiempo un nido de alacranes intentando entrar a mi casa. Casi cumplo dos semanas sola aquí, han sido los días muy largos. Hablé con las cocineras del restaurante Las Hamacas y me dijeron que en el Hotel Guillermo’s a nadie le gusta nadar, dicen que pasan años para que se metan al agua. Me encantaría enseñarlas a nadar. Cada vez que nado veo piedras-viajeras, son de todos los tamaños, me pregunto si están en una isla y si las mareas las arrastran.
DÍA 12
He acabado de limpiar toda la casa, no ha sido fácil por el calor. Encontré unas fotos impresas de cuatro por seis pulgadas en la cocina, tendrán aquí olvidadas o escondidas más de diez años. Son algunos personajes de tres familias que viven en Bahía de los Ángeles. Describiré a los primeros: Brisa y Genaro son parte de una familia de cinco hermanos que cuidan la Misión San Borja, me sé sus nombres porque hemos ido varias veces a esa sierra de cactáceas. En las fotos Brisa está con su hija, que es un bebé, tiene los labios rojos y un sombrero rojo, creo que las tomé como en el 2004, poco tiempo después de eso regresamos y ella había cambiado, ni siquiera podía saludarnos, su hermana menor nos dijo que tuvo una depresión posparto, y como no fue atendida a tiempo tiene cambios de personalidad. El segundo personaje es Adrianita, la hija de el Payaso, el dueño del campo Los Amigos, fue el primer espacio donde acampamos en Bahía de los Ángeles. Adrianita está sonriendo con un juguete que Tony le regaló. Ella ahora vive en San Quintín, el DIF se las quitó hace años porque su madre tiene esquizofrenia y Andrés, el Payaso, es adicto al cristal. Las otras fotos son dos niñas que visitaban a su padre pescador en Las ánimas, una bahía pequeña que está a tres horas de aquí hacia el sur. Nunca supe sus nombres, es una niña de diez años que carga a su hermana de un año y atrás hay dos islotes blancos, recuerdo que entregué las fotos de esas niñas en la tienda La isla, alguien me dijo conocerlas y confié en ello, esta imagen quedó traspapelada con las otras en la casa.
DÍA 13
Olvidé escribir que el día que aparecieron los dos hombres caminando por la playa no paraba de oír un silbido. Sería una flauta o quizá era el viento pegando en una botella, me punzaban los oídos, dejé de oírlo hasta que no cambié de posición el catre. Como en el pueblo todo se sabe, fui al hotel Villa Bahía, que está a 500 metros de la casa, ahí trabaja el tío de Genaro y Brisa, para entregarle las fotos de sus sobrinos, pero no estaba, me bajé del carro y grité: “¡Salvador!”. Salieron una niña y un niño como de 12 años y su perro; me dijeron que ellos se las entregarían a Genaro, que a veces los visitaba, volví a confiar. Fui al restaurante Las hamacas para entregar la foto de Adrianita a una cuñada del Payaso que trabaja ahí de mesera. Sólo quedaba en mis manos la fotografía de las dos niñas que retraté en la bahía Las ánimas, estaba a punto de romperla, porque supuse que esas niñas ya eran mayores y nadie las iba a reconocer pero una cocinera llamada Mercedes empezó a decirme “esas son mis hijas”. No le creí. Era imposible tanta casualidad y se la enseñé rápido y después se la mostré al revés y le pregunté “a ver, ¿dónde están?” y ella respondió sin titubear: “¡En Las ánimas!”. Se la di y empezó a llorar. Me dijo: “la niña de un año que carga su hermana es Pamela, la jovencita que vino a comerse su Maruchan aquí con nosotras hace dos días”. Le conté que las había entregado hace años en la tienda La isla y le pregunté si no se las habían dado. Me dijo que no. Prometí buscar esos negativos e imprimirlas todas otra vez, moría de gusto. No puedo creerlo. Mis asociaciones me llevan a divagar para escribir que un cosmos está arriba de un tiburón ballena, donde cabe la medida de todas las cosas.
DÍA 14
Cuando entro al desierto a ver las plantas esquivo las huellas de las serpientes. Hay cenzontles, colibríes y muchos otros pájaros que no conozco. Una vez en La Misión San Borja vimos una víbora cascabel bebiendo durante más de diez minutos en un ojo de agua. Al amanecer vi un coyote por la orilla del mar, iba tan confiado. La tortuga varada desapareció. Hoy era el día más acentuado en bajamar, los de la Reserva me invitaron a levantar basura, quise prender el carro y no funcionó. Me fui caminando por la playa, al llegar al faro fue muy difícil salir al pueblo por las dunas y el lodo. Cuando llegué ya habían terminado y tampoco vi la liberación de ochenta huevos de tortugas que me había comentado Alicia, la cuñada de don Ramón. Ella me regresó a la casa. Otra vez me duele la pierna izquierda por dentro. Encontré varios callos de hacha, se los guardaré a Tony para compartirlos con él, se supone que llega hoy en la tarde. Aquí no existen los días, da igual si es lunes o domingo. Los zopilotes son amenazantes. Tengo ganas de llorar.
Angélica Escoto es una artista multidisciplinaria, sus piezas autobiográficas, conceptuales, documentales y de archivo estructuran narrativas visuales que tienen que ver con la identidad, el origen y la existencia. Estudió periodismo en el D.F. en la escuela Carlos Septién García. Trabajó como editora en varios diarios regionales en la República Mexicana. Su trabajo fotográfico ha sido publicado en España, Francia, Alemania, Estados Unidos, Argentina, Venezuela y México. Ha exhibido sus piezas en Chile, España, Italia, Brasil, Colombia, Argentina, Costa Rica, Guatemala, Cuba, El Salvador, E.U.A. y México. Obtuvo una mención honorífica en España, en el Nexofoto 2016 concurso Iberoamericano de fotografía contemporánea y una mención honorífica en la XV Bienal de artes visuales del Noroeste, México.