Rápidos y furiosos 8

 

 

por Alberto Villaescusa

 

 

(The Fate of the Furious; F. Gary Gray, 2017)

La evolución de la franquicia de Rápido y furioso ha de ser uno de los fenómenos más curiosos que ha ocurrido en el Hollywood contemporáneo. La primera entrega nació como un intento de capitalizar la subcultura de las carreras callejeras: estuvo basada en un artículo de la revista Vibe y tomó su título de una película de serie B del productor Roger Corman. Le fue bien en la taquilla, pero ni siquiera se convirtió en una de las diez películas más recaudadoras del 2001. Su primera secuela, +rápido +furioso se estrenó en 2003, pero ni la estrella Vin Diesel ni el director Rob Cohen regresaron (juntos fueron a hacer la película de acción y espionaje xXx). Cuando Paul Walker optó por no aparecer en la segunda secuela, Reto Tokio de 2006 se convirtió básicamente en un spin-off y es hasta la fecha la menos taquillera de la franquicia.

  Con ésta aproximándose a la irrelevancia, el elenco original fue reunido en 2009 para Rápidos y furiosos, y desde entonces cada entrega subsecuente ha mantenido un mismo formato; una nueva aventura criminal para un núcleo de personajes cada vez más nutrido y diverso: a las estrellas originales, Walker, Diesel, Michelle Rodriguez y Jordana Brewster, se incorporaron Tyrese Gibson y Chris “Ludacris” Bridges, de +rápido +furioso; Lucas Black y Sung Kang, de Reto Tokio; Gal Gadot, de Rápidos y furiosos y Dwayne Johnson de Rápidos y furiosos: 5in control. En ese tiempo, las carreras pasaron a segundo plano para dar protagonismo a la acción extravagante; Adam Fogelson, quien fuera presidente de Universal (el estudio encargado de su distribución) de 2009 a 2013, explicó el cambio como una manera de ampliar el público potencial de la serie.

  La medida rindió frutos. 5in control fue la sexta película más taquillera de 2011 y la primera entrega en recibir buenas notas de la mayoría de los críticos. La canonización de la franquicia se completó en el 2015, cuando la trágica muerte de Paul Walker en un accidente automovilístico, el 30 de noviembre de 2013, le dio una desafortunada melancolía al final de Rápidos y furiosos 7 —hasta la fecha, la novena película más taquillera a nivel mundial.

  Diferentes factores explican este éxito. El director Justin Lin y el guionista Chris Morgan, quienes llegaron para Reto Tokio, presidieron su transformación de franquicia sin dirección a fenómeno mundial. Lin y Morgan pulieron una mezcla de acción explosiva, tramas simples y un elenco diverso y carismático, elementos que le dieron una ventaja cada vez mayor en un Hollywood en el que la taquilla global era cada vez más importante. La primera Rápido y furioso apenas obtuvo el 30 por ciento de sus ingresos fuera de Estados Unidos y Canadá. Esta proporción aumentó al 81 por ciento para la última entrega (sin contar el spin-off de 2019, Hobbs & Shaw). La serie es especialmente exitosa en China, ahora el segundo mercado cinematográfico más grande del mundo (China Film, la empresa fílmica más importante del país, incluso coprodujo sus entregas séptima y octava).

  Es fácil burlarse de las películas de Rápido y furioso (este sketch de The Onion, que imagina a Chris Morgan como un emocionado niño de cinco años, es un ejemplo especialmente divertido): de su absurda transición del contrabando de electrónicos a espionaje mundial que raya en la ciencia ficción, sus telenovelescas tramas que involucran amnesia, muertes falsas, y cambios de lealtades repentinos, sus absurdos e inconsistentes títulos y su enredada e incoherente cronología. Pero hay algo fundamentalmente simpático, admirable incluso, sobre el carisma y química de sus estrellas, la forma en que ha recibido con brazos abiertos las culturas del hip-hop y el reggaetón, así como su entendimiento de los componentes básicos del cine de acción. Las películas son estúpidas sólo a primera vista; nunca se aproximan al público con condescendencia, saben precisamente lo que éste busca en ellas y cumplen con un nivel considerable de técnica y habilidad. En sus modestas ambiciones, son exitosas.

  Rápidos y furiosos 8 puede no ser extraordinaria, pero es un ejemplo sólido de lo que la serie hace tan bien. Al principio de la película, Dominic Toretto (Diesel) y Letty Ortiz (Rodriguez) están celebrando su luna de miel en Cuba cuando él es abordado por la ciberterrorista Cipher (Charlize Theron), quien quiere que él trabaje para ella. Él se rehúsa, pero ella tiene un as bajo la manga. En Berlín, Dom traiciona a su equipo después del robo de un dispositivo que emite pulsos electromagnéticos. Para poder recuperar a su amigo y derrotar a Cipher, el agente Luke Hobbs (Johnson), el excriminal Roman Pearce (Gibson), el mecánico Tej Parker (Bridges) y la hacker Ramsey (Nathalie Emmanuel) deben unir fuerzas con Deckard Shaw (Jason Statham), el asesino fugitivo responsable de la muerte de su compañero Han Lue.

  En el papel de la villana principal, Theron cumple sin pena ni gloria; es un rol subdesarrollado que ella desempeña con peligro e intensidad básicos, pero sus monólogos sacados de una clase de introducción a la filosofía se vuelven aburridos rápidamente. Diesel nunca ha brillado como actor, pero ha interpretado a Dom Toretto durante gran parte de su carrera en cine, con una actuación que roza lo instintivo. La trama de esta entrega, así como la ausencia del Brian O’Conner de Paul Walker, cambia drásticamente la dinámica de Toretto con el resto del elenco y él se pone a la altura de la situación. Debajo de su porte estático y serio, logra comunicar el rencor y resignación de un héroe de acción obligado a hacer algo que profundamente traiciona sus principios.

  A pesar de su elenco multitudinario y los numerosos hilos que cuelgan de entregas anteriores, Rápidos y furiosos 8 tiene muy poco tiempo para el drama. Morgan, quien ha habitado este universo por seis películas ya, deja que los eventos se desarrollen con particular eficiencia: cada escena cumple su función de plantear los elementos de la siguiente secuencia de acción y darle uno que otro momento para destacar a sus personajes. Tej y Roman, con sus duelos por la atención romántica de Ramsey (quien efectivamente les da por su lado), actúan como la principal fuente de alivio cómico. Hobbs y Shaw pasan gran parte de la película aguantándose las ganas de golpearse. Letty, con Dom fuera de juego, se convierte por default en el núcleo emocional del equipo.

  F. Gary Gray, quien dirigiera La estafa maestra en el 2003 y la cinta biográfica de N.W.A., Letras explícitas, cumple en lo que acción se refiere. Lo que destaca no es sólo la escala de la destrucción, sino la forma gradual en que crece: de un carro en llamas por las calles de La Habana a una bola de demolición barriendo patrullas en Berlín, a una lluvia de carros que se conducen por control remoto, al clímax en el que tanques y un Lamborghini tratan de alcanzar un submarino nuclear. Hay una lógica en la forma en que Morgan estructura la película, en cómo cada secuencia supera a la anterior; contradiciendo las leyes de nuestro mundo pero nunca las del suyo.

    La acción es mucho más que acrobacias, golpes, balazos y explosiones. Es una forma de narrativa y como tal exige intensidad tanto como claridad: al nivel del guión, en el de la fotografía y el montaje. El Hollywood moderno está lleno de grandes blockbusters de acción, pero pocos de ellos de verdad logran maravillar con sus stunts y efectos visuales. Rápidos y furiosos 8 no reinventa la rueda, si bien tiene momentos de inspiración y está hecha cabalmente de principio a fin. Sabe donde colocar la cámara para lograr el mayor impacto, tomarse el tiempo suficiente para situarnos en el espacio y hacer que cada secuencia sea su propia pequeña historia. Son historias simples, que responden más una urgencia comercial que a cualquier impulso creativo (la subtrama con Hobbs y Shaw parece especialmente diseñada para plantear su eventual spin-off en conjunto), pero unas en las que uno nunca pierde de vista el conflicto y las relaciones entre los personajes. Éstos son suficientemente simpáticos que, por poco más de dos horas, uno se cree que son la familia que todo el tiempo dicen que son. Si nos preguntamos por qué esta serie ha perdurado a pesar de sus baches iniciales, creo que hemos de empezar por ahí.

★★★

Rápidos y furiosos 8 está disponible por streaming en Netflix.

 

Para leer más reseñas del autor, aquí su blog: https://pegadoalabutaca.wordpress.com

Alberto Villaescusa Rico (Ensenada) Estudiante de comunicación que de alguna forma se tropezó dentro de una carrera semi-formal como crítico de cine. Propietario del blog Pegado a la butaca. Colaborador en Esquina del Cine y Radio Fórmula Tijuana.

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