Sonora

 

por Alberto Villaescusa

 

(Alejandro Springall, 2019)

Aún hoy en día, recorrer el noroeste de Sonora se siente como una tarea imponente. Desierto y montañas rodean los 150 kilómetros del camino de Caborca a Sonoyta. El lugar más concurrido en la pequeña ciudad fronteriza es una gasolinera y tienda de autoservicio; una parada necesaria, pues de ahí a San Luis Río Colorado son otros 200 kilómetros de desierto, atravesando las dunas del Gran Desierto de Altar y pasando cerca de los cráteres volcánicos de El Pinacate. El recorrido se hace a través de una carretera de dos carriles, aunque el amplio acotamiento y las suaves curvas le permiten a uno alcanzar velocidades de autopista. El paisaje, desolado para donde quiera que uno voltee, basta para hacerlo sentir empequeñecido y un poco vulnerable. En el verano, el calor es soportable gracias al milagro moderno del aire acondicionado.

   Sonora, dirigida por el Alejandro Springall, nos lleva a una época en la que el viaje tomaba días en lugar de un par de horas. Cuando solo era posible navegando inciertamente por el desierto, pues no había siquiera un camino trazado. Es la década de 1930 y las réplicas de la Gran Depresión se siguen sintiendo a ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos. Aarón (Flavio Medina) y su esposa Alma (Giovanna Zacarías) esperan empezar nuevos negocios y una vida en Mexicali, y ofrecen pasaje desde Nogales a quien lo necesite y esté dispuesto a pagarlo. Alma duda que alguien se acerque, pero pronto parten llevando con ellos al recién deportado Marcos (Harold Torres); Doña Rosario (Dolores Heredia), quien espera reencontrarse con sus nietos; a la joven Pilar (Carolina Molva); el veterano de la Revolución Pedro (Erando González) y el intelectual racista Sánchez (Juan Manuel Bernal).

  El planteamiento de la película evoca a los westerns clásicos de Hollywood, específicamente La diligencia de John Ford, en la que un grupo de extraños, apenas definidos por uno o dos rasgos de personalidad, debe compartir un complicado y largo viaje a través del desierto; en el que las tensiones entre ellos presentan tantas complicaciones como las inclemencias del ambiente. La primera parte, que nos cuenta cómo cada uno de sus personajes termina en el camino a Mexicali, es también la más irregular y apurada, ansiosa de adentrarse al desierto sin darnos la oportunidad de conocerlos adecuadamente.

   Aaron (en una de los momentos más bruscos y torpes de la película) se enferma del estómago y debe quedarse a medio camino. Queda en Alma manejar el resto del trayecto, pero ella no conoce la ruta, así que Marcos le pide a su tío Emeterio (Joaquín Cosío), un tohono o’odham con problemas de alcohol, que los guíe. Eventualmente se encuentran varados a Lee Wong (Jason Tobin), un inmigrante chino, su esposa mexicana María (Patricia Ortiz) y su hija Anita (Abbie del Villar Chi) y deciden dejar que se les unan. Más adelante hacen lo mismo con Joe (Rafael Cebrián) y Tony (Ben Milliken), dos contrabandistas de alcohol que se perdieron tratando de cruzar a Estados Unidos.

    Filmada en locación precisamente en donde la historia se sitúa, Sonora se beneficia en gran medida por la textura y personalidad del paisaje, aun si la fotografía aérea no siempre le hace justicia (en momentos tiene la sensación de video turístico). No es solo la escala del desierto lo que impresiona, pero sus diferentes matices y cómo complementan la historia, desde la preciosa monumentalidad de El Pinacate, el ambiente casi extraterrestre creado por las piedras volcánicas de su alrededor, a la completa desolación creada por las dunas de arena que parecen infinitas. Sergei Saldívar Tanaka fotografía la película haciendo buen uso del formato panorámico, aprovechando los vastos horizontes y mostrando a los actores y elementos de manera dinámica en distintas profundidades. Le da la sensación de un clásico de Hollywood a pesar de la frialdad y limpieza de la fotografía digital.

   Las historias sobre las fronteras internacionales, quizá más que otras historias, tratan sobre la tensión entre opuestos. El guión, a cargo del veterano del cine independiente estadounidense John Sayles, basado en La ruta de los caídos de Guillermo Munro Palacio, alude a fricciones actuales usando eventos del pasado; cómo el “otro” se convierten en chivo expiatorio para los problemas de la época. Una línea de diálogo expone (de manera un tanto obvia quizá) la incongruencia entre los mensajes repetidos de que los migrantes son flojos y se roban los trabajos de los nacionales. No obstante, su entendimiento del fenómeno es mucho más complejo y matizado, criticando no solo el racismo de los Estados Unidos hacia los mexicanos, pero también de los mismos mexicanos hacia los inmigrantes chinos y hacia sus propios pueblos indígenas. Emeterio, quien empieza como el cliché de un alcohólico, gana dimensión cuando la película contextualiza su padecimiento como una reacción a los intentos de asimilación de los “mexicanos”. Su cultura le fue arrebatada y el alcohol fue lo único que quedó.

   Lo que hace a Sonora una película inteligente, lo que le ayuda a trascender una falta de humor y una narrativa que fluye con poca urgencia o tensión, es precisamente esta complejidad, tomada de un rico trasfondo histórico–la película entreteje la Revolución Mexicana, la Gran Depresión, la Prohibición, así como fenómenos específicos a la población china e indígena de la región. Al centro de ella está la idea de que, aunque los límites internacionales corten el espacio tan limpiamente, lo mismo no se puede hacer con las personas. No encajamos perfectamente en uno u otro grupo, hay tantas identidades como hay individuos, pero el enfrentarnos entre nosotros buscando solo el avance individual tampoco nos lleva a ningún lado.

★★★

 

Para leer más reseñas del autor, aquí su blog: https://pegadoalabutaca.wordpress.com

Alberto Villaescusa Rico (Ensenada) Estudiante de comunicación que de alguna forma se tropezó dentro de una carrera semi-formal como crítico de cine. Propietario del blog Pegado a la butaca. Colaborador en Esquina del Cine y Radio Fórmula Tijuana.

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