aquello que miras despierta en ti
misma como
pequeños niños
que se sientan al borde de sus camas
esperando que vengan a vestirlos.
—José Carlos Becerra
I. Claridad
Llueve.
Hay vapor en las ventanas.
Las voces son también
cristales empañados.
Antiguos griegos en fogata
después de la guerra
conversaban:
-Los niños juegan en la lluvia.
Empuñan como espadas trozos de madera
y el metal solo viene de sus risas.
-Es difícil la claridad escrita en agua
como para explicar al rostro de un niño
la muerte sin un cuerpo que mostrar.
II. Mirar en círculos
Si el mundo interior del ataúd
es la vida previa del cuerpo que cobija,
entonces el ataúd es caja de música,
sostiene una bailarina
dibujando círculos
dormida.
Si el mundo interior de la caja de música
es el baile dentro de un mundo expectante,
entonces la caja de música es el sistema solar,
domina cuerpos celestes
en los aros que dibuja
Si el mundo interior del sistema solar
es un faro diurno que resguarda barcos a la deriva,
entonces el sistema solar es ataúd,
controla órbitas de gentes
en habitaciones brillantes.
III. Lúdica
El prodigio de jugar
es mirar despacio la madera,
el plástico, la magia eléctrica
de un auto improbable.
Lo improbable apacigua lo real.
Por lo tanto, pensamos:
aquel hombre en el ataúd
es un muñeco de acción
esperando su villano.
IV. Insignia
Hacer figuras de arcilla,
héroes buscando a quién salvar,
dar a lo audaz su cualidad motora,
el movimiento preciso en la emergencia.
Guardar en las manos dos actos heroicos
y que lo heroico dependa de prolongar el juego,
de tener candados en los ojos,
que nadie llame en medio del rescate
quitándole la vida a las figuras.
Fotografía de Julián Zepeda