por Antonio León
Dice El Chotoxx que todos tenemos una prima travesti: en el escenario de un bar, fluyendo rumbo a una clase de maquillaje o en la clandestinidad del espejo. Quienes lo escuchamos, recordamos alguna ocasión en que nos pusimos un vestido y taconazos. Soy un espectador en el arranque de la primera jornada por la diversidad en la universidad en la que trabajo y estamos a la espera de su actuación. Algunos ahí reímos al decir que la prima que preferimos es ella: norteñilover, cholaescuincla, bailadora, brinconovedosa y frontalera.
Con una estética que se ha definido en los últimos años, a la vez que unos referentes entrañables, esta joven artista del drag bajacaliforniano apuesta por los rasgos humanos, por un acercamiento político a la vida cotidiana y por la información que fluye a la par de los buenos momentos. Bajarle al bufe y subirle a la propuesta, confrontar las metidas de pata y abrazar los rasgos que nos vuelven comunidad.
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Baja California es uno de los estados con más crímenes de odio en contra de las personas LGBTTTI+, de acuerdo con la Fundación Arcoiris, organización social enfocada en el análisis de la sexualidad dentro de la región Latinoamericana y del Caribe. Apenas en el año 2018, la Organización Mundial de la Salud retiró de la lista de Clasificación de Enfermedades a la transexualidad, pero con un historial de patologización tan largo, la lucha por la seguridad de las personas trans es asunto del presente: esta comunidad ha sido víctima de acoso, tortura, detenciones arbitrarias y asesinatos en todo el mundo, según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. En la mayoría de los casos, la impunidad es una constante.
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En su espectáculo confluye la poética descarnada de Susy Shock, los sabrosos devaneos de Mon LaFerte y los brazos al aire que igual sirven para suplicar como para festejar, para medirle el pulso al viento que tantas veces atestigua el sufrimiento de la otra. El Chotoxx pierde el tocado de tehuana imposible, barre con flores compradas en la línea de Mexicali, se abre las venas de pintura acrílica y diamantina sobre el estampado guadalupano, taconea en mercurio dorado y nos humedece los ojos con su noble oficio de animal de la escena.
Pocos minutos bastan para que esta Drag Queen de rabiosa norteñidad y dulce situación de migrante, hecha de pasión en rosa mexicano y pura lentejuela, nos reconecte con una pulsión emotiva que conocemos, pero que no sabemos explicar.
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El Chotoxx es una artista transgénero que combina las artes plásticas con el Drag, cuyo nombre viene de un insulto veracruzano que escuchaba durante periodos vacacionales en la tierra de sus padres. Luego lo escribe en letras cholas, lo rotula en sharpie y lo vuelve xx nomás.
Porque puede.
Porque la palabra es una experiencia expandida y porque su nombre es una marca de origen maleable que se eleva sobre los complejos y toma la ruta para decir que el odio debe parar. Que urge la justicia. Que ya no la chinguen. Que no más violencia. Que terminen los transfeminicidios.
Fotografías de Armando Ruiz
Antonio León es un poeta nacido en Ensenada, Baja California. Reside en Mexicali desde 2014, donde se desarrolla en distintos ámbitos de la promoción cultural universitaria. Es editor de poesía en la revista El Septentrión y colaborador esporádico de noisey\vice; ha sido columnista del semanario Es lo cotidiano y actualmente desmenuza sus fijaciones en el blog Muerte por videoclip. Es autor de los libros Caricia del velocímetro, Busque caballos negros en otra parte (pinosalados) y :ríos, dentro de la colección Ojo de Agua, editada por CETYS Universidad . En 2016 fue el ganador del Premio estatal de literatura (poesía) en Baja California, con el libro El Impala rojo. En 2018 fue becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico en la categoría Creadores con trayectoria. Consomé de Piraña, editado por Carruaje de pájaros y el Instituto Sinaloense de Cultura, es su libro más reciente.