La conversación del desfasaje: Acerca de Sangría, de Martín Gambarotta

 

 

por Diego L. García

 

Leí las formidables reseñas que escribieron Sebastián Diez Cáceres en la revista Otra Parte, Osvaldo Aguirre en La Agenda, Mercedes Halfon en Página 12, Fabián Casas en elDiarioAr y Ezequiel Alemian en Clarín (búsquenlas) y pienso que, si bien en mis notas tengo varios elementos coincidentes, aprovecharé la ocasión para ir por lo otro, lo que queda ahí todavía, el último derrame –quizás- de esta Sangría.

  Evito entonces las etimologías del título, los hilos desde Punctum (1996) y Seudo (2000), el desvío del objetivismo, el humor, los elementos sonoros, el concepto de invitado, la pérdida de lo colectivo, lo distópico y el trap. ¿Qué más hay ahí?

   Si bien la conversación es parte de lo que Fabián Casas da por perdido en una época en la que “cada uno tiene su canal de tv privado, su oficina pequeña donde es dueño de sí mismo y se hostiga hasta el cansancio” (cito de la reseña mencionada arriba), resulta en este libro de Martín Gambarotta una práctica que desafía a la idea de poema. ¿Cuándo y de qué manera puede la poesía ser conversación o infiltrarse en la gran conversación universal? Cuando sus mecanismos van más allá de una estética de las convenciones (lo que no es igual a una “estética convencional”). La conversación tiene que ver con lo que Casas dice acerca de “pasar el día”; un artefacto que se autodestruye durante su función, una cuestión performática que prescinde de un final o cierre gratificante. Donde el poema tradicionalmente pone la gratificación de lo bello, el poema-conversación pone la gratuidad de un continuum: “se consumió / su llama un poco / sucia // nadie tuvo nada / para dar salvo dar”. La palabra se permite volver a pasar por una misma órbita, reformulando imágenes y trabajando sus pliegues. Las derivas de la conversación no lo censuran, a lo sumo corrigen, guían un asunto, una intención. No hay prospecto metapoético: “no era eso lo que no / podía ser verdad”, nada que no pudiera hacerse un espacio en lo real, aunque mínimo, fuera del museo donde la estética de las convenciones es un azucarado mix de manual.


A lo largo del libro, las referencias a lo puro, a las aguas claras para “lavarme el cerebro”, al vino que “nos disuelve”, al apagón, a la nada, nos llevan a pensar en una necesidad. No tanto de los sujetos como de la conversación. Hay una imagen hermosa de las paredes pintarrajeadas de Villa Crespo que de alguna manera refleja lo que ha ocurrido con la saturación en lo decible de este presente. El poema de Gambarotta va por algo más que esas “calcomanías”, romper el vidrio empañado de lo que se espera que un-poeta escriba/piense/aporte en la conversación. El lavado es de la máscara de poeta, de la postura política que esa definición consume de la subjetividad (“personas que sienten / que tienen que ejercer / el poder cedido”). Las fronteras pueden parecer amplias, flexibles, aggiornadas a la época (por cierto, una era de dudosa aprehensión de valores perdurables) pero no dejan de tener francotiradores en sus murallas finales. Usé ese italianismo adrede: no es lo mismo ponerse al día que “pasar el día”. La lengua infranqueable se desangra al abrir sus capas. La lengua al día, la de la poesía más cool, la del coloquialismo extremo y llano, se revela como la opresión de un límite igual a todos: “todos orientados / ninguno desorientado”.

    En este sentido, Sangría es un libro después de la poesía. Antes de comenzar a leerlo, la poeta y crítica Sara Bosoer me dijo que era el mejor libro de este tiempo. Le pregunté si se refería “de este año” y me aclaró que no, “de este tiempo”. Estoy de acuerdo, aunque no creo poder ranquear nítidamente mis lecturas, con que se trata de una obra trascendental. Una obra que se ubica corrida del resto, haciéndose resto, mejor dicho, desplazada del mainstream (también del que no quiere serlo). La corriente es el eslogan que obtura toda chance de conversación (esa remera de “la guerra de las galaxias” que todos llevan en uno de los geniales momentos del libro). Es lo acabado, lo que ha muerto en el momento previo a ser escritura; una traición/traducción del cadáver social: “Traicionarse es simple / engañarse, un oficio / difícil”. Las fórmulas dan paso a una sensibilidad de “lo irresuelto” y la voz corta imágenes como un fraseo fuera de tono: “de febrero a esta parte / los pensamientos son / rodajas de shawarma”. Carne de cordero que gira. Tajadas de un sujeto que sacrifica sus próximos movimientos. Comenzar donde el ruido concluye, no es una idea alejada de las pautas clásicas de la conversación: “lo mismo que hay una razón para empezar, hay también medida para dejar de hablar”, señala Cicerón en De Officiis, argumentando sobre la conversación virtuosa. Las cosas (un león de plástico, un respirador o el cielo) vuelven en vía descarnada, “un viaje al desfasaje” en rodajas de una comida callejera: nadie necesita puertas de acceso a esa lengua siempre impropia. De este modo, el exterior se vuelve menos mundo, las razones del decir y el callar se desprograman y los discursos de la superficie devienen en algo relativo, impreciso, incluso estúpido.

    Que muchas sean las capas posibles para decir algo desde esta Sangría, significa que estamos ante un libro memorable. Un libro que puede incomodarnos y, lo más llamativo, que no responde del modo en que querríamos a las preguntas por el lenguaje de nuestro tiempo. Aún para quienes estamos habituados a leer poesía contemporánea, no hay acá soluciones fáciles, o directamente no hay soluciones que puedan corroborar el estar del lado correcto del asunto. Prácticamente deshace ese plural que estoy utilizando, ese nosotros posible para afrontar el acto político de leer.

Diego L. García (Buenos Aires, 1983). Profesor en Letras, poeta y crítico. Entre sus libros figuran: Esa trampa de ver, Una cuestión de diseño, (Fotografías), Las calles nevadas, Siluetas hablando porque sí, El lento hacer. Ensayos sobre imagen y escritura y Unos días afuera. Forma parte de la antología de poesía latinoamericana País imaginario: escrituras y transtextos 1980-1992, editada en España en 2018. Colabora en diversas revistas con reseñas, traducciones y artículos críticos.

Déjanos un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*