Poemas de Mariana Finochietto

 

 

De Cuadernos de la breve ceguera:

 

 

5

 

No detengas

tu vuelo.

No aquietes

ese temblor de pájaro

que agita

el agua mansa

en el río marrón

de tu mirada.

 

Dicen

los que dicen

que tenés mis ojos,

mi risa

y un gesto

al andar,

largo y sereno.

 

No les creas, hijo.

 

Porque no sos mío.

Sos hijo del viento.

 

De La hija del pescador:

 

6

 

Mi madre llama desde la casa.

Corro junto a los perros,

bajo la sombra mansa

de los perales.

 

Llevo en mi mano piedras del arroyo

para que mi madre

abra los ojos, sorprendida,

como si su niña recogiera estrellas.

 

Corro, pequeño animal de la jauría.

Pero la noche avanza sobre el patio,

más veloz que mi paso,

más certera.

 

Corro y estoy sola y estoy lejos.

Y los perros son fantasmas

que en la sombra aúllan

mientras mi madre llama

a esa que no soy

y yo no sé dónde ir

ni si me espera.

 

15

 

Estar

y nada más que estar

mirando

como te apagás despacio

—alguna vez,

mirando el cielo,

me hablaste de estrellas

que ya no estaban

pero aún eran luz

o un engaño de luz

en la oscuridad

de las noches—.

 

Estar

y no ser más

que esta partícula

miserable de un dios

que hacía milagros

y sólo poder acariciarte

con esta mano

mía

desprovista de magias.

 

Estar

y quererte

tanto todavía

con este amor

que empieza

tan de a poquito

—tan para siempre—

a hacerse huérfano.

 

 

De Piedras de colores

 

EL DESQUITE

 

Salí

a lavar la ropa bajo el sol

porque era tibia la luz sobre los patios

y era hermosa

mi mano

sumergida en el agua:

un pez salvaje atravesando mares blancos,

en busca de dios sabe qué aventura

escondida

entre las pilas de la ropa.

Tengo la piel,

me dije,

de mi abuela,

yo también envejeceré de pronto

como si una noche cayeran sobre mí todos los años

y me pondré viejita

y sin remedio.

Me temblarán las manos,

como a ella,

con el temblor que traemos en la sangre

como otros traen el cáncer y las pecas.

Pero ahora,

soy dueña de unos magníficos reflejos

y mi dedo

destroza, minucioso,

las estúpidas burbujas de jabón.

 

 

De Madura:

 

LA CAÍDA

 

Cómo será este cuerpo que resiste

con la docilidad de un sauce en la tormenta

cuando lo venza el tiempo

y la fatiga,

qué quedará,

qué oscura raíz lo sostendrá en la tierra,

uno más,

uno caído entre los otros.

¿Seguirá siendo mío,

si las redes de la memoria se destejen?

Cómo será caer entre otros cuerpos,

rodar hacia la vejez,

como los chicos

ruedan

colina abajo

pero más fuerte,

más fuerte,

más fuerte

y sin poder poner las manos.

 

LA LUZ SOBRE NOSOTROS

 

¿Ves mi cuerpo envejecer?

Lento y tan dulce,

me convierto en otra:

siempre en otra.

Como esas flores tristes del florero

que se apagan de a poco,

me vuelvo un manojito

mustio y ceniciento,

todo mi cuerpo sabe

que comienza la muerte.

Y sin embargo qué,

seguimos vivos.

Y mi cuerpo

reconoce

los signos del deseo

con la precisión de la sabiduría:

aquí está mi piel,

aquí la tuya

y de pronto soy tu piel

y vos la mía.

Envejecemos.

¿Y qué?

Todavía

Iluminamos las estrellas.

 

MUJER A MUJER

 

Cuando una hija se vuelve una mujer

o mejor dicho,

cuando tu nena se vuelve una mujer,

la voz de una mamá cambia de tono,

se vuelve

de a poquito, más grave,

más serena,

porque las madres

también crecen con sus hijas.

Una charla con una hija

que se ha vuelto una mujer

prescinde,

casi siempre,

de esas cosas

que fueron un lenguaje en la niñez,

se transforma,

despacito, en otra cosa.

El idioma

entre dos mujeres que se miden

con el péndulo de la maternidad

y de pronto, son pares,

es el idioma más magnífico del mundo.

Está hecho de palabras pequeñitas

con un infinito margen de significados

pero sabés,

siempre sabés

que habla de amor.

 

ARS AMANDI

 

Digo:

todo lo que hicimos

en nombre

del amor está salvado.

El corazón

ha sido

el animal,

la luz,

la ofrenda.


Fotografía de Hugo Fermé
Mariana Finochietto (General Belgrano, BB.AA., 1971) es una de las poetas más consistentes y sorprendentes de Argentina y en general de América Latina. Su obra resplandece con dulzura, claridad y accesibilidad, pero a pesar de su delicadeza, es también asombrosamente emotiva. Su carrera de publicaciones, que ya suma diez años y siete fantásticos poemarios, le ha ganado el respeto y admiración de una gran cantidad de seguidores en diversas regiones del mundo. El volumen Quiero sacar la cabeza por la ventanilla de tu coche: poesía reunida (2014-2024) -el más reciente del sello Medusa Editores- reúne esos siete títulos en un solo espacio, otorgando así la posibilidad de un acceso completo a su poesía hasta la fecha. En una edición delicadamente trabajada junto con la autora, se presenta a una de las poetas más entrañables de la actualidad. Los poemas aquí incluidos forman parte de este trabajo.

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