aprendizaje
en alguna parte del día aprendí
el viejo oficio de la acumulación
objetos en áreas comunes de mi casa
como la sala
el baño
pasillos
en los que hay jarrones de peces
y lámina
traer todo al centro
-entre menos organizado más risueño-
no pensar en el uso que se le pueda extraer
más allá de cubrir huecos que después incuben
torres de vacío
sentarme en el pasto artificial de mi memoria
e intentar preservar todo
para que alguien que me ame
lo vea
no como un museo de venas del cuello
no como una habitación en el pecho
que se infla al recordar un juguete
o una canción
hablo de iniciar la jornada a tiempo
párpados hacia adentro
cuencos de piel con líneas
y en cada una
parásitos de otras casas
el problema
del que almacena
objetos antiguos
calcomanías
lazos y encaje
cuadernos con viejos poemas
libros de arte textil
zapatos rojos
es
no tener nada que reunir
árboles
un hombre quiere mentir por siempre.
un hombre: que el arbusto le crece
en la entrepierna del amor y no
lo puede controlar. aunque fuera
bonsái. indisociable tridente
arce pino salado olmo abedul
rama muy pequeña incluso:
de nuevo preferir la charla
acerca de árboles y recordar
que un hombre miente como
secuoya roja de unos seiscientos
años de antigüedad.
él me dijo yo
iré contigo hacia el bosque de tu
madre. le dije lo suyo es el mar y
no tiene que conocerte. le dije
no hables otra vez de esta forma
ya existen árboles en el mar ya
sabes: algunos sobre el suelo van
huérfanos hacia islas volcánicas
yo podría ser la excepción porque
lo he querido incluso con su basura
heredada de monasterios y otros
señores a quienes habló con verdad
-le dolía mucho- falta de costumbre
porque hay gajos
de su lengua
en los que nada se mueve
sin ocasionar un desastre
porque un hombre toma el mejor
asiento en la historia del miedo y
se encuentra en la mejor forma
para mentir
como parte
de un latido
siempre inoportuno.
taller
las primeras tomas de esta ascensión son las mejores y no aparecen en las películas de semana santa: en algunas se descuadran hoteles de vidrio y plomada en todas aparece mi gemela cuántica llore y llore dice que no existe la isla de estar sola y que siempre encuentra un rufián, incluso cuando lo que buscaba era una bolsa de frituras. no entiende muy bien para qué ha contado lo anterior, pero al final le pasa como al villano que roba la luna en aquella película insulsa y no sabe qué hacer con su juguete nuevo ya gastado, con efectos de la erosión por lectura de tarot y otras pendejaditas místicas. les dije a los de mi taller de poesía que toda historia merece ser contada. ahora ya no los aguanto: quieren poemas en los que otra vez el tema es el peinado loco que no les tocó en la semana del niño. en el taller se abren estas y otras cajuelas invisibles. lo mejor es la edición de aguas grises a la altura del anhelo. ♠
Fotografía de Sergio Castellanos
Antonio León. Maneadero, Baja California. Poeta, cronista y gestor cultural. Es editor de poesía en la revista El Septentrión y autor de los libros Busque caballos negros en otra parte (2015), :ríos (2017), Consomé de Piraña (2019) y Drowner (2021). En 2016 fue el ganador del Premio Estatal de Literatura de Baja California, en la categoría de poesía, con el libro El Impala rojo. En 2018 fue becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) en la categoría Creadores con Trayectoria. Actualmente se desarrolla en el ámbito de la promoción cultural universitaria. Es integrante del equipo organizador del encuentro Tiempo de Literatura, en Mexicali. Cuaderno de Courtney Love (y otros poemas), editado por pinos alados ediciones, es su libro más reciente.