Una urna no es una casa

 

 

 

Rúbrica de un impermeable rojo

Caminamos por horas sin decir palabra
llegamos a la salida desierta de la ciudad
el antiguo arpón de la angustia comprimida
difuminó la luz del cielo en tonos naranja.

Hierba, disimulaba sus ojos de cíclope roto,
murmuraba nuestro paso mudo y fúnebre,
los autos cruzaban sin mirar, en ráfagas de alquitrán,
la niña despedía la espalda inalcanzable de su madre.

Hubiera sido preferible ser un mal sueño,
ella no aparecería meses más tarde en un hospital,
moribunda, trenzada en carne de torturador,
trapito humano entre venoclisis y sondas.

En esa carretera siguió sonando un bíper,
timbra todavía pero no alcanzo a escucharlo,
despojos de la infancia emergen de la tierra,
la foto rota, invisible, del parque de diversiones.

Ella, la estatua difuminada que me hablaba,
tardes ocres de penicilina, el cómodo azul,
impermeable roído y desmemoriado de Reino Aventura,
orfandad, donde la desnudez es una lluvia atemporal.

 

 

 

Una urna no es una casa

Primero de abril de ninguna parte,
fuego que habita una taza con su nombre
duerme silencioso, shh, no despierta más
detenido en una urna de madera.

Adquiere la esencia y forma de su caja
no cabe la pregunta insistente de los niños
no hay sitio ahí para una lágrima
una urna no contiene los sonidos del mar

no cabe el ventilador del hospital
ni el rosario diario rezado por su madre
ni la taza blanca que lleva su nombre
o el catéter para diálisis peritoneal

la cera se derrite lento,
se evaporó el humo de la bebida
la garganta que se entibió en ella
misterio de hombre hecho ceniza

una tumba no es una casa
una urna no es un hogar
una urna no es un hombre
él, no es un sueño
solo se esfumó
convertido en taza,
entre las manos
de su madre.

 

 

 

Ofrenda

Esfinge anestesiada de azotea
salitre de solemnidad citadina
gota imaginaria de la regadera
oquedad que escurre entre paredes.

El resquicio de sol se ha detenido
se desdibuja envuelto en humo,
pasarela de lágrimas sitiadas
carta sin destinatario.

La ofrenda contempla sus muertos
diatriba de cempasúchil y copal.
El difunto irreal reclama su sitio
su retrato aparece en el espejo.

La Dymo 1780 marca su nombre
el silencio escurre por la ventana
Cada quien sabe por quién se muere
dice su madre mientras suspira.

En esta casa no habitan muertos
figuraciones de ellos en la urna
el vaso de agua junto a la cruz
la veladora encendida los contempla.

En ese clóset sólo la nieta la busca
se disfraza de abuela
en esa cama ya no duerme nadie
los recuerdos se vuelven grumos.

Dos relojes de pulso se detienen
los pasos se arrastran despacito,
flores secas reptan sobre el mantel
la sirena de barro sonríe sin ojos.

El trapo limpia sin miramientos
se lleva consigo dolores mudos
palabras no dichas que encogen
la cortina se repliega ensimismada.

Al fondo
en la espera
en la congoja
en la desmemoria
la cotidianidad envuelta
donde la voz se vuelve helio
y fingimos que nada pasó
mientras morimos
lentamente
sin prisa. ♠

Fotografía de Sergio Castellanos
Alba A. Abitia Selvas es médica cirujana por la UNAM y se formó psiquiatra en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz. A ratos se da permiso de ser escritora, poeta y actriz. Le gustan las tardes lluviosas, leer libros, contemplar el mar, beber café con personas queridas. Ha sido integrante del taller de Teatro de la Facultad de Medicina de la UNAM dirigido por Alejandro Godoy, alumna de la técnica en improvisación teatral con la maestra Pilar Villanueva. Es integrante permanente desde el año 2013 del Taller Experimental de Literatura (TeLit), coordinado por la poeta Flora Calderón Ruiz, espacio a partir del cual, ha publicado cuentos en la Revista Cultural Hispanoamericana (Los Ángeles, Ca. 2015, 2016), participó en la antología El experimento (ICBC, Colección Voz de Arena ,2016). Ha disfrutado compartir sus textos en encuentros de escritores como el de Mares de tinta Antonio Mejía de la Garza en Ensenada, B.C. Actualmente, trabaja como psiquiatra especialista en trastornos afectivos y bipolares en la Ciudad de México, e imparte la materia de Medicina psicológica y comunicación, en la licenciatura de médico cirujano de la Facultad de Medicina de la UNAM. Los poemas que aparecen en esta selección son parte del libro Una urna no es una casa (Pinos Alados Ediciones, 2024)

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