Ana Victoria: «Amigos Imaginarios»

 

 

por Jorge Damián Méndez Lozano

 

Ana Victoria Cárdenas Ibarra (Ciudad de México, 1999-) es una artista visual cuya obra compuesta por dibujo, collage, video, pintura y escultura evoca un mundo emanado de su imaginación en el que se entrevera la ficción y la atmósfera onírica, el hogar y sus habitaciones como enigma, el desierto y su inmensidad como misterio, la noche como invocación de seres fantásticos.

Nacida en el centro del país, a los tres años llegó a vivir a la Biosfera El Vizcaíno, ubicada en el centro de la península de Baja California [a 800 kilómetros de La Paz y 660 de Mexicali] la cual colinda con el Golfo de California, al oriente, y el Océano Pacífico, al poniente. Al concluir sus estudios de preparatoria, luego de un lapso de incertidumbre vocacional en el que tenía la certeza de querer ser artista, pero sin saber cómo, se traslada a la capital bajacaliforniana para estudiar la licenciatura en artes plásticas, en la Universidad Autónoma de Baja California. Y es en esta región fronteriza donde ha desarrollado su carrera artística [@anavicc__]; entre sus exposiciones colectivas destacan: Aura (Mexicali, 2022), en CREA-Cultura; Nébula Vol. 2 (Mexicali, 2022), en el Vestíbulo del Teatro de la UABC; y Lunes despierto (Mexicali, 2022), en Cine Curto. De manera paralela ha presentado las exposiciones individuales Hola, soy Mercurio (Tijuana, 2022), en galería Muro Verde y Amigos Imaginarios (Mexicali, 2024), en galería Planta Libre. Actualmente desarrolla el proyecto visual Entre telas y espinas: diálogos en el desierto, auspiciado por el Programa de Apoyo a la Creación y al Desarrollo Artístico (PECDA, 2024), a través del Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

―Vayamos al inicio del «álbum fotográfico» y continuemos con la metáfora, ¿cuáles son tus primeras fotografías?
―Nací en el D.F. y a los tres años me fui a Baja California Sur, de donde es mi familia, ahí viven mis abuelos, en Vizcaíno, que está justo en medio de la península. Siempre digo que Vizcaíno está en medio de la nada, que es puro monte y que no hay nada que hacer; aunque alrededor hay pinturas rupestres y misiones, también está el mar y las ballenas; y por ahí está la carretera Transpeninsular, así que pasas a fuerzas. Ahora que he regresado hay cosas que nunca pensé que habría como un Oxxo, una Coppel, un Autozone. Toda la vida estuve rodeada de arte porque mi mamá y mi abuela son muy creativas. Mi abuela siempre está buscando cómo embellecer el lugar en donde vive; le gusta mucho decorar y si ve algo en la televisión quieres eso y que se lo pinten igual y ella dirige cómo. Mi mamá es fotógrafa y está interesada en la fotografía documental y mi hermana y yo siempre la acompañábamos a donde la invitaran; por ejemplo, si la invitaban a una fiesta le gustaba capturar el detrás de la fiesta más que la fiesta en sí. Con mi mamá siempre he tenido ese rebotar de ideas sobre la creatividad; ella siempre está explorando su parte creativa, siempre tiene esa necesidad; con ella hice una serie de fotos en las que recreaba con mi vestuario mis pinturas y también un tiempo hice maquillaje drag.

―¿En qué etapa de tu vida nacen tus primeros trazos en la pintura y el dibujo?
―Desde muy niña me gustaba crear y me la pasaba dibujando. Recuerdo que en mis primeros años de primaria hacía los exámenes de matemáticas en donde venían esos ejercicios de: «Ramoncito compró tantos limones y naranjas o Juanita compró 10 vestidos y necesita tantos pares de zapatos…»; se trataba de hacer una operación matemática, pero yo me apuraba a terminar el examen para ponerme a dibujar la escena, los vestiditos y colorearlos. Otra cosa que me gustaba de niña era ver caricaturas y dibujar a los personajes que me gustaban como Phineas and Ferb; porque los caricaturistas subían tutoriales a YouTube de cómo dibujar a los personajes y era fácil hacerlos porque los practicaba hasta dibujarlos de memoria. Las muñecas de Monster High también me gustaba dibujarlas y les hacía su ropa. Creo que de niña era muy rara porque me gustaba acomodar a las muñecas haciendo una escena, pero no jugaba con ellas, dejaba que mi hermana jugara y yo les hacía la ropa con una máquina de coser que me regalaron a los 12 años, y como mis manos son pequeñas era fácil que me acomodara para hacer ropa chiquitita. También buscaba tutoriales para hacer la comida de las muñecas, aparte, me gustaba recortar y pegar cosas de revistas y tenía un set de papelería, ese era mi juego favorito, así me divertía. En la preparatoria, como a los 16 años, me regalaron mi primer teléfono y me tomé muy en serio lo de dibujar y me hice un Instagram y eso me obligaba a dibujar y subir algo todo los días; me daban like mi mamá y mi hermana, pero yo era muy feliz subiendo el dibujo que había hecho ese día.

―Mexicali es una tierra de migrantes, en tu caso, ¿por qué llegas a esta frontera y cómo fue tu proceso de adaptación?
―Cuando iba a entrar a la universidad tenía varias opciones. Estaba entre irme a estudiar a La Paz, Tijuana o Mexicali, pero no estaba segura de la carrera. Arquitectura, diseño industrial, diseño gráfico, ninguna me convencía, yo quería hacer algo creativo, ser artista, pero no sabía que artes plásticas era algo que pudiera estudiar como licenciatura. Fue gracioso, un día llega mi mamá y me dice que ya sabe lo que voy a estudiar y que me va a gustar; revisé la carrera de artes plásticas y lo que se hacía y supe que era exactamente lo que yo quería; entré a la Facultad de Artes en el 2018 y salí en 2023.

    Venir a estudiar a la frontera, conocer gente e involucrarme en actividades a las que no estaba acostumbrada, me hizo salir de mi zona de confort. En Vizcaíno de la escuela me iba a mi casa a dibujar y casi no salía. Soy muy tímida y venir fue difícil porque me obligué a salir al mundo. Cuando llegué a Mexicali fue un choque porque todos hablaban de la frontera, de la migración, de esos temas sociales y yo me sentía rara porque estaba pintando mis personajes sacados de mi imaginación o de las caricaturas. Mucha de mi producción sale de mí porque yo me encierro y lo que suceda afuera de mí no es algo que traduzca, solamente lo que está en mi interior es lo que uso para crear.

―En tu obra la presencia de seres imaginarios me lleva a pensar en la infancia, una etapa en la que algunas personas crean personajes ficticios.
―De hecho me cuenta mi mamá que cuando estaba chiquita, en el kinder, tenía amigos imaginarios. Ahora mucha de mi producción tiene que ver con seres y personajes que salen de mi imaginación, soy una persona que está mucho en su mente, en mi mundo. Creo que fui una persona que tardó en crecer. En la secundaria veía caricaturas y jugaba con mis muñecas haciéndoles ropita, accesorios, comidita. No tenía amigos de mi edad, no iba a fiestas y siempre me llevé mejor con mis primos más chicos que con los de mi edad; tendía a ser más de mi interés lo que era más infantil.

―Tu exposición Hola, soy Mercurio, es precisamente sobre un personaje imaginario, ¿cómo surge?
―Mercurio fue uno de los primeros personajes que hice, primero como dibujo y después en escultura suave; utilicé una sábana y la rellené de almohada y de cosas que tenía en mi casa, aparte, lo pinté con pintura acrílica. Esa exposición estuvo enfocada sólo en Mercurio [otros personajes son: Saturno, Serena, Benito]. Fui invitada por Muro Verde de Tijuana, que dirige Omar Khalid y Angélica Omaña. Un día visitaron la facultad de artes en Mexicali y yo había llevado a la escuela a Mercurio, que es más alto que yo de estatura; a veces lo llevaba a pasear, a tomarle fotos, a sentarlo en mi clase. Los vi en la escuela y como no los conocía me acerqué a saludarlos y se les hizo muy cool la escultura. Después ellos hicieron una convocatoria, participé y cuando me contestaron me dijeron: «¿Tú eres la chica del marciano?». Al final me invitaron a participar, me dieron fecha de exposición y me puse a trabajar en eso. A Mercurio lo había hecho en el verano de 2019 y recuerdo que fui con mi mamá y mi hermana de vacaciones a la Ciudad de México para conocer dónde nací. Me llevé a Mercurio en el avión, doblado, como si fuera almohada. Estando allá nos acompañó a todas partes, a la iglesia y a los museos y no me dejaban pasar con él y lo dejábamos en la recepción. Era muy divertido escuchar los comentarios de la gente porque unos decían que era un vampiro, otros un marciano, un alien y en realidad es sólo un ser imaginario. El nombre se lo puso mi abuela porque dijo que tenía cara de Mercurio, y me gustó.

―Una de tus últimas exposiciones individuales es Amigos imaginarios, que presentaste en galería Planta Libre, ¿cómo la desarrollaste?
― Toda la producción que hice en la universidad fue sobre los amigos imaginarios, cada proyecto trataba de ligarlo a esa historia. El proyecto ya lo había empezado un poco antes de entrar a la universidad; tomaba fotos con mi mamá y jugábamos a crear escenarios y nos maquillábamos. Mi mamá tiene una serie de fotos que se llama La vida cotidiana y tiene un personaje que es La Vaca: se trata de un cráneo de vaca que se pone en la cabeza y se viste con un huipil y ese es el vestuario; yo pinté el cráneo y después lo integré a los personajes de mis pinturas; una vez fuimos a tomar fotos y le inventamos un historia de que es un alien y llegó de otro planeta y viene en paz. A partir de esos juegos creativos y de tomar fotos surgió este mundo de los amigos imaginarios porque a veces bromeábamos con que tal cosa estaría cool para tal personaje y comenzamos a ligar historias de personajes inventados y a veces nos tomábamos fotos con máscaras.

   A esa exposición me invitó una amiga, Sofía Domínguez, que dirige Cuarto Creciente [@cuarto_creciente__], ella me dijo que le interesaba que presentara Amigos Imaginarios. Esa exposición fue en enero 2024 en la galería Planta Libre [@plantalibre.mxl], pero sólo duró tres días, de jueves a domingo, porque se quemó el lugar de al lado de la galería [una cuartería contigua en donde vivían miembros de la comunidad haitiana se incendió y el fuego alcanzó el techo de la galería]. Parte de la obra se quemó con una briznita de fuego, pero lo que más le hizo daño fue el agua, aunque los bomberos tuvieron la delicadeza de retirar unas cosas, pero después aventaron agua y sí se dañaron algunas cosas.

―En algunas piezas abordas el tema de la muerte, como en La visita (2023), El visitante (2023) y Rutina diaria para una dentadura perfecta (2024), y la abducción, que es el caso de Forastero (2024), ¿por qué el interés en estos dos asuntos?
―Puede ser que la muerte tenga lugar en mi obra. Sí, pinto la muerte, me gustan las escenas del día de los muertos y a veces pinto el altar y algunas aves muertas. He estado tratando de estar en paz en mi relación con la muerte y obviamente es un tema complicado, pero trato de ser neutral al respecto porque la ausencia es muy difícil. Sobre la abducción, me gusta su estética. En mis pinturas más que abducciones son seres que llegan a la tierra y me parece gracioso y divertido invertir eso, no es tanto un secuestro sino alguien que llega de visita, pero me gusta mucho esa estética de los aliens.

―Sobre el proceso de trabajo, ¿cuáles son las etapas por las que caminas en busca de la inspiración, de la creatividad?
―Hay muchas cosas muy complicadas en el proceso creativo. A veces encontrarme en ese mood de sentarme a crear y el obligarme a tener una rutina para hacerlo es muy difícil. Batallo mucho para levantarme en la mañana, como hasta las nueve y media puedo empezar a existir porque antes soy un zombie, pero conforme pasa el día voy teniendo más energía para crear; porque no es fácil crear inmediatamente, primero tengo que existir un ratito y hacer otras cosas. Ya cuando empieza a oscurecer estoy más activa y a partir de ahí trabajo varias horas; y hasta que esté exhausta me voy a dormir, pero me gusta dejar listo lo que trabajé para el otro día. Mi habitación es mi estudio, ahí tengo mi máquina de coser y mi material, pero a veces pinto en la sala.

―Cuando conocí tu trabajo pensé en la obra de la pintora Remedios Varo, ¿quiénes son tus influencias artísticas?
―Cuando era chica me gustaba Frida Kalho (Ciudad de México, 1907-Ciudad de México, 1954), en mi casa había muchas pinturas de ella, pero después creo que se volvió como un producto kitsch, pero me gustaba. Ahora me gustan mucho las artistas surrealistas como Remedios Varo (Anglés, España, 1908-Ciudad de México, 1963), Dorothea Tanning (Galesburg, Illinois, 1910-Manhattan, Nueva York, 2012), Leonor Fini (Buenos Aires, Argentina, 1907-París, Francia, 1996). Para mi obra tomo cosas de la animación de las caricaturas que me gustan, aparte, sigo a muchos artistas actuales en Instagram y a mis amigos, todos ellos pueden ser una influencia.

―En 2024 obtuviste la beca PECDA, con la que actualmente desarrollas el proyecto Entre telas y espinas: diálogos en el desierto; ¿en qué consiste?
―Se trata de una serie de tapices, piezas textiles, de la flora del entorno del desierto en donde crecí. Me interesa mucho la estética del entorno: las plantas, las sensaciones que evoca y quise traerlo al textil. Ya tomé fotos de las plantas en la zona del Vizcaíno, hice registro y notas de lo que me interesa de las texturas, de los colores. Tengo emociones y sensaciones relacionadas a ese entorno porque ahí crecí y vi crecer a mi familia, aparte, siempre ha sido el escenario en donde me ocurren las cosas y las historias que conozco. Recuerdo cuando hacía viajes solamente con mis abuelos y mi hermana a las misiones de Santa Gertrudis [fundada en 1751 y construida por el indígena ciego Andrés Comanjí] y de San Ignacio [fundada en 1728 y construida por el misionero y explorador croata, Fernando Konzag] y mi abuelo ponía música y yo veía el paisaje, pero cuando eres niño se te hace aburrido y solamente piensas que ya quieres llegar. Ahora que regreso en autobús a Vizcaíno sólo pienso en lo bonito que es. ♠

Todas las fotografías fueron proporcionadas por Ana Victoria, con excepción de la primera después de la portada, que fue realizada por el entrevistador

Jorge Damián Méndez Lozano nació en Mexicali. Siente una profunda emoción por la noche, los excesos y la comida china consumida de madrugada en alguna fonda oriental de la capital bajacaliforniana, en donde, mientras mastica, escucha sin entender absolutamente nada el mandarín o cantonés en que se comunica el personal de la cocina. Ha colaborado en las revistas internacionales Vice, Munchies y Creators. Textos suyo han sido publicados en las revistas: Generación, Crónica Sonora, Animal Gourmet, Infobae, The Clinic, Vanguardia, UABC Radio, Erizo, Sin Embargo, Neotraba, Publímetro, Excélsior, Diez4, Semanario Contraseña, Debate, Periódico Central, W Radio, El Mexicano y Siete Días. Ha laborado como docente en la Universidad del Valle de México, en el área de humanidades.

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