BAJO RAÍZ
Hay una escalera en la cocina que da al sótano
allí es donde enterramos a nuestros muertos
para que siempre eclosionen en el verano
el calor los revive de una oleada
los adultera, edita sus cenizas y sus dolores
allí, en el sigilo del bajo mundo entre la polvareda
como halos encendidos danzan a hueso roto
olfateando la cena y la tiniebla
falsifican la especia intrínseca de la noche
chupan y desgarran el esmalte del seno
por si nuestra dimensión lo permite, veamos
el grosor de su estirpe, la huella en el tiempo
parpadeando
allí, se revuelven, beben del licor del moho
mastican al insecto como al pan una vez
reverdecen en el sosiego estival
se intercambian los cuerpos
alteran su linaje de manera momentánea
como ritual reviven el vigor pasado
se meten unos a los otros en una misma figura
pierden el pudor que trae lo mortecino
tienen ese sexo parecido al de las flores
se polinizan en cada ráfaga de viento
de la migaja hacen esa ceremonia de vida
donde sólo el valiente se atrevió a sangrarlo todo
ellos, nuestros muertos saludables
han hecho un desorden con el alba
trafican la nada para calmar el bullicio
de la amargura añeja
como matorrales trepan por las paredes
con sutileza y precisión de ultratumba
palpan la superficie con lo etéreo de sus manos
se hacen mantillo espontáneo sobre la memoria
de una fiesta de estío y hace espanto
EN UN OCASO CUALQUIERA
En el patio, a contrasol
hay un tendedero de ropa funesto
en él cuelgan tres trajes, dos de ellos
fermentados de mar y epilépticos
el otro, deforme por la radiación que lo traspasa
es una historia incompleta en el gentil oscilar
de su tela
son fantasmas que palpitan
y riegan el espesor de la materia
sin temor a su deformidad
como el traje de la derecha más cercano al alba
con su secuencia negra entre la cadencia
de todo lo que se perdió
la unión de todas esas arrugas
y declives
hacen la simetría perfecta
ya no hay pasado ni tejido que nos habite
lo mórbido es la única belleza que tiene sentido
como ese cuarto traje que ignoramos
desolado y digital
que el viento dejó bajo la sombra del guayabo
lleno de un fulgor extraño, bebiendo del suelo
los temblores
SIGNO DE JULIO
La sed de julio fue un alivio
la bifurcación en el tiempo
donde la danza nunca ocurrió
la retrospectiva, la delicada arruga
como una orilla de un labio muerto
o de una ruina que crea una memoria
donde se forma otra raza de elementos
fingiendo una condición humana
en medio del efluvio de la ceniza
perdíamos la gracia y el verano
-Jonatán Reyes
Jonatán Reyes (San Juan, Puerto Rico, 1984). Ha publicado Hologramas Exiliados (plaquette, 2012) y los libros Actias Luna (2013), Aduana (2014), Sunny Sonata (2014) Filmina (2016), Perdíamos la gracia y el verano (2017). Su poesía ha sido publicada en diversas revistas internacionales de literatura y poesía, de países como, Colombia, Argentina, Venezuela, España, Grecia, Italia, Brasil, Ecuador, Estados Unidos, y México. Parte de su trabajo ha sido un incluido en varias antologías internacionales, como la Antología de Poetas Latinoamericanos (Imaginante Editorial, Argentina, 2015) y Voces de América Latina (Mediaisla Editores, New York, 2016). Lo han invitado a diversos festivales y encuentros de poesía, entre ellos, al I encuentro latinoamericano de poetas del Itsmo y II Festival Internacional de lectura Agua Dulce Caracola (México, 2015), al IX Festival Internacional de Poesía del Caribe (PoeMaRío) en Barranquilla, Colombia, y al V Festival Latinoamericano de Poesía Ciudad de Nueva York. Es finalista del III y del IV Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, y también es finalista del Premio de Poesía Internacional Francisco de Aldana con su libro “El oleaje que nos deshace”. Recientemente preparó la antología bilingüe (español/portugués) “Del Triángulo de las Bermudas a Lisboa: 18 poetas puertorriqueños” que se publicó en la revista colombiana Otro Páramo. Su poesía ha sido traducida al italiano, griego, inglés y portugués.