a nadie ahí le importaba un carajo Dustin Hoffman

 

1.
Dejé la escuela y me fui a vivir a East Hastings con los demás fantasmas.
Aquel hotel mausoleo
me abrió sus puertas
como a un hijo que vuelve de la guerra perturbado
pero lleno de gratitud.
Tres pisos de gris angostura
montada encima de una carnicería
donde las moscas bailaban en líneas
la danza que junta a los vaqueros
bajo el hospicio
de la cabeza de cerdo
que flotaba, divina,
en el cielo del escaparate.
Cabeza de neón rosa
¿sólo a mí me cerraste el ojo?
¿sólo yo soñé
que tú intercedías por nosotros,
los niños muertos
de East Hastings?

4.
Soy el extraño.
Me han dado el último cuarto
junto a la escalera de incendios.
Quiero ser como ellos,
quiero una familia.
“No puedes ser como nosotros,
tú eres como él.”
Señalan con el dedo al Hombre Invisible.
El Hombre Invisible no habla con nadie.
Se desliza con rapidez en línea recta.
Cuando gira sólo gira noventa grados.
Sólo es visto de perfil.
Va enfundado en gabardina, gorra y lentes negros.
El Hombre Invisible es un jeroglífico humano.
Un día lo seguí por la calle.
El Hombre Invisible dio vuelta en una esquina,
luego en otra y luego en otra
y caminó veloz de vuelta al hotel.
Pero por un instante lo vi quitarse las gafas:
era el doble de Dustin Hoffman.
“¿Se han dado cuenta que el Hombre Invisible
es idéntico a Dustin Hoffman?”

Pero a nadie ahí le importaba un carajo Dustin Hoffman.

7.
Cómo puedo describir Vancouver
si apenas sé describir una silla.

Hay un océano enfrente
y una isla que separa
a los monstruos.
¿Qué pasaría si no hubiera una isla?
¿Se comería el mar a Vancouver?
¿La dormiría en su pecho?

Aquí todo es limpio y estéril,
toneladas de aburrimiento vertical
en el distrito financiero.
Los nuevos tótems no tienen la gracia
de los antiguos—
¿qué es un tótem sin sus animales?
Es la ciudad de Vancouver.

Mejor no vengas.

9.
Hay color en Vancouver,
hay grises y blancos.
Mucho gris, sobre todo.

Un azul deprimido.

Hay también mucho verde, sabes,
a los canadienses les salen árboles
de todas partes.
Pero sólo en verano el verde sale a pregonar.

El resto del año el cielo es un glaucoma

un velo mortuorio hecho de asbestos

un burócrata que te va aplastando lento,
sin que te duela.

 

—Eduardo Padilla

 

Poemas del nuevo libro de Eduardo Padilla, Hotel Hastings(Cinosargo Ediciones, 2018)

 


Eduardo Padilla (Vancouver, 1976) es autor de Wang Vector (Ornitorrinco), Zimbabwe (El Billar de Lucrecia), Minoica (escrito en colaboración con Ángel Ortuño, publicado en la editorial Bonobos), Mausoleo y áreas colindantes (La Rana), Blitz (filodecaballos), Un gran accidente (Bongo Books) y la antología Paladines de la Auto-Asfixia Erótica (Bongo Books).

Déjanos un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*