LA OVEJA NEGRA
Emboscado y bajo el yugo de mi padre
dejé mis apellidos como sal
sobre la mesa.
La puerta era el oni
del que me hablaron desde niño,
al darle muerte
aseguré la continuidad de esa leyenda.
(Las ventanas me dicen adiós
y no me importa).
Sembré la ceniza de mis ancestros
en el mismísimo suelo de casa,
empecé a temerle
a los dedos índices que señalan,
a las miradas con forma de desagüe,
a las palabras que se dicen
cuando los golpes se agotan.
Y hui como las liebres al escuchar
el crujido del ramaje
o el susurro de las armas.
Hui en el momento
en que el mundo entró a casa
y mi familia bautizó
todos los males con mi nombre.
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ÁRBOL
Fácil:
un terco árbol que ya no quiera crecer. Uno apesadumbrado, sin fruto, sin trapecios ni grafitis de navaja y cuyos nidos sólo sean lechos de paja sosteniendo ruinas de cascarón. Un árbol no sembrado en este siglo de infortunios; uno que sea en sí la escultura del infortunio o la X en el mapa de un tesoro enterrado que nadie quiera buscar. Un árbol lo suficientemente terrorífico para que no se acerquen niños, ni turistas, ni reyes, ni perros con mal de orina y mal de amor. Un árbol en el que la polilla no muera y muestre el ciclo del polvo; uno con pie de trinchera y amarronamiento; uno sin nombre, innombrable, que nazis, celtas y sajones no conozcan. Un árbol cuyas raíces embalsamen mi cuerpo de ceniza y no lo dejen despertar. Un árbol en Sussex, por ejemplo…
un árbol, Leonard; un árbol, mi amor.
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CO
El vodka es agua viva
y es ideal tomarlo antes de matarse
o al volar;
confiere un balanceo
sutil y frío, como de cadáver
trasladado en su ataúd
o princesa virgen al sacrificio.
Disminuir el peso es indispensable
en esta empresa de morirse,
al menos el peso que no es indispensable:
bronce, plata y oro.
Fumar es una posibilidad,
ya sabes, ennegrecer los pulmones,
morir de humo
pero eso implica mucha noche, mucho quebranto;
un tiro en la sien, no, es violento;
cortar las venas es melodramático;
saltar desde un acantilado
es poco original,
a menos que quieras que unan tus trozos de carne
como si fueras,
hubieras sido,
un rompecabezas de sangre,
palabras y huesos: ¿Lo eres?
Encerrarse en el auto, encenderlo e impactarse
contra el primer muro, no.
Encender el auto, dejar que el monóxido de carbono
realice su tarea silenciosa,
remar hacia Dios con los brazos dislocados,
con la mirada blanqueada,
y temblar por última vez,
quizás.
—Luis Alfredo Gastélum
Luis Alfredo Gastélum (1982) Nació en Ruiz Cortines, Sinaloa. Radica en Tijuana. Es autor de los poemarios Santa Maguana Motel (Chuparrosa/UABC, 2008), Heredad de piedras (ICBC, 2011), Señor Couch Potato (Tierra Adentro, 2012), Caza Mayor (Cuadrivio, 2016) y Yo, superhéroe (ISIC, 2017).