MDRN // SAMPLES

 

 

Post-aeternum

El cielo,                                     medida de uno mismo,
abre sus manos – derrama el tiempo
entre sus rosáceos dedos y montañas.

El polvo,                                  resabio de la tarde,
hace del albor la piedra,
los rincones del pasado – se quiebran.

La cama,                                  útil para levantarse,
es el trono de un camino triunfal
al que has vuelto a andar, ileso.

La retórica en la almohada,
el castañar de su mandorla.       Ya, vienen por ti.
[…] la hojilla de sauce cruza, justo, tu ventana.

Tomas el sombrero,                     copa de tu piel,
te inmolas Lázaro, las piernas,
y limpias, Eneas, la premura.

El espejo                                       impele la mirada,
y tú eres un muñeco sin tesoro,
                     simpleza del aire,
                    sombras en el hueco,
                    funda de tela.

Con razón,                                    extraña urdimbre,
eras famoso por tus sábanas,
y la forma en que preparas las comidas.

Algún día,                                    inmortalidad,
serás buen hombre,
dejarás al autobús andar sin esperarte.

Por dejarte hacia el olvido,      siempre nuevo,
una vez que te hayas ido,
no quedará de ti un solo momento.

El mundo                                    será yerto,
pues ni Vallejo levanta al hombre
que rechaza su cuerpo              moribundo.

Dejarás crecer la tarde,
y la hojilla cruzara sólo            una ventana.
¿Qué harás hasta entonces?

Rosa de alabastro,                    grieta,
marzo en el asfalto:                 me he cansado de invocarte.

Por favor,                                 despierta.

[…]

Al final de la jornada

*

Mi frente se ilumina con las uvas
gemas de la tierra despertada,
luz de sangiovese,
tintórea manifestación de las corrientes
que hacen el destino y la alborada.

Reflejo del ciclo divinal,
sublunar corona,
soy artífice,
soy falso laurel a la convicción,
soy espejo de los ávidos pulmones
que yerguen el fuego de mis manos.

Florecen dianas en mi espalda
que abren con el peso de otro clima,
Júpiter destruye a ramos
las postas de mi cosecha,
hechas mina, causa de la saciedad
que pagan los desobedientes.

El vapor de su estatura,
ira de los jueves matinales,
arrebata el abrazo de la noche
a las ramillas de mi cabeza,
desfallecen con la evocación
de la enorme torpeza diurna,
irrenunciable piedra-claridad.

                 De pronto, silencios

                 Una semilla disidente
                            resiste el caro brillo de nuestro padre,

                recorre mi mentón
                                        con irónica mediocridad,

    renuncia juvenil a la vida,
                                       cierra los ojos,

                                   subyace.

Hiere al día,
el sol sangra sobre la tierra
y hace de mi pico puños,
mis brazos
siembra de propósitos ajenos,
ahora son antípodas, pináculos.

El rumor de la suave perla
anuncia el círculo perfecto,
la tierra se hace cima,
Júpiter: hermano.

Sangre de nuestra sangre,
la vanidad de las uvas
menos que espejos-brillos
será nuestro alimento,
juventud, sanguis jovis.

Divina jornada semanal,
hombre md_rno
jornalero,
prole del anhelo vestido de papeles:
Siembra las uvas de tu frente
en la fuente fértil de tu carne.

Reconquista tiempo
al paso de tus raíces,
entiérrate a ti mismo
y florece en tu escritorio,
nombre propio,
historia, mes, Julio,
el trabajo de los otros,
justicia, vida, agua, casa,
                                  jueves,
                                 techo.
                                cama,

Utopía infinita
en tu mañana desbordada,
el sueño,
la mirada en la ventana,
el cielo de la noche enfermo.

La imagen de tu voluntad,
sonriente caos, desenfreno,
libertad ardiente,
sueño sin corbata,
amor sin vestiduras,
alpargatas remojando el cigarrillo:

Pórtico.

Dos perros
corriendo libres,
pasto,
la mano de una mujer,
          la tuya,
                       él,
        ella.

El llanto de las uvas
recorre tu garganta:

última fuente,
último trago de tinta,
último signo.

Amor,
ya eras eterna.

Modrnipity

Suspenso,
el sonido del (paréntesis)
recargado en las ideas,
destino de nadie,
sustancia           motivada
                           no-moviente,
apuesta común desarraigada,
experiencia conjunta
del dolor
sin lo doliente.

Consenso y asamblea
en el sepulcro de las leyes,
mano dura del letargo,
pasta del horario
fijo en las paredes.

Frontera prometida,
bebe de una vez
el último calendario,
descubre tus pasos
entre la bruma,
estás en la puerta,
sorprende a tus pies
con la mirada,
          -pausa-
reconoce la      entrañable
                         virtud de tus zapatos.

Polvo en el cabello,
canto reseco del agobio
al ritmo sostenido
de las calles, la ciudad,
aullido negro entre las líneas
de una hora experimental.

Vagones hermanados
entre maldiciones,
                                      silencios,
farolas peregrinas
de un ensueño marginal,
divina parva de
            risas
suspendidas
sobre una cama
de suspiros.

                           Alabado

corazón de lidia
vestido de pavesa,
toma mi pecho,
alimenta tus mañanas.

Gran tormenta,
bosque opíparo
de mil doscientas zarzas
que nos das la tarde:

no seré yo quien te detenga.

2018//Juventud, vence.

No tengo cabeza,
me quedan
dos, tres maneras de decirte,
nada más,
lo docto, la ignorancia,
lo mismo, lo otro, lo dispar,
perseverancia sobre el lodo,
mancha de nuestra gloriosa
selva de cristal.

Tres, cuatro cosas para recordarte
en tu cuarto,
mirando al techo pensando
lo rápido que cruzan el desierto
las manecillas de tus pies.

El espeso rastro del anhelo
que nos impide respirar,
tenis del furioso centinela,
trenes sobre un riel de hojas secas.

Te recibirá
el quinqué del guardagujas,
ardiente,
los brazos: libros,
las manos: guerras,
y el abrazo: enigma de Horus
en la forma de tu gente
te llamará para ser gigante
con él y los demás vencidos.

Allá serás por siempre perdonado,
en la fosa de todos mis errores,
recordado por tu inocencia,
                  mexicano
                  clavel de parque,
cautiverio, error,
ilusión madre de la voluntad
de tus jardineros.

Sembraré mis crisantemos
en tu mausoleo de latón,
fondo de remanso negro
tragahuesos,
donde nadan los ensueños,
donde hierven los “hubieras”
desparpajados.

Ausencia, levadura de la sospecha
sobre las banquetas inflamadas,
antiguas, pueblos mágicos del olvi(dado),
levantan la ciudad de la consolación
y el brazo dormido
eterno pernoctante
             hacia el cielo.

Perdónanos a todos
hijo mío.

Busca un surco
semilla,
y antes de no volver jamás,
            mira tu mano
                          para
          saber
                        si
                 tiembla,
y no olvides
que lo que nos devora
           son
y serán siempre
los seísmos de nuestro cuerpo.

 

—Luis Arístides R. S.

 


Luis Arístides R. S. (Pachuca de Soto, 1990) Escritor y poeta, egresado de Filosofía por la Universidad del Claustro de Sor Juana, estudiante de la maestría en ciencias de la complejidad, con enfoque en ciencias sociales y humanidades.
  Fundador de Colectivo DUBIUS de poesía, relato y filosofía; ha publicado ensayos académicos y literarios en revistas como Ruta Arte y Cultura (RAC) de la Universidad de la Comunicación, Revista TN, Comité 1973,Artículo 39, Reflexiones Marginales, entre otras.

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