PEDIGRÍ
Todos ustedes, ¿ven?, descendientes de aztecas
o españoles,
deberían sentirse
avergonzados.
No menciono más etnias porque se me echa a perder
la oscura referencia al pasodoble
de Silverio Pérez.
Mi estatura moral es delirante: yo descendí de un rayo
desde Alfa Centauri
para ver cómo hacían sus cochinadas
y torpezas.
Lo hice porque estaba aburrido. Mi
civilización
excelsa
extinguió a millones de idiotas como ustedes
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FELICIDAD
Disfruto que los sabihondos me regañen.
Me excita que los autos se salten los semáforos
y casi me atropellen.
Subo al cielo cada vez que la puerta del camión me prensa
como la mano de King Kong.
¿Que un ciclista invade la banqueta? Me vuelvo san Francisco
de Asís y digo: hermano, ven acá que te matan
esas bestias de la explosión interna. Y además, ¡qué piernas!
El aire huele a mierda. Esto es vida.
A ver, ahora,
arruínenme el día…
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TE OLVIDARÁN EN UNOS CUANTOS MINUTOS
Cualquier otra reacción
sería considerada
patológica.
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QUIERO QUE ME CONOZCAS
En realidad,
no es cierto.
Porque eso sería
tirar a la basura las horas que me paso
practicando
para insinuar, discreto, algunas cosas:
1. que colecciono armas, que sé
usarlas.
2. que solamente tuve un triciclo y fue hace muchos
años, qué esperanzas que sepa andar en moto!
3. que cojeo, que escribo
lindos poemas confesionales.
Pensándolo mejor,
olvídate hasta el título de esto.
—Ángel Ortuño
Ángel Ortuño nació en 1969, en Guadalajara, pero ya corrigió ese error y ahora vive en Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco. Ha publicado una decena de libros de versos. Sigue sin corregir ese error.