La favorita

 

por Alberto Villaescusa Rico

 

 

(The Favourite; Yorgos Lanthimos, 2019)

El cine de época, sobre todo aquel que se especializa en la realeza y la nobleza de cualquier periodo, es frecuentemente criticado por su tendencia a suavizar el sentir y el pensar de los tiempos que retrata. No es por nada. El pasado que reconstruye suele ser romántico, confundiendo opulencia y elegancia con un estilo de vida más simple, malinterpretando valores conservadores como una pureza e inocencia en la que la mera mención del sexo basta para que cualquiera se sonroje. Las películas no tienen obligación de ser totalmente fieles a la realidad; fantasías de este tipo son parte de lo que hace al medio tan especial. Pero de vez en cuando uno quisiera que por lo menos una de ellas reconociera que vivir en cualquier periodo previo al feminismo y la democracia, medicina e higiene modernas debió haber sido una pesadilla.

     Yorgos Lanthimos, el director griego detrás de La langosta y El sacrificio de un ciervo sagrado, es el cineasta ideal para poner estas convenciones de cabeza. La favorita, su película más reciente, está basada en la vida real de la reina de Gran Bretaña y su círculo cercano; el guión, de Deborah Davis y Tony McNamara, podría haber sido llevado a la gran pantalla por diferentes directores, pero pocos se atreverían a hacerla realidad de manera tan sucia (moral y físicamente) como Lanthimos lo hace aquí.

    Corre el año de 1708 y la reina Ana (Olivia Colman) ocupa el trono. Caprichosa y afligida por la gota, ella está más interesada en materias personales que en que su reino triunfe sobre Francia en la Guerra de Sucesión Española. El conflicto ha obligado a Gran Bretaña a ahorrar cada centavo, pero ella aun así decide sorprender a Sarah Churchill (Rachel Weisz), la esposa de duque de Marlborough (Mark Gatiss), construyéndole un magnífico palacio. 

      Sarah es la confidente y consejera de la reina y, detrás de las paredes de su habitación, también su amante secreta. Pero hay razones para sospechar de sus motivos. Dado que su esposo es uno de los principales comandantes de una guerra poco popular entre los terratenientes británicos y los políticos Tory en el parlamento, Sarah tiene una vía directa para influir en las decisiones de la corona.

         La privilegiada posición de Sarah se vuelve más difícil de mantener una vez que su prima, Abigail Hill (Emma Stone), llega al palacio solicitando empleo. Su padre, alguna vez un próspero comerciante, perdió su fortuna y a su hija jugando a las cartas. Pero Abigail es ambiciosa y tenaz, capaz de manipular y fingir inocencia, y está dispuesta a todo para recuperar su título nobiliario y la generosa dotación económica que viene acompañada de éste. Hacerlo requiere ganarse el favor de la reina, lo que por supuesto significa desplazar a Sarah de su lugar.

***

La Academia, típicamente timorata, le concedió a La favorita diez nominaciones al Oscar, algo sorprendente para una película fascinada con el sexo. No es sólo que ésta se trate de un triángulo de amor lésbico, sino que el sexo está presente en prácticamente cada una de sus escenas; si sus personajes no están teniendo relaciones, están tratando de tenerlas o insertando el tema en la conversación como si no fuera gran cosa. Conocemos a Abigail en un viaje en carruaje en el que un hombre le sonríe y visiblemente se lleva la mano a los genitales (y ésta es apenas la primera vez que Abigail se ve involucrada en la masturbación de un hombre). Y a lo largo de la película, ella trata de esquivar los “coqueteos” del barón Samuel Masham (Joe Alwyn), un “caballero” (sus palabras, no la mía) que un momento la sorprende en su habitación y después se le abalanza mientras ella está leyendo en el bosque.

  Escenas como ésta podrían fácilmente volverse incómodas si su trío central no fuera tan hábil para manipularse entre sí y a los hombres a su alrededor; si sus papeles hubieran quedado en manos de actrices menos capaces para demostrar poder y astucia. Stone, la única intérprete no inglesa del elenco, es especialmente sorprendente (es más, su origen estadounidense apuntala la idea de que es una fuerza externa llegada para socavar la tranquilidad del palacio; que de alguna manera no pertenece ahí). Su actuación es una mezcla de encanto y veneno, pero ayuda, por supuesto, que el guión les dé a sus personajes escena tras escena ricas en subtexto. Las que comparten Sarah y Abigail Destacan sobre todo porque son dos mujeres peleadas a morir que deben mantener la apariencia de civilidad aun cuando practican tiro con pistolas en los jardines del palacio.

   El que la reina Ana se deje encelar y manipular tan efectivamente por las dos mujeres que compiten por sus afectos le añade una capa adicional de humor a la película. Más divertido aun es que sus caprichos terminen teniendo repercusiones mayúsculas para la política británica. Su decisión de mantener o aumentar los impuestos de propiedad tiene menos que ver con los argumentos del miembro del parlamento Robert Harley (Nicholas Hoult, deliciosamente decadente), quien le advierte de la posibilidad de que los británicos frustrados se levanten en armas, que con si quiere o no molestar a Sarah.

   Lanthimos y el director de fotografía, Robbie Ryan, saben lo absurdo que es todo esto, así que capturan la película dando preferencia a tomas de gran angular y colocando la cámara desde abajo. Vistos de esta manera, sus espacios y personajes se vuelven grotescos, casi caricaturescos. La cámara lenta se reserva para acentuar lo anticuado de rituales como la reina colocándose su traje para cabalgar (que es llevado a su recámara en un soporte diseñado específicamente para ese propósito), una carrera de patos o la nobleza tirando naranjas a un hombre desnudo. Los escenarios barrocos no sólo son apropiados para la época, sino que también refuerzan la idea de que éste es un mundo de un exceso obsceno. 

    Lanthimos es frecuentemente halagado por su oscuro sentido del humor, pero si algo queda claro viendo La favorita es que también tiene un don para un tipo de comedia más tradicional. La escena en que Abigail se escabulle del cuarto de la reina mientras ella se encuentra ahí con Sarah es quizá uno de los chistes mejor construidos en una película reciente: desde el extenso plano abierto al movimiento corporal de Stone, cada decisión aumenta lo incómodo y ridículo de la situación. Y es que a pesar de sus intencionalmente desagradables juegos con la técnica cinematográfica y el cinismo político (y su inexplicable final), La favorita resulta una película sorprendentemente entretenida y hasta simpática (desde cierto punto de vista). Es una experiencia genuinamente emotiva porque se burla de los problemas de la nobleza y encuentra un verdadero hilo de humanidad en sus odiosos personajes y sus estrafalarios entornos. Nótese la forma en que sugiere el trasfondo de abuso sexual de Abigail, no mostrándolo, sino enfocándose en la determinada mirada de Abigail, y por cómo lentamente revela, a pesar de sus horribles maquinaciones, el deseo de Sarah y la reina Ana por afecto de verdad.

★★★★1/2 

 

 

 

Alberto Villaescusa Rico (Ensenada) Estudiante de comunicación que de alguna forma se tropezó dentro de una carrera semi-formal como crítico de cine. Propietario del blog Pegado a la butaca. Colaborador en Esquina del Cine y Radio Fórmula Tijuana.

 

 

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