Moon Safari

 

 

 

por Einar Salcedo

 

 

 

Hace diez años que no la veo. Sólo me quedan sus objetos y entre ellos está el álbum de su grupo favorito. Quiero escucharlo para recordarla de nuevo, aquí sentado en su silla.

Track 01- La femme d’argent

     Era la segunda vez que viajaba a la luna. Desde ahí, en la franja  donde se divide la tierra iluminada de la que nunca deja las penumbras, los colores parecían estar más vivos, quizás sea que en la luna el cielo siempre es negro y la vista puede profundizar en la infinitud del universo. La tranquilidad del paisaje procuraba el sano ejercicio de la imaginación: los cometas volaban en parvadas, los ilónicos saludaban a la mañana y las tres lunas moradas que giran alrededor del planeta de cristal lanzaban auroras boreales a los tripulantes de la nave J-B Dunckel. Desde allá miraba a Elba tomar té verde al tiempo que acariciaba la ausencia de su pierna izquierda. 

     A bordo de La dama de plata  atravesé el corto trecho de espacio sideral que separa la tierra de la luna. Llevé conmigo el telescopio que me regaló Elba en mi cumpleaños, pues  su largo alcance podía encontrar los objetos perdidos en cualquier estrella: una lupa en Caronte, un llavero en Alphax y los aretes de mi madre en Zayex. En esa ocasión sólo buscaba la tarjeta de memoria que había perdido en mi pasada expedición al desierto del Agre; región oscura, pero afortunadamente el telescopio contaba con una mira infraroja poderosísima, capaz de encontrar los agujeros negros que están enterrados en las arenas. Hay que tener cuidado, pues una vez metido el ojo en uno de estos, las consecuencias pueden ser irremediables. Elba lo sabía muy bien, su padre no tuvo las precauciones necesarias y desapareció irremediablemente por la mirilla de su telescopio nuclear, mientras estudiaba la conducta de los quasares en la región de Pftalia.

 

Track 02- Sexy Boy

     En ese entonces estaba de moda eso de volver estrellas a las personas con tan solo enviar sus cenizas en un satélite y los cruceros interestelares para visitar la constelación Flora, donde las nebulosas realizan actos coreográficos cuando las bocinas gigantescas de la nave turística dispersan música de AIR. La primera vez que visité la luna estaba muy emocionado con el viaje: los trajes ergonómicos, muy distintos a los que se usaban en el siglo XX, y los cascos esféricos de cristal de cuarzo donde se proyectan los mapas virtuales que se guardan en el chip de la pequeña computadora del pectoral. Ahí no hay héroes de cuerpos atléticos y bien vestidos, esos son afiches de revistas de moda como las que a Elba le gustaba hojear sentada en la comodidad de su oprobio.

     Llevé mi cámara fotográfica y la tarjeta de memoria de un terabyte que me prestó Elba, pero en una lluvia de meteoritos perdí la tarjeta al correr hasta los paraguas metálicos que evitan que los objetos que caen, causen daño alguno al equipo que protege a los turistas. En la tarjeta tenía guardadas muchas imágenes del viaje, pero la mayoría era parte del universo de Elba. 

 

Track 03- All i need

     Antes de irme a la luna hablé con Elba para aclarar la situación. Me dijo que estaba loco si pensaba dejarla sola por más de tres meses, abandonada en su aparato de motor. Uno tiene que hacer sus cosas, navegar los mares, recorrer las galaxias y llegar hasta los límites que nuestros científicos nos han permitido alcanzar; seguir el curso de nuestro instinto aventurero. Elba prefería explorar el ciberespacio sentada en su silla, escogió ser un mueble porque, a su parecer, la tecnología ya brindaba todas las comodidades que un ser humano podía requerir. Eso estaba bien para ella porque le gustaba tejer y bordar gobelinos que la mantenían entretenida durante mi ausencia. Siempre había algo para dar, algo por hacer, algo por vivir, con Elba… Elba sin su pierna izquierda, Elba atemorizada por un tumor óseo que podía no ser dañino, pero la posibilidad de que algo en su cuerpo fuera maligno la llevó a tomar la drástica resolución de limitar su libertad, acotarla a un robot mecánico que la transportaba de un lugar a otro..

 

Track 04- Kelly, Watch the stars!

     En un viaje de verano decidimos ir a las grutas de sal en las afueras de la ciudad. Era de noche, yo manejaba y Elba dormía. Las estrellas tintineaban como nunca, parecían una serie de luces de navidad, pero los ojos de mi compañera estaban cerrados. Yo miraba el horizonte, después volteaba hacia ella y divisaba en su rostro la necesidad del vuelo. Siempre la tuvo, su estructura era muy ligera que hasta el más mínimo soplido le vencía el cuerpo. Elba estaba tan cerca y la distancia parecía inminente. En algún momento despertó y le dije que mirara las estrellas. Al principio lo hacía tranquila mientras se desperezaba en su habitual postura angulada. Las luces del cielo parecían nadar en el humor acuoso de sus ojos, se miraban contentas, como si estuvieran contenidas en el útero que les dio vida. El auto comenzó a despegarse poco a poco del pavimento para seguir la estela de luz como camino de humo blanco; mi corazón palpitaba más rápido de los ciento veinte kilómetros por hora que avanzaba la máquina. Alentaba a Elba, le pedía que siguiera mirando, que la luna brillaba como un reflector para guiar nuestro nuevo curso, pero el miedo le hizo cerrar los ojos, fuertemente, y el auto deshizo su hechizo de levitación. Primero fueron las llantas traseras, después las delanteras. El suelo es tan duro. Pesa inevitablemente.

 

Track 05- Talisman

     Me era muy difícil hallar la tarjeta de memoria, dirigía el telescopio en todas direcciones y ya comenzaba a pensar en la posibilidad de que la tarjeta hubiera caído en un agujero negro, después de un rato de buscar, mis ojos tropezaron con la galaxia SX-500. Al centro era roja y conforme giraba, el color se desplazaba e iba acrecentando su circunferencia. Según el folleto turístico, en los límites de la galaxia se encontraba un planeta llamado Oblivion, donde los recuerdos de las personas ausentes cobran vida y entonces uno puede tomar el café con la abuela que murió hace años o jugar pokar con el amigo que se fue a vivir a otro país. Seguramente fue ahí donde el Solaris perdió a su tripulación. Con mi telescopio encontré a Elba sonriendo, estaba recargada en el marco de una ventana y divertida sostenía la tarjeta entre sus dedos.

 

Track 06- Remember

     Recuerdo las tardes al sol cuando nos echábamos en el pasto a fotografiar los pájaros que cruzaban por encima de nosotros. Todo era tan inmediato, parecía que el tiempo se había condensado en forma de nubes. Fue en esa ocasión que Elba llevó la tarjeta de memoria y me dijo que un terabyte podía contener todo ese instante; su universo personal, decía, era tan importante como si ahí mismo llevara el registro de toda su vida, y seguro lo era, lo es… y yo abordaba las nubes pretendiendo ser el Coronel Godin, le colocaba flores en el cabello y la invitaba a subir conmigo. ¿Tenía miedo a las alturas? Me sentía tan contento pero al mismo tiempo limitado, como si el peso de su cuerpo terminara por ser un lastre que me impedía subir más y más. Arriba las luces estaban escondidas por el reflejo del cielo, así como las conchas se ocultan debajo de la arena y no se asoman hasta que alguien escarva, las toma y las moja en el mar.

 

Track 07- You make it easy

     La nave J-B Dunckel fue embestida por una tormenta de polvo de cristal. Las auroras se apagaron por un momento pero pasó el peligro, esas son las inconveniencias de andar visitando planetas bárbaros. Me concentraba en recuperar su universo; ahí, atornillada a ese mueble le hubiera hecho muy bien hacer un viaje por el terabyte, quizás de ese modo hubiera podido encontrar el momento en el que terminó por extraviar el sueño, atada a su planeta  y a los inventos tecnológicos que la cautivaron al grado de conectarse un modem en las inmediaciones de su bella imagen. 

     Desde la luna tampoco podía encontrarla, sólo veía su figura enredando hilos, hilvanando y deshilvanando su tapiz como si se creyera oruga, aterida por el llanto de la silla que se quejaba porque no le había puesto aceite. La miraba y sus ojos brillaban como lo hacían aquel día que entró al quirófano para que le cercenaran la pierna, justo antes de realizar el viaje a las antiguas playas del Serdún.  ¿Era más fácil hacer el mundo a un lado y dejar de vivir? Si Elba hubiera ido, hubiera visto el estanque ideal para poner a flotar un modelo de papel de la tierra con ella sentada en la cima… Elba sin los lápices de colores de la infancia, con el miedo de obedecer al sueño que le quitaba peso y gravedad…

 

Track 08- Ce matin là

     La tierra brillaba como una pelota llena de luciérnagas. La  saludé pero no miraba hacia donde yo estaba, quizás era el día en la tierra lo que  separaba nuestra dimensión por el reflejo azul del cielo. A Elba le gustaba mirar el cielo, pero sólo de día, porque pensaba que era lo mismo que el mar, pero inalcanzable. En el mar le gustaba mojar los pies, pero después de la operación no volvió a ver el azul, ni del cielo, ni del mar… 

  

   A mi lado está el recuerdo de sus labios empapados por el sol que amanecía por la ventana. Yo a su lado admiraba su belleza matinal, que para nada se comparaba con los pulsares que se agrupan en las órbitas de Babonia. Supongo que Elba sabía que en esos momentos se elevaba como el polvo que los rayos solares hace evidente, ahora entiendo por qué ataba sus tobillos a la cama con el estambre, al igual que sus ojos evitaron  que el auto ascendiera hacia las nubes.

 

Track 09- New star in the sky

      La noche está más clara que nunca y sé que puede verme desde esa distancia… Encontré la tarjeta de memoria gravitando en el espacio entre la tierra y la luna, muy dañada y cubierta de lombrices tartónicas, inmediatamente la limpié y la inserté en mi cámara fotográfica. No había ningún archivo, sólo una imagen sobrexpuesta de la cara de Elba tras una ventana. Tuve la urgencia de ir a buscarla y la encontré con el telescopio. Desde el rabillo del telescopio contemplaba su cabello balancearse como un péndulo, Elba flotaba sobre la silla de ruedas con el estambre atado a su cintura, impidiendo que chocara con el techo. Su figura blanca parecía la copa de un árbol cuyo tronco eran astillas de hilo enterradas en un pantano rojo, brillante, como si todo el color se le hubiera escurrido y diera forma a un breve lago de rubí. De súbito me incorporé y corrí hacia donde estaba el capitán de La dama de plata, desesperado le pedí que avisaran del accidente de Elba, que enviaran una ambulancia, pero fue inútil. En la gravedad de la impotencia estrellé el telescopio contra una roca. Quedó irreparable. Me senté en la orilla de un cráter para esperarla, sabía que vendría, que por fin vendría…

 

Track 10- Le voyage de Pénèlope      

     Nació inmediatamente blanca, le tomé muchas fotografías y le puse un nuevo nombre. He de admitirlo, pensé que se quedaría quieta en su nube de polvo, esparcida y contenida en su fulgor de nueva estrella. Comenzó a girar como un torbellino diminuto, y en un abrir y cerrar de ojos, salió disparada; intenté seguirla pero fue más rápida que la cantidad de latidos que emitía mi corazón.

     Hace diez años que no la veo… La última canción llegó a su fin…

     A diario la veo pasar por encima de mi casa y cuando lo hace le tomo una fotografía. 

     Me he dispuesto a hacer un mapa de los cursos que dibuja en la pantalla empírea. Estoy seguro que se llevó el estambre y los hilos. No cabe duda que su singular habilidad para tejer gobelinos era prodigiosa, porque de los más de seiscientos registros que tengo de sus trayectorias por sobre mi cabeza, la imagen final resulta un manto que envuelve a su madre tierra, idéntico al vestido que la cubría para protegerla del frío.

     En dos días salgo al planeta Oblivion a bordo del Pénèlope, me llevaré la tarjeta y el álbum y me tomaré muchas fotos con Elba.

 

 

Einar Salcedo (Ciudad de México, 1979) es egresado de la licenciatura en Artes Plásticas de la ENPEG “La Esmeralda”, después cursó el Diplomado en Creación Literaria de la SOGEM. Fue becario del programa Jóvenes Creadores en la disciplina de poesía, generación 2010-2011. Ha escrito para diversas revistas desde el 2003 y su obra ha sido publicada en fanzines, revistas digitales y compilaciones como Casi un día de cuentos y Estampas Mejicanas. Actualmente cursa el taller de crítica cinematográfica con Jorge Ayala Blanco.

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