La monarquía de las cigüeñas

por Fabiola Del Castillo

Fotografías de Gloria Emigdio

Las cigüeñas son aves de vuelo elegante gracias a sus grandes alas. Dentro de la parvada su compartamiento es comunitario y colaborativo. Tan es así que la hembra y el macho comparten la labor de empollar los huevos. Pero las cigüeñas no conocen de poder ni admiración. Ni tampoco de la sensación humana de llegar a ser la mejor.  Quizá es por eso que en el Baile de las Cigüeñas las invitadas no sean aves, sino mujeres, mujeres cigüeñas.

Hace unos días, la señora Bibi Rico, una de las veteranas de las mujeres cigüeñas, con la voz quebrada por la edad, me advirtió:

—Que quien la acompañe para sacar las fotos sea mujer, por favor.

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  El salón Casablanca está convertido en un torbellino de colores. Es el aniversario número 75 del Club. Mujeres, mujeres, mujeres vestidas, maquilladas, con pelucas y vestuario digno de una puesta en escena de Broadway o Las Vegas.  En la entrada del salón las asistentes se detienen y posan para la prensa; conocen sus ángulos, abren un poco los labios, los hombros hacia atrás, las manos en la cintura, las pestañas postizas aletean. Las mujeres, ataviadas, se desplazan delicadamente por el escenario  haciendo énfasis en la punta del pie, como cuando una bailarina entra en escena.

  La decoración en el Salón Casablanca suele ser muy sencilla: manteles blancos y arreglos florales. Pero las asistentes de hoy opinan lo contrario a lo que dictamina la sobriedad y hacen suyo el espacio. La decoración de la mesa,  barandales y escalinatas lo llevan a cabo ellas. Manteles hechos de la misma tela de los disfraces, glitter, arreglos de mesa, serpentinas, luces. Las botellas de vodka, whiskey y ron las esperan en la mesa —acuerdan esto con los meseros para evitar ser vistas a su llegada cargando alcohol. 

Aquí  lo más importante son las participantes, los ojos no alcanzan para verlas a todas, para ver los detalles de su vestuario, para ver los colores y las texturas. Es un discurso infinito y simultáneo, aquí todo habla, todo propone y todo declara que la vida se puede llevar a un extremo.

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La masculinidad como la feminidad se construyen basadas en la diferenciación de lo que se espera de cada uno de los géneros (cómo deben de ser, actuar, vestir y posicionarse en el mundo). Sin embargo, la búsqueda de la feminidad en el baile de las Cigüeñas se lleva a cabo entre personas del mismo género. Aquí, se trata de mucho más que la misma feminidad: es apariencia, honor, reconocimiento, júbilo y la fantasía de ser parte de una realeza. Es llevar un título y una corona.

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 La creencia de que las almas de los nonatos habitaban los humedales junto a las cigüeñas se tiene desde la Antigua Grecia. Esta cualidad fue romantizada con la creencia de que estas aves, al migrar, transportaban a los bebés no nacidos hacia los destinos donde habrían de nacer.  El Club Cigüeñas tomó su nombre de la popular imagen de la cigüeña que carga a un bebé en su pico. 

  Un grupo de “señoras de sociedad” se reunió por primera vez un 19 de abril de 1944 a tejer chambritas para apoyar a madres de bajos recursos. Esta reunión, con el tiempo, se convirtió en  el baile de la Cigüeñas, un baile de disfraces que se celebraba en la casa de alguna señora que fuera miembro del club. El baile cada año fue más frecuentado y para 1974 el Club necesitó un nuevo lugar gracias a su éxito: eran más de cien asistentes y era imposible reunirse en una casa. Se optó por realizar el baile en el Salón Casablanca. El dueño del Salón Casablanca, el señor Negrete, mencionó en esa ocasión que ni siquiera cuando Vicente Fernández visitó Ensenada por primera vez hubo tanta concurrencia.

    ¿Cómo de una fiesta casera se transformó en una puesta en escena digna de Las Vegas? ¿Cómo se introdujo el elemento de competencia? ¿Cómo se eligió el estilo “showgirl”? Y ¿cómo evolucionó un disfraz común a un traje con valor de miles de dólares? Todas son preguntas que no tienen una respuesta clara.

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El Baile de las Cigüeñas además de ser una gala es una competencia. Los periódicos locales lo han descrito — “Es el famoso, único, glamoroso, mágico baile y sólo para mujeres”, “Esencialmente ensenadense noche de glamour y ensueño”, “Esta es una de las noches más elegantes y exclusivas de la región”— cargándolo de adjetivos como si se les fuera la vida en ello. Cuando se lee esto parece un amasijo de palabras y es difícil tener una imagen mental precisa. Pero aquí estoy, como cronista, y este es un intento por transmitir esa imagen.

  Veo que la porra de cada una de las candidatas se ubica en sitios opuestos del salón.  Hacen alarde, cantan y ríen. Este año son dos las concursantes: Tania Murillo y Patty Zárate.

  La preferida es Patty Zárate,  miembro activo del Club desde hace varios años, una señora de pelo cano, en sus tardíos cincuenta, baja de estatura, de líneas curvas y de sonrisa coqueta. En cambio, Tania Murillo está en sus tempranos cuarenta, alta y acuerpada, tiene un gesto cálido y cercano. Ambas candidatas son apoyadas por una elaborada campaña publicitaria, un logo y videos de sus ensayos en sus redes, entrevistas en las revistas locales y en periódicos. 

  La selección del tema a desarrollar en el show es crucial, porque ésta es una competencia. Patty Zárate ha elegido el tema “La opulencia de Versalles”; mientras Tania Murillo ha elegido celebrar el orgullo de ser mexicano con su espectáculo “Mexitania”. 

  Antes de que las candidatas puedan hacer uso del escenario. Judith I, la reina 2019, la reina saliente, ha preparado un show de igual dimensión que el que la hizo ganar.

  Se escucha la voz de la maestra de ceremonias:

—Esta es la noche más esperada del año en nuestra ciudad, estamos hablando del tradicional Baile de Fantasía Carnaval 2019 Club Cigüeñas Asociación Civil.  75 años se dicen muy fácil. Como parte del grupo de mujeres visionarias que han creado este club y que siempre han visto por los menos favorecidos los niños recién nacidos, todas tenemos la capacidad de reconstruirnos, de reinventarnos en cada momento difícil, en cada crisis vemos la oportunidad de salir adelante más fuertes, más valientes, más tenaces. Quema tu plumaje viejo y consume de tus propias cenizas y así resurgirás como el Ave Fénix. A continuación, nuestra majestad Judith García con su espectáculo Renacida.

  Suenan campanadas, el lugar está oscuro y lo ilumina una pantalla puesta en la parte superior del escenario. Las primeras imágenes son del Big Ben y algunos paisajes de Londres. La pantalla cambia a la leyenda Judith I y suena “We are the champions”, de Queen. Aparece Judith enfundada en un traje de satin color fucsia, con un penacho que simula una corona real y un atavío que enmarca su cara. Entran en escena las bailarinas con vestuarios que brillan en la oscuridad y suena “We will rock you”, de Queen, se mueven con soltura y agilidad, la música cambia a un popurrí de canciones bailables. 

  Judith reaparece en un traje corto con transparencias color dorado, da pasos pequeñitos muy parecidos a la coreografía del icónico video “Can´t touch this”, de MC Hammer. Siempre sonriente, guiña un ojo, aplaude, se pone un arnés que la ayudará a arrastrar la estructura que es su escenografía. Judith I ha llevado la estructura al centro de la pista. Se acerca el final del acto. La música cesa, se abren los pétalos del armazón, es una gran flor que acaba de abrir. Judith I alza los brazos en un acto de despedida de su reinado.

   Se respira excitación en el ambiente. Es el turno de Tania Murillo su porra empieza a cantar el “Cielito lindo”; un ala entera del salón canta  “Ay aaayyy ya yaaaayyy canta y no llores”. Se lee un texto que habla sobre las grandezas de México, su riqueza en recursos naturales, su cultura y gastronomía. El texto y el tono en el que es leído me recordó a aquél antiguo anuncio de Cerveza Modelo que hablaba de las maravillas de un México más cursi que romántico.. La última línea es leída con tono de mariachi en un grito agudo la maestra de ceremonias que dice:  “México lindo y querido”. 

 Cuatro bailarinas vestidas de rojo y con zapatillas de ballet bailan el Huapango de Moncayo. La escenografía de Tania se abre, se despliega y deja a la vista una escalinata. Hay un grupo de mujeres que se encargan de manipularlo, lo adorna un par de alas hechas de plumas de color verde, inspirado en el penacho de Moctezuma, que abarca a lo ancho dos metros y medio y cuatro metros de alto. Las alas se elevan en lo más alto del escenario y lo coronan.

  Suena el “Son de la negra” y varias bailarinas se incorporan a la coreografía: trajes rojos, trajes de color rosa mexicano, sombreros de catrina, guitarras de Coco, nopales en la espalda, en la cabeza Quetzalcóatl, alebrijes, peinados de Frida, grecas aztecas. Pasamos del imaginario azteca a Frida Kahlo y terminamos en México de acuerdo a Pixar.

  Inicia un popurrí de canciones populares de mariachi. Tania se coloca en una pequeña plataforma y es elevada para encontrar las alas, que le son colocadas con un arnés. Baja al escenario de forma delicada. En su cara no se ve esfuerzo, se ve el orgullo de haber sido convertida en un ángel mexicano. Se pasea como si flotara por el escenario. Finalizada la vuelta, son necesarias cuatro mujeres para quitarle las alas. ¿Cómo hace para ocultar el esfuerzo que le requirió cargar el atuendo? ¿Cómo es que la sonrisa nunca se esfumó? ¿Cómo es que se sentía flotar por el escenario?

  Suena “El sinaloense”: algarabía, el coro de voces cantando al unísono. Tania, en el centro de la pista, los brazos en alto, el pecho se mueve de arriba abajo, la sonrisa es larga. Termina su participación en el escenario y el lugar se oscurece, se siguen oyendo gritos de júbilo. Tania ha elegido un tema donde su público puede interactuar de una forma casi natural, cantar, gritar y sentirse orgulloso de ser mexicano.

  Patty Zárate es la favorita, sus redes sociales están llenas de historias, anécdotas, “detrás de las cámaras”, ensayos, selección de los accesorios. Patty ha creado un personaje que interactúa con su público en redes sociales, podemos seguirla y ver qué es lo que hace y prepara.

  Ya es hora de que Patty salga a escena. Se lee el texto de apertura en el que se destaca el lujo y la belleza de esta época. La escenografía que ha elegido ha sido un balcón que se alza en lo alto con un barandal. Destaca un sol dorado en el centro de la escenografía.

  Entra en escena un grupo de bailarinas con candelabros en la cabeza hechos de cristal cortado, los cristales bajan por los hombros  y brazos en una cadena que se extiende a lo largo del corsé. Pajes cargando banderas y estandartes. Cuatro acompañantes vestidas como miembros de la corte real caminan en una marcha donde se alzan las rodillas y el brazo izquierdo va de adelante para atrás. Aparece Patricia Zárate en un traje de color dorado, cristales de Swarovsky y Murano, un penacho de plumas blancas con una envergadura de tres metros y por lo menos dos de alto que la enmarca de pies a cabeza. Todo esto con la música de Enigma en el fondo. La mirada queda atrapada en los destellos que emanan de todas partes. Patty sube la escalinata de su escenografía y la ayudan a deshacerse del plumaje y solo se queda con el tocado. 

Oigo un chirrido en mi cabeza. ¿Cómo es que estábamos con Enigma y ahora escuchamos reggaetón?

  Entra la mitad de la comparsa de Patty llevan plumaje en la cabeza, otras llevan un espejo roto simulando que los trozos han caído en el corsé. Las bailarinas hacen suya la pista y Patty se pasea despacio y con gracia de un lado a otro en su balcón. Las bailarinas crean un ambiente de alegría y movimiento. Crean filas y círculos que se entrecruzan.

  Patty ahora se desplaza de su escenografía hacia la mesa de las jueces, les baila y coquetea.  Es así como termina el número: Patty enmarcada en su plumaje sus bailarinas de fondo y el reggaetón sin dejar de  sonar.

Después de los dos actos se da una pausa, todas las asistentes son invitadas a bailar a la pista. En segundos se llena el lugar y bailan alegres, disfrutan de la oportunidad que les da el disfraz y el alcohol que algunas han bebido.

  Después de que las asistentes han bailado en el escenario llega la hora de la premiación. Los resultados están listos. Se anuncia a la corte real de este año, ellas elegirán si competir o no. 

  Tania Murillo es elegida como la Reina de las Cigüeñas. Gritos, excitación, saltos y abrazos. Ella es coronada. Ella es la reina nombrada por las mismas mujeres. En el frente del escenario hay festejo y lágrimas de alegría.

  En cambio, al fondo del escenario se agrupan las bailarinas y todas las mujeres que son parte del equipo de Patty Zárate. La envuelven en un abrazo. Hay caras de desconcierto, asombro y las lágrimas, aquí, son de frustración y tristeza. Las mujeres crean una barrera para que Patty no sea vista, para que su dolor no sea público. Aunque lo es y lo será. Han sido ocho meses de entrega, ensayos, tiempo, esfuerzo, creatividad y mucho dinero, que se resuelve hoy en una ganadora y una aspirante a reina que no logró la corona.

  Son muchas las emociones entremezcladas; como espectador hay cierto grado de desconcierto, se está feliz por la ganadora y al mismo tiempo es sentido el esfuerzo de la aspirante que no lo ha logrado. El ambiente cambia cuando recordamos que son cigüeñas que muy pronto retomarán el vuelo y que, dentro de un año, volverán, majestuosas, a celebrar un baile más.

Fabiola Del Castillo nació en la ciudad de San José de Costa Rica (1972) y creció en la Ciudad de México. Es maestra en Antropología Social. En mayo de 2017 se publicó su poemario titulado Taxonomía por la editorial Pinos Alados. Cuentos y poemas de su autoría han sido incluidos en diversos medios como: La Jornada, Crítica (revista de la Universidad de Puebla), Revista electrónica Trastierros, El Septentrión y la traducción del Love Book de Lenore Kandel fue publicado por la revista electrónica Círculo de Poesía.

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