Solteras

 

 

 

 

por Alberto Villaescusa

 

 

(Solteras; Luis Javier Henaine, 2019)

A pesar de ser el género más rentable y abundante del cine mexicano contemporáneo, la comedia romántica nacional tiene una reputación algo tóxica. Y es que tantas de ellas tienen una idea condescendiente de su público y, a falta de historia o chistes, optan por apoyarse en clichés narrativos y estereotipos. Sus mejores exponentes son juzgados bajo los mediocres estándares del género, en lugar de lo que pueden llegar a ser; se conforman con ser buenas para una comedia romántica mexicana. Solteras, de Luis Javier Henaine, es un respiro de aire fresco porque no sólo es una buena comedia romántica mexicana, es una buena película y punto. Una disfrutable, emotiva y balanceada combinación de humor, vulgaridad, sinceridad y técnica cinematográfica.

   Cassandra Ciangherotti interpreta a Ana, una mujer que se queda soltera después del fracaso espectacular de su artimaña para conseguir que su novio de varios años le pida matrimonio. Sin pareja, pero también sin mucha dirección en su vida y aterrada por la idea de envejecer sola, Ana sigue el consejo y pista de una prima e ingresa a un exclusivo (e inexplicablemente bien financiado) curso para conseguir marido. En un inicio, ella se siente fuera de lugar entre la colección de mujeres desesperadas que se encuentra: la introvertida nerd Ema (Mariana Cabrera), la adicta al trabajo Sandra (Sophie Alexander-Katz), la atrevida pero socialmente torpe Lola (Edwarda Gurrola), y la coqueta Ilse (Irán Castillo). Y tampoco está dispuesta a dejar su vida amorosa en las manos de Lucila (Gabriela de la Garza), la dura y dominante instructora. Pero termina aceptando más temprano que tarde.

   Aunque inicialmente escéptica, Ana se da cuenta de que las lecciones le funcionan cuando conoce a Diego (Juan Pablo Medina), quien parece ser el hombre perfecto. La película, escrita por Alejandra Olvera Ávila y el director Luis Javier Henaine equilibra como puede estas dos tramas paralelas. Solteras se siente como dos comedias distintas que no necesariamente se complementan: una dulce y tradicional historia de chica-conoce-a-chico y otra un tanto más vulgar al sobre la camaradería femenina. 

   Ambas son efectivas a su manera. Cada participante del curso tiene una personalidad distinta, y es entretenido y simpático ver cómo se convierten en verdaderas amigas a pesar de sus diferencias en ocupación, edad y gustos (una llamada grupal por teléfono entre todas ellas es quizá su mejor momento). La relación entre Ana y Diego progresa de manera natural a través de conversaciones que nos permiten conocer más de cada uno y presentan un argumento más allá de las convenciones del género para que estos dos terminen juntos. No obstante, la película deja pasar bastante tiempo antes de regresar de un hilo a otro, y es fácil olvidar que Diego o las demás alumnas de Lucila son también parte de la película.

   Dos cosas hacen que Solteras brille a pesar de los pequeños baches de su guión; una de ellas es la técnica con que está armada visualmente. Tiempos felices, la ópera prima del director Henaine, fue una de las películas mexicanas más frustrantes que recuerdo haber visto: una comedia romántica con una propuesta visual tan bien delineada, en la que cada composición y movimiento de cámara tienen una clara intención, hundida por un protagonista caprichoso y desagradable y una trama sin otro propósito que recordarnos que su director había visto todas las películas de Wes Anderson.

   Solteras también trata de combinar los trucos del cine de Anderson–tomas simétricas, lentes angulares, un diseño de arte nostálgico y atemporal–con la narrativa del cine comercial, pero lo hace de manera más exitosa (el protagonista de Tiempos felices aparece brevemente como uno de los desastrosos prospectos románticos de Ana; quiero pensar que es un caso de Henaine burlándose de sí mismo). Hay tomas concebidas con un ojo para el humor visual y escenas que Henaine deja correr en una sola toma y en planos abiertos, algo casi inconcebible para una película comercial, ya sea mexicana o Hollywoodense. He aquí una película de temática ligera, que sin embargo confía en sus imágenes y exige que se le vea en la pantalla grande (esto casi siempre funciona, salvo quizá por una escena cuya emoción de verdad exige el uso de primeros planos). 

   Sin embargo, si la película termina generando una impresión duradera será por sus observaciones sobre el amor contemporáneo y el mundo de las citas. Es cierto que las lecciones que Lucila le imparte a sus discípulas, como no tener sexo en la primera cita y vestirse de manera reveladora (pero no tanto), todo para mantener el interés de los hombres, son retrógradas y sexistas. Pero a medida que la película nos muestra un poco más de su personaje, queda claro que estás son cosas que no necesariamente cree, pero que ha aceptado de manera resignada. Debajo del confiado y controlado exterior de Lucila (con el que Gabriela de la Garza claramente se divierte interpretando) se encuentra el reconocimiento de que vive en un mundo injusto que tiene que manejar como puede.

  Es reconfortante pensar (y películas de las que Solteras toma inspiración han contribuido a esta idea) en el amor romántico como la solución a todos los problemas de uno. Que todo está bien siempre que uno encuentra a ese otro. Por como Ana ve a sus padres o a su hermana Julia (Diana Bovio) y su esposo Emilio (Andrés Almeida), uno pensaría que cada uno de ellos encontró su final feliz. Solteras es suficientemente perceptiva para reconocer que la realidad de esas parejas que parecen tener todo resuelto es mucho más complicada, y que la prisa por encontrar ese ideal inexistente puede sacar lo peor de nosotros.

   Solteras se preocupa poco por si su protagonista es simpática todo el tiempo. Ana es egoísta y chocante a ratos, pero la película en verdad le da una razón de ser y se divierte con ello –hay tomas de Ciangherotti tomando una copa de vino y poniendo los ojos en blanco que parecen haber nacido para ser GIFs. Más que burlarse de su desesperación, la película trata de entender de dónde viene. El final puede sentirse abrupto y es cierto que deja algunas partes de la historia sin resolver; pero es una manera emotiva de comunicar la culminación del viaje de una mujer que, en el proceso de encontrar marido, encuentra algo mejor: a ella misma.

★★★1/2

Para leer más reseñas del autor, aquí, su blog: https://pegadoalabutaca.wordpress.com

Alberto Villaescusa Rico (Ensenada) Estudiante de comunicación que de alguna forma se tropezó dentro de una carrera semi-formal como crítico de cine. Propietario del blog Pegado a la butaca. Colaborador en Esquina del Cine y Radio Fórmula Tijuana.

 

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