por Diego L. García
Ante un nuevo libro de Jonatan Reyes el lector tendrá aseguradas varias etapas de lectura, más bien incursiones en un territorio que le demandará ciertas habilidades de supervivencia. Tal es lo que ocurre con Lo común también cruje, editado en Puerto Rico por La Impresora. En el libro está presente la estampa de una ciudad; un espacio de escaparates, letreros, semáforos que no se reducen a una órbita reconocible. Sin embargo, algo del barrio que se pierde sustenta estas construcciones de Reyes. Y algo de ello nos remite a su crianza en Barrio Obrero (Santurce, Puerto Rico), barrio nacido hace unos cien años y de una historia cultural riquísima.
El movimiento existe antes del origen, antes del ser, antes de la lengua: “Hay algo placentero / que se mueve con nosotrxs”, leemos, configurándose un espacio primigenio de bienestar desde donde el movimiento deviene utopía. Ya cuando la lengua nos instaura como sujetos, en esa expulsión donde también surge la escritura, el placer es reminiscencia o fragmento. No obstante, el movimiento se sostiene como el único resto hasta en sus márgenes imperceptibles. Pensar esto es también pensar una poética. Eppur si muove… dijo alguien (o dicen que dijo) cuando lo pensable excedía toda contienda con lo real.
En las enumeraciones de lo común, objetos, desechos y porciones de lenguaje componen un entorno y coexisten con la palabra-creada. Podemos preguntarnos hasta qué punto la intervención de una tekné particular llega a ser algo más que una perezosa mediación; hasta dónde el esfuerzo es transformador-creador en el movimiento que se ejecuta como matriz de un poema: “el viento golpea bolsas / cáscaras, telas, cartones / colillas de cigarrillo”. Del mismo modo la temporalidad se afecta como sucesión desordenada, y en la verticalidad del poema contiene un decir defectuoso adrede, como una imagen que ha sido intervenida por el error (algo de ello se inicia con Databending, el libro de Reyes publicado en Argentina por la editorial Barnacle en 2019). El tiempo vital no fracciona del mismo modo sus elementos, sin embargo en la condensación poética se pone en juicio qué es lo que se compone y qué está compuesto de antemano: “…el más terrible silencio / interrumpido al rato por las cosas / que caen de los edificios”. ¿Qué sos esas cosas? En “Algo Random” dice: “se retuerce toda una / ciudad / se salen cosas / por los bordes”. Lo que ya está dado es lo que aparece dispuesto, agregado en una escena, en otros órdenes, bajo el amparo de una ley figurativa. Un arte del arte del arte, sin dimensiones de disonancia. Pero ocurre que aquí las “cosas” caen, se ubican en posiciones indebidas, interrumpen su propia cualidad de invisibilidad para aparecer en relieve. “se retuerce toda una / ciudad”, se libera y pone en juego el valor de las “cosas”. Ya el silencio se ha vuelto crujido, y no habrá retorno. Aquello placentero es también un signo doliente, un parto hacia otro orden. Afuera, en la caída, no ya en las cosas, está la lengua renovada de Reyes.
Pienso en un poema del argentino Daniel Freidemberg, de su libro Lo espeso real (1996): “Ahora que fuimos expulsados, / gracias a Dios, del Paraíso, / se largó a llover / un agua débil que se alarga / en redes de grisura y música. / “Esto” dijiste “no debía ser así” / pero es así.” En la ciudad de JR también aparecen las cosas que no debían ser así. Porque la expulsión inicial ya es irreversible y el poeta debe inventarse un lenguaje para poder habitar eso que queda, eso que sigue en movimiento, más allá de las cámaras oficiales. La lluvia también se retuerce, se sale de los bordes, y así la mirada poética. Lo común cruje en nosotros, y no ante nosotros. No hay edén posible en nuestros actos, es hora de dejar de simular paraísos.
Buenos Aires, abril de 2020
Diego L. García nació en Berazategui, Buenos Aires, en 1983. Es Profesor en Letras, egresado de la UNLP. Escribe poesía y crítica. Entre sus últimas publicaciones se encuentran los libros de poesía Esa trampa de ver (Añosluz editora, 2016), Una voz hervida (Jámpster e-books, 2017), Una cuestión de diseño (Barnacle, 2018), (fotografías) (Zindo & Gafuri, 2018) y Las calles nevadas (Barnacle. 2020). Colabora en diversas revistas.