Las otras realidades posibles

 

 

 

por Lola Ancira

 

 

 

Rafael Villegas

Apócrifa

Paraíso perdido, 2017, Guadalajara, 368 pp.

 

 

La realidad es, en esencia, un acuerdo. Cultural e históricamente, este complejo y abstracto concepto se ha modifica según cada sociedad y sus múltiples percepciones de lo existente.

  La anterior es una de la premisas de Apócrifa, de Rafael Villegas (Nayarit, 1981), obra que reúne trece cuentos en los volúmenes Libro negro y Libro blanco. Estos relatos enmarcados dentro de la ficción histórica, que bien podrían ser crónicas periodísticas o testimonios, conforman una narrativa híbrida que devela enigmas sobre hechos verídicos y fascinantes.

  En más de trescientas páginas, Villegas, formado como historiador, nos ofrece un recorrido que inicia en la creación del planeta y continúa hasta su desaparición. Entre la ciencia ficción, la fantasía y el horror, estos textos están acompañados por diversos tipos de registros como fotografías, películas, tratados e ilustraciones en blanco y negro que otorgan otra lectura y reafirman eventos peculiares que el autor vuelve más singulares aún: intrigas fielmente ambientadas que exhiben lo oculto a la mirada en este mundo que «es esencialmente extraño y cotidianamente misterioso».

  Apócrifa dialoga con una larga tradición cuentística que abreva de la historia, como Vidas imaginarias (1896), de Marcel Schwob, e Historia universal de la infamia (1935), de Jorge Luis Borges. Cada relato tiene un epígrafe crucial para acceder a él. Además, las particularidades del ensayo permean estas historias con notas al pie, característica de la no ficción que confirma la veracidad y ahondan en la información a la que se hace referencia.

  Estos relatos apócrifos retoman parte de la Historia, son un ejercicio de recuperación de la memoria donde lo onírico, la realidad alterna y el «territorio de demonios», es también fundamental.

  El Libro blanco inicia con «Acantilado», un diálogo familiar cautivador entre padre e hija sobre el principio de los tiempos en el que reflexionan sobre los cuentos, la importancia del relato oral y la mitología: el origen de su pueblo sudafricano. Narra la necesidad de la creación de la realidad gracias a la palabra, al hecho de nombrar y utilizar un lenguaje para designar objetos y sentimientos, de darle un lugar a cada elemento que forma parte del universo.

  «Influencia» habla sobre el cable submarino que uniría a India y Gran Bretaña. Junto con otros hombres, el protagonista llega a una pequeña isla para laborar en una estación de telégrafo. Conforme avanzan el y tiempo y los párrafos, el protagonista enloquece debido a un paulatino aislamiento y a las condiciones extremas. Las características de este relato remiten a la narrativa ominosa de Conrad y Lovecraft: alucinaciones auditivas y visuales, demonios, pilas de cadáveres, metamorfosis y regresiones temporales.

  «Paralaje» es un homenaje a Francisco Alonso de Bulnes, escritor, periodista y político mexicano cuya obra resultó de suma importancia para la historiografía de hace más de un siglo. Villegas penetra en su mente y describe uno de sus múltiples viajes entre sueños, suposiciones y un doble.

  «Ciudad que termina» se desarrolla en la Barranca de Huentitán y está protagonizado por una mujer que quiso ser historiadora. Bajo la premisa de que el futuro está predicho y valiéndose de la nota roja, Villegas urde una trama en la que un joven espía y graba a diversas personas para después enviarles los videos que reproducen sus pasados y anuncian sus futuros.

  «Lousiana» es narrado por el único sobreviviente de un viaje espacial que duró siete años hacia Beta, un planeta exactamente igual que la Tierra (incluida una superposición de geografías), con la misma flora y fauna, pero sin rastro de vida inteligente.

  En cuanto al Libro negro, los relatos que lo conforman son más extensos y filosóficos, y la narrativa tiende a ser densa y sombría, plagada de más argumentaciones sobre el tiempo, la realidad y los sueños. Hay una tensión constante, y escenarios opresivos enmarcan distintas búsquedas.

  En «Permafrost», el repentinamente esquivo profesor Q (geólogo basado en el mineralogista ruso Leonid Alekséievich Kulik) y un grupo de investigadores soviéticos realizan un viaje accidentado por el océano Glacial Ártico hacia Yakutia. La expedición recorre escenarios tan disímiles como distantes hasta llegar al puerto de Tiski, cuyos habitantes viven en aislamiento (condición que comparten varios personajes de Apócrifa). Establecidos en un poblado pequeño, al recorrer el bosque descubren, justo al centro, un lago circular congelado rodeado por vegetación calcinada. Tras diversas conjeturas, el profesor anuncia que tendrán que confirmar el motivo: el impacto de un meteorito varias décadas atrás, en 1870. Villegas, al igual que el profesor Q, parece decirnos en este relato que, así como en la Historia, «en la ciencia y en la vida siempre hay mejores cosas esperando a ser encontradas. Nos aguardan». El cierre de este cuento se retoma en los últimos dos gracias a vasos comunicantes.

  «Sweetie pie» se centra en la búsqueda del padre. Con un nombre y una dirección, una mujer cuya madre acaba de fallecer comienza a indagar quién fue su progenitor. En este relato lyncheano e intertextual, un oso negro aterrador y fantasmagórico acecha en la oscuridad y una niña toma el papel del Virgilio de Dante (al estilo de la película de terror psicológico The House That Jack Built) para Henry Darger, un enigmático escritor e ilustrador norteamericano que vivió en el anonimato y cuya obra vio la luz tras su muerte. Villegas entrevera en su historia fragmentos de una novela sumamente extensa de Darger y también cita su autobiografía. Darger piensa y siente su muerte constantemente, es una aparición a la que está condenado, un recordatorio de su propia finitud que lo obliga a crear sin descanso y dejar algo de sí en cada página, pues «uno va desapareciendo en todo lo que crea.»

  «Filamento», segunda parte de «Lousiana», presenta una colectividad de entes en un planeta que no admite cuerpos orgánicos, sino conciencias y voces, y cuya civilización se basa en la perpetuidad de los suyos mediante ficciones, artificios creados con el lenguaje que se alimentan de la vida de sus autores.

  En ambos libros de Apócrifa, Villegas nos ofrece un collage de imágenes y expediciones cuyas narraciones avanzan de forma ágil gracias a constantes diálogos que, al estar desarrolladas en Estados Unidos o sitios lejanos y desconocidos, dan la impresión de haber sido concebidos en inglés como lengua original.

  La imaginación desbordante y la gran habilidad de Villegas para tejer tramas desafiantes hace de cada cuento un viaje o una visita a la revista digital Atlas Obscura («La guía definitiva de las maravillas ocultas del mundo.») Introdujo en nuevos contextos una selección de hechos y seres oscuros y sucesos inexplicables para rescatarlos del olvido, les sacudió el polvo para exhibirlos en historias eficaces que interpelan la realidad, ésa que, en sus propias palabras, es «la suma de todas las opciones de lo posible».

 

 

Lola Ancira (Querétaro, 1987) es escritora y editora. Ha publicado ensayos, cuentos y reseñas literarias en diversos medios electrónicos e impresos. Es autora de Tusitala de óbitos (Pictographia Editorial, 2013) y El vals de los monstruos (FETA/Fondo Editorial de Querétaro, 2018). Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas y actualmente lo es por segunda ocasión en el programa Jóvenes Creadores del Fonca.

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