¡Eres un gallina, McFly!
Ven aquí a pelear.
Una bola de escupitajos se le entierra en la espalda,
ya está acostumbrado
a esperar el puño a la hora del recreo, es normal
volver a casa
con el pantalón manchado de miedo o apretar los ojos
cuando abandona el salón y se adentra
en el patio infestado de balonazos y coscorrones.
¿Qué te pasa, McFly? ¿Acaso eres gallina?
Marty agacha la cabeza y continúa con pasos malheridos
hasta llegar al nudo de su cama.
Llora sin hacer ruido para que su padre no se dé cuenta,
las bufandas y el silencio
le ayudan a ocultar el rastro de los enemigos.
Bajo las sábanas glaciales
el chico inventa autos voladores, viajes en el tiempo,
escudos antipatadas
y después juega al escondite
con los amigos invisibles que le regalan abrazos y rencores.
Creo que sólo eres un niño gallina, McFly.
(Cocoroco, Cocoroco)
¿Qué sucede, niño gallina?, ¿acaso tienes miedo?
Sí. Marty siente pavor de sumergir —otra vez—
la cara en el excusado,
de lamer la humillación en la cancha de futbol.
Resignado se atraganta con la apatía
de los profesores
que no miran las palabras amoratadas en el cuaderno
ni los labios partidos a puntapiés.
Aprendió a desabotonar el dolor,
descubrió la paz de la sangre y sus metales, inventó
la técnica para esculpir un llanto seco.
¿A dónde vas, McFly? ¿Desde cuándo te volviste un hombre fuerte?
No eres más que una gallina asustada.
Marty no responde a los navajazos que sus compañeros
le lanzan en forma de miradas
o chistes malos acerca de sus mejillas rosas,
se queda inmóvil
detrás de su pupitre: sueña que conduce el DeLorean
que el abuelo jamás quiso heredarle,
y así aterriza en el Viejo Oeste
para enfrentar a los pistoleros de su infancia,
luego regresa a la ciudad
convertido en un chico de trofeos y ego indestructible.
Voy a contar hasta diez
para que salgas de tu escondrijo, McFly:
Nueve
Ocho
Siete…
Sin atrancar los párpados,
el estudiante abandona el pupitre y se acerca al rostro
que lo llamó idiota
que le dijo raro, que le escupió
en la boca tantas veces.
(El bullicio del aula descuartiza los segundos.)
Seis
Cinco
Cuatro…
Marty busca algo en la mochila
su pecho hierve
y un pelotón de hormigas le recorre las vértebras.
Tres
Dos
Uno…
¿Cómo me llamaste, Biff?
¡A mí nadie me dice gallina! ¿Entendiste?
(¡Bang! ¡Bang ¡Bang!)
Nunca más me llamarás gallina, Biff.
—Yaroslabi Bañuelos
Fotografía de Hugo Fermé
Yaroslabi Bañuelos (La Paz, Baja California Sur, 1991) es licenciada en Psicología por la Unipaz. Ha recibido el Premio Estatal de Poesía “Ciudad de La Paz” por el poemario Otro agosto habita el aire, asimismo, obtuvo el premio de los Juegos Florales Nacionales Carnaval La Paz 2019, así como los XLVI Juegos Florales Margarito Sández Villarino y el Primer Concurso Municipal de Poesía “Letras Nuevas”. Fue beneficiaria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico (PECDA) 2016-2017. En 2018 y 2019 obtuvo la beca “Inés Arredondo” para asistir al Encuentro Internacional de Literatura 13 Habitaciones Propias, realizado en Culiacán, Sinaloa. Actualmente imparte talleres de creación literaria y salud emocional.