Lo que amamos se pierde en una foto antigua

 

Retrato

 

de la cintura para abajo

me he mirado bien

tengo un cuerpo que se parece mucho a un caballo

las ancas son el punto más elevado (aún)

de la osamenta

mi cuerpo parece estar a punto de echar a correr

pero no se mueve

los senos se resisten a perder la guerra

contra la gravedad: enemiga terca, inevitable, feroz

y que no acepta prórroga

las manos tiemblan más que antes

y se arrugan con pereza

tomando sol

poco a poco el cuerpo le pertenece al tiempo

a la intemperie

nos echamos a perder fuera del refrigerador de la juventud

tan sobrevalorada por otro lado

los demás ven cómo se nos cae la piel

la cara

la cara es una masa elástica, material para galletas

la cara se cae

 

los párpados se entornan y se pone encima de ellos

una puesta de sol permanente

que impide que abran del todo, como una persiana atorada

con algo

y eso somos, no?

un cuerpo con obstáculos,

un cuerpo atorado en una parte antes de caer del todo

a esa obscuridad que suponemos el fin

los brazos suaves

las manos lánguidas

los pies tristes

 

todo será para la tierra

aun si ella no quiera recibir nada más

mi vientre me recuerda a mi abuela

una mujer con cuerpo de caballo también

y vientre generoso

tuvo once hijos

le sobrevivieron seis

y su estómago grande podía hacer espacio para sandías

o melones

ella una mujer ancestral: senos enormes, culo enorme; en esas ancas cabía Troya

entera

la tierra del sur del país entera

mi madre estuvo ahí

todas las mujeres estuvieron ahí

en ese vientre moreno

y de ahí salimos para correr

en esta llanura vacía

 

 

Sexo y tiempo

 

Le gustaba que le dieran duro

muy duro:

al sentir el cuerpo y todo su peso

se imaginaba en otra parte

cuando era niña y su madre la llamaba desde la cocina

o su hermana llegaba de la escuela y le pedía ayuda con la tarea

coger es una máquina del tiempo

una máquina espacial

y mientras su cuerpo recibe los golpes duros que ella misma pide

Más fuerte, más

el martilleo en bruto

Tiene seis o siete años y  sus padres están

en esa casa

que existe en su memoria intacta:

con azulejos despostillados 

la cocina enorme

el olor fragante a pino del piso

la nana haciendo tortillas frescas a puro aplauso medido

 

el amante resopla, va a terminar

y ella pide que no termine

no quiere irse aún de ese otro tiempo

no quiere abandonar a su familia

no quiere crecer

 

el cuerpo sudoroso cae como una casa en ruinas

y el líquido en las piernas no huele a pino

y el tiempo de ahora es otro

obscuro, sin palabras vivas

 

Lo que amamos se pierde en una foto antigua,

dice, orgullosa de encontrar su voz

y de recuperarse para nada

porque la vida demanda tanto,

atención por ejemplo

y un deseo ridículo de no querer la muerte

 

 


Fotografía de Alicia Tsuchiya

Brenda Ríos (Acapulco, Gro, México, 1975) Escritora. Actualmente imparte talleres de escritura creativa y poesía en distintos espacios de la Ciudad de México. Miembro del Sistema Nacional de Creadores desde 2019. Premio Estatal de Poesía María Luisa Ocampo, Guerrero, 2018; Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2013. Es autora de Raras, ensayos sobre el amor, lo femenino, la voluntad creadora, Turner, México, 2019; La sexta casa, Instituto Sinaloense de Cultura, México, 2018; Aspiraciones de la clase media, Ediciones Liliputienses, España, 2018. Algunos de sus libros pueden descargarse de manera libre en cuadronegroediciones.com

Déjanos un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*