Eso que alumbra ahí es la palabra y su silencio

 

VIII

Eso que alumbra ahí es la palabra y su silencio,

la piel terrosa que, en el aprisco, desempeña su

toda potestad de lugar erial, su predominio en

tentativas asociaciones propias de toda lengua

desplazada y ya no impuesta. Figuras, entre el

charco y el matorral, provistas de enunciado y

sentido, márgenes apelativos como aquello que,

de consideraciones motivadas, tiene su red de

valor ahí donde se atreven extraños sonidos a

imaginar el elemento primero como huella de las

palabras, sus miembros, sus formas, sus piedras

de origen y materia.

Imagen heridora, pliegue de agua profunda que

promulga las cenizas como ícono de lo ustorio

del espejo, aquella que, por experiencia, propaga

las edades de las lenguas naturales.

Territorio considerado y estructuración temaria.

Fragmentos tras los cuales, como aquello que de

rápido viene de la oscuridad, optamos por

revelar y querer introducir en estos dos discursos

paralelos, en lo que de común tiene lo epifánico,

en el mérito inmanente de mirar y ver el lenguaje,

la acción de los hechos y el sonido y los rostros

que llegan a la palabra como sudarios, como

amarres, como términos de valor por los cuatro

rincones de la tierra.

Solo los rincones contienen al mundo, claman en

silencio ojos, palabras, sonidos inatendidos que

vienen a enunciar lo cerrado y vencido del amparo

de la tierra de nadie, su aridez habitable desituada.

Reciedumbre donde la mirada encuentra su paradójico

lugar natal sin significado, salmos unidores al ras,

hipótesis de autor definiendo lo poético.

Tal vez maniobras en el mutismo ambiguo de lo real,

en lo tácito de quien reclama una nueva luz,

en lo explícito de los círculos plurales del barro,

en lo que de verbo le queda al polvo, a los escombros

que casi se oyen.

XI

Y hay veces en que la poesía hace chocar a las

palabras. La confusión manifiesta al incrédulo

y el rasgo expresa su tesón. Entonces el silencio,

aunque reinventado, comparte la artesanía de la

palabra. En la encarnadura, como parecerle al

silencio, se pasa de la pregunta a lo visto.

Imágenes sucesivas que parecen relecturas, una

y otra vez, de la misma jeta empecinada. Áridas

de frases y momentos recientes, acervo propio

amontonado de señales.

Muerte concreta, silencio palpable. Y otra vez

los escombros como embrión fértil y presencia.

Las cosas ahí; siempre así de testimonio,

de recuerdo, y de experiencia. Después,

lo mismo. Imitación de sostenida biblioteca en

arquitectura definida puntual. Marcar eso:

Biblioteca funcional como

naturaleza y presencia tardía.

Los edificios albergan huecos, túneles donde

la morada es tan extraña, como familiar.

Diecisiete convergentes marjales ya no.

Ya pasaron la herrumbre y la intemperie

en pieces muy profundos como para poder

reflejar el presente devorado y el pasado

todo formal. Riesgo que se corre, que se

escribe al interrogar la historia, a la relación

estrecha como poseedora del combate.

Ahí, en lo chiquito del día, el silencio es literal.

Interpreta y glosa la elocuencia y el eco de los

otros mendigos de mecheros que llegan y vuelven

con el caos y el dilema.

XV

¿Es la poesía la imitación de una acción?

Sigue en curso el hecho de asolar lo dicho tanto antes.

Antes mesurado como espina o púa, o como monte

o espesura en inquieto desarreglo de sonidos.

La palabra consigo misma es leguaje en la medida en que

se sienta como ejemplo inadecuado; como opción provista

en edificio lírico o en noción instintiva del voseo de la

plaza pública. Reposa en las calles y se vuelve mensaje.

Examina el funcionamiento y emplea usuales modelos

de selección. Provee márgenes y desata la lengua de

autor desde el punto de vista de los formales rendimientos.

Cosas que pasan; espacios, a los ponchazos.

Asimismo, en donde llovían palabras como manos, se puede

hallar el fecundo sacrificio y el dolor, el sigilo

penitente, los ásperos augurios y las palabras a

cuentagotas como en todo testimonio. Pedazos,

o lugar erial de coherencia reconocida.

Ajada así la prosa; áridos los ruidos a tener en cuenta.

Lustre evidente para todo rostro. Máscara desaguada

del lenguaje; imágenes construidas en la pugna de los

previos e indiscutibles modos que el silencio deschaba.

Y los pedazos representan también una lectura, como así

también la aridez de toda historia quebrada por los ruidos

y el silencio. Todo lo que designa a la realidad es motivo

del poema; terreno, espejo y código de lengua práctica.

 

 

 

Los poemas de esta selección se incluyen en Praxis (Barnacle, 2020).


Fotografía de Alicia Tsuchiya

Lucas Peralta (Argentina, 1977). Alfabetizador, Docente de Literatura, periodista y miembro del colectivo de educadores populares del Bachillerato Popular Roca Negra. Autor de Historia del primer movimiento cultural de la izquierda argentina (CCC Ediciones, Buenos Aires, 2007); Del Centenario al Bicentenario (CCC Ediciones y Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 2010) y Escombros (Barnacle, 2017) entre otros. 

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