Acostada en el jardín
estoy abierta
para bañarme con la luz
de la mañana.
Entre la yerba busco
las formas de hundir mis dedos.
Algo me mordisquea y no
son las hormigas rojas.
Mi voluntad se enreda
con los pequeños bulbos
que supieron aferrarse
más allá de la superficie.
Hundo todavía más
las manos entre la tierra.
Pretendo ir al centro
de este día.
La vergonzosa no creció como esperabas.
La sembraste al fondo del jardín,
en una maceta pequeña,
donde no crecería a su antojo.
Quién hubiera dicho
que con el tiempo sus tallos
se volverían escarlatas, y su flor
esa espina ligera, morada
como un golpe sostenido
debajo de la piel
reventaría, tanto
que no pudiste notar
cuántas astillas
te dejó en la mano.
Y ahora con ardor
la arrancas.
Pero es mala costumbre
de la yerba común
echar semillas, extender
sus tallos en el jardín
no dejar que nadie
la toque
después de haberla convencido
de echar raíces.
Estoy dejando de cuidar el jardín.
Ya no acomodo las piedras, no
obligo al ficus a tomar una forma.
Y la tlanepa, esa que yo cuidaba
fervorosamente, la miro ser
devorada por las orugas.
La última vez que desyerbé
no sólo desprendí la maleza.
Las raíces de las ortigas
no son tan diferentes
a las de un pequeño árbol.
El bérbero sigue marchitándose
y sin embargo sus espinas resplandecen
y qué parecidas son
a lo que me brota
en el pecho
y lastima.
Fotografía de Daniela Sánchez D. Vildósola
Nicté Toxqui (Orizaba, Veracruz, 1994). Estudió literatura. Es autora de Errata (Sangre Ediciones, 2017). Acreedora de los premios Dolores Castro de Poesía 2015 y Carlos Fuentes de Ensayo 2017. Sus textos aparecen en revistas nacionales impresas y digitales. Actualmente es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía.
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