Club de fans de María Negroni

 

 

Alrededor de la playa todo era una fiesta, subíamos y bajamos por una ciudad descomunal, barroca y luminosa como una especie de París con Guanajuato y algo de Buenos Aires pero en realidad era como un festival de lucha libre más poesía, más amigos conocidos, más amigos por conocer. Hasta que llegábamos como atraídos por un imán hasta la plaza principal de ese lugar tan generoso —que recuerdo decir en el sueño «huele a fresco y a lavanda»— y en el centro de la plaza, un escenario lleno de flores y frutas donde un hombre que era David Bowie vestido de Celia Cruz recitaba unos poemas que terminaban diciendo en medio de fuegos artificiales “Quizá todo esto sea para tu consolación y regalaba naranjas a todos los presentes”. Luego desperté, lo primero que percibí fue el olor de la lavanda y las naranjas. 

  Ese fue mi sueño del primero de enero de este recién 2021, y espero que los versos finales de la recitación de ese maravilloso Bowie vestido de Celia Cruz sean un buen augurio para todas las maravillosas escrituras que nos brindan sus sueños para esta columna que tan a gusto se hospeda en nuestra querida revista El Septentrión.

  Nuestro Primero sueño de enero es un lujo patrocinado por el queridísimo Antonio León quien nos deleita con un sueño en el que un club de fans de María Negroni popstar, un puesto de lo más surtido y el deseo de una fotografía nos recuerdan que soñar siempre es una maravillosa ocasión. Asimismo, nos presenta el poema «Catedrales», en el que las imágenes se suceden de cúpula en cúpula y de torre en torre. 

–Maricela Guerrero


 

 

antes ardíamos miniño y yo con las junturas raquídeas
y las manos de lija
durante las pesadillas

 

las manos al pecho en la fase del sueño profundo
o el dolor de sangre que unas señoras llamaron oídos rotos

 

antes tuve indicios de fiebre reumática
mi madre me frotaba las piernas
con hielo en forma de pomada

 

antes quinto piso

 

una vez subí a la casa más alta de la ciudad

tuve amigos en un cerro costoso de cuadros y molduras
del mediterráneo

se llevaban a cabo actividades de limpieza
en clave de zarzuela

 

charolas y nodos astados para la paella

 

en la televisión las puntas de la catedral de colonia
más altas y aladas de murciélagos colgados el cielo
negro de siglos y piedra inconclusa

 

aún suelo llorar ante las cosas altísimas
siempre estoy acostado
en la nave central de un mamífero con zancos

Sueño

En mi sueño era el propietario de una tienda como la del son jarocho: velas, perfumes, especias, dulces, libros, revistas, hierbas finas, pashminas, frutas exóticas, frutas normalitas, frutas de estación. El establecimiento se ubicaba junto a la carretera, junto al mar: un destino turístico visitado por gente de todo el mundo. Por alguna razón, me encontraba liderando el club de fans de la poeta argentina Maria Negroni, que en mi sueño era una popstar joven y emocionante, con una vida al amparo de los medios de comunicación, que estaban al pendiente de su vida y la reportaban a cada paso, para gozo de sus fans obsesivos y odiosos. Yo defendía a la Negroni en foros en distintas plataformas de música, me convertia en un bot que atacaba a quien opinara algo negativo de mi estrella. Un día, María pasó a mi tienda, yo estaba escuchando uno de sus álbumes y llevaba puesta una camiseta de su libro Pequeño mundo ilustrado, con impresiones de dioramas, utensilios de cocina y equipo de laboratorio. Obviamente me emocioné y le pedí una fotografía juntos. Pero se negó.
Actualmente
Estoy escribiendo poemas sueltos que dije que no iba a escribir: cosas de la contingencia, de estar encerrado y solo. Siempre termino escribiendo de lo que dije que no, aunque sea un bombardeo. Por alguna extraña razón dije que no escribiría acerca de esta pandemia, si nadie me ha preguntado. Este acercamiento a nivel de cancha de sueños es el primer signo de que alguien podría haberme cuestionado. Y no, ¿cierto?
Sueños futuros
Postres tortuosos, amigos que no se fueron, hospitales vacíos, tiempo libre para tenderse al sol como gato en situación de opulencia. Que me aman como yo amo.

Antonio León es un poeta nacido en Ensenada, Baja California. Reside en Mexicali desde 2014, donde se desarrolla en distintos ámbitos de la promoción cultural universitaria. Es editor de poesía en la revista El Septentrión y colaborador esporádico de noisey\vice; ha sido columnista del semanario Es lo cotidiano y actualmente desmenuza sus fijaciones en el blog Muerte por videoclip. Es autor de los libros Caricia del velocímetro, Busque caballos negros en otra parte (pinosalados) y :ríos, dentro de la colección Ojo de Agua, editada por CETYS Universidad . En 2016 fue el ganador del Premio estatal de literatura (poesía) en Baja California, con el libro El Impala rojo. En 2018 fue becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico en la categoría Creadores con trayectoria. Consomé de Piraña, editado por Carruaje de pájaros y el Instituto Sinaloense de Cultura, es su libro más reciente.

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