Cuando despertó, la ballena todavía estaba allí

Texto y fotografías por

Angélica Escoto

 

 

Cambiaré la semiótica del dinosaurio en el pensamiento existencial por la semiótica de la ballena. Podría apropiarme del cuento de Monterroso para el título de esta pieza: “Cuando despertó, la ballena aún estaba ahí”, o más fantástico aún, “Cuando despertó, la ballena era una duna”. He empezado a contar que estoy por escribir mi inmersión al vientre de una ballena, y no es que quiera parecer exótica, ni profunda, sino que quiero experimentar con la imagen, las palabras y mis sentidos la inmersión a los órganos gigantes del cetáceo, y por qué no o por qué sí. La única que no lo podría creer sería yo misma y ahora me permito inventar que estoy dentro de una ballena, como una extraña y graciosa copepoda.

  ¿Cómo será recorrer los intestinos oscuros de la ballena? ¿Me toparé con otros parásitos que emitan luz? Al palo fierro y al copal le salen unas ramas con su propia germinación, son como ojos diminutos que al aplastarlos la semilla húmeda brinca en una gelatina acuosa. Los parásitos exteriores de la ballena tienen una morfología aberrante. Es un tipo de crustáceo sésil, su caparazón externo de calcio genera una resistencia que atraviesa la piel y la grasa de la ballena; se llaman balanus y son los cirrípedos más abundantes en los océanos (fueron la pasión de Darwin por más de una década). La mayoría es hermafrodita y su reproducción es difícil ya que no pueden salir de sus conchas. Por esta limitación han desarrollado, proporcionalmente, el mayor órgano copulador del reino animal. La ballena tiene por todo su cuerpo decenas de estos crustáceos en forma de volcán.

 

   ¿Cómo se conduciría mi cuerpo en la oscuridad? ¿Cómo me veré maromeando con mis antenas en forma de krill buscando una corriente, asustada, contraída, atragantada, en calma, desnuda o vestida con mi wetsuit, intentando mover mis extremidades directo a las entrañas laberínticas de la ballena? Seguro que es otra dimensión y por supuesto indivisible. ¿Qué es indivisible? Aristóteles creía que la materia era continua, es decir, que un pedazo de materia se podía dividir sin límite en partes cada vez más pequeñas, así que uno nunca se tropieza con un grano de materia que no pueda continuar dividiéndose. ¿Será como caer en un “agujero negro”, donde se puede entrar pero nunca salir? Aunque en él la información cae, no desaparece. ¿Entonces qué ocurre con esa materia, incluyendo la luz? ¿Será verdad que nos abre puertas hacia mundos paralelos y desconocidos? Stephen Hawkins aseguró que no es un hoyo tan oscuro como se piensa y los humanos no desaparecerían al caer, sino que se encontrarían con una singularidad desnuda y en lugar de chocar con ésta podrían atravesar un agujero de gusano para salir a otra región del universo.

  Una inmersión es un cuerpo duro sobre uno líquido, aunque las experiencias inmersivas no se limitan al medio audiovisual sino que pueden hablar de cualquier sentido o de todos a la vez. Los recuerdos a partir del olfato se almacenan en la parte más antigua del cerebro. Se ha creído durante mucho tiempo que ciertos recuerdos vienen evocados por sabores de la infancia, pero no es así, porque las células gustativas tienen una baja capacidad de renovación, por eso el recuerdo recae justamente en el olfato, el único sentido que podría salvarte la vida.

  Aguzo mis sentidos y veo pasar medusas, cientos, miles, qué digo miles, son millones. Para permanecer en calma juego con las palabras y susurro intestinoinstinto de ballena o instinto del intestino de ballena, algo así. Me gustan los sonidos de las palabras y armar trabalenguas, pero al repetirlo siento copépodos que rozan mi cuerpo, son cientos, miles qué digo miles, son millones. Estos crustáceos forman parte del zooplancton, son los seres más abundantes y ordinarios que habitan los océanos. Tienen un solo ojo que evolucionó de un par de ojos que se fusionó, carecen de caparazón y poseen cuatro pares de apéndices torácicos que les sirven para nadar con un cuerpo fosforescente.

  Adentro de los intestinos de la ballena podría entrelazarme con esas fibras que procesan el placer, ya que mis células humanas se comparten con las de los simios, delfines y cetáceos: sus neuronas también están envueltas en procesos cognitivos como el aprender, recordar, reconocer y sentir.

  ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que una ballena quede sólo en huesos blancos?, ¿cuántos años para que esa materia gelatinosa que sujeta la columna vertebral se rompa y separe a más de cien piezas? ¿Por qué los dinosaurios no sobrevivieron y los mamíferos ahora son más grandes e imponentes que ellos? Los dinosaurios son lo mejor que nos ha pasado, si no hubieran desaparecido seguiríamos siendo un huevo, según Isaac Asimov en Los lagartos terribles. Asimov desmitifica a los dinosaurios, los reptiles que dominaron millones de años la Tierra: no eran tan inteligentes, ni tan agresivos como terminaron siéndolo en el imaginario de la zoología, pero sin duda debemos nuestra existencia a su extinción. Reptil es igual a escamas, mamíferos a pelo, aves a plumas.

  Cuántos años y cuántas veces fui a contar ballenas en la laguna de Scamoon Melville, ahora Ojo de Liebre. La ballena viendo a la tierra, la ballena viendo la orilla, la ballena viendo a la gente y entonces un silbido como si alguien llamara a un perro. ¡Soplo a la vista! Sí, es un soplo y cada tres segundos el mismo soplo y después de no oír más que cientos de soplos durante una hora, hay un ritmo con soplos más altos y otros más bajos, es un rito de soplos o ritmo de soplos de ballena. Es una canción de soplos. Si yo fuera coleccionista de sonidos grabaría el momento en el que la ballena expulsa su placenta, el único órgano efímero de los mamíferos y también grabaría el aleteo de los peces cuando devoran este pulmón fetal. El peso es sonido. Pienso en el artista e inventor Ariel Guzik y su Laúd Plasmath, un instrumento de cuerda con sensores electromagnéticos que conectó a los cactus para escuchar la música que producen.

  Estoy en un cementerio de ballenas, lo sé porque sus esqueletos están por todos lados. Aunque también estas corrientes del norte pueden traer hasta esqueletos de secuoyas. Encontré unas barbas de ballena secas. Las barbas de ballenas son una serie de placas paralelas suspendidas desde el paladar hacia ambos lados de la boca, permiten una alimentación eficiente en grandes cantidades de zooplancton. Tomando el lugar de los dientes, las barbas de ballena soportan sin fracturarse toda una vida de fuerzas, generadas por el flujo del agua y las presas. Por el día y la noche en la bahía puede haber silencio o ruido como la marea, el viento, abejas, moscas, abejorros, libélulas, mariposas miniaturas de todos colores y de todos tamaños, zorros, gatos montés, perros, muchos perros, los aullidos de coyotes, el soplo de las ballenas, su canto, o llanto, gaviotas, cuervos, patos buzos, focas, pelícanos, águilas pescador, ardillas ratones, pájaros, muchos pájaros de mar y de desierto, cristales, láminas, botellas que silban, voces de humanos que llegan con el aire, las choyas que friccionan sus espinas y hacen una música, todas las plantas tienen un sonido. Aquí, en el desierto, son tantas.

  Todo el día hizo “viento del norte”, una analogía del ruido de la arena o el mar con la de mi sangre que resiente un aislamiento consentido. Corté cuatro lomboys rojos para ver cómo se adaptan a Tijuana, me los llevaré con tierra de aquí. Sería una pieza sobre paisaje. Voy a ver qué es lo que hace ese ruido no identificado en el porche de la casa; el viento silba. La casa truena, no es tan fuerte para estos aires. Ha tenido tantos traslados y accidentes. Es de los años setenta, quién sabe, quizá hasta es más vieja. Está rota, tengo que ponerle buena madera para que soporte el viento y no rechine tanto. Quiero saber sobre el cálculo y el juicio de la inmovilidad de las plantas. Encontré en la estética de la flora del desierto la curva de Koch, una línea fractal que se multiplica al infinito. ¿Cuándo empezaron a existir las plantas?, ¿cuánto tiempo tienen en la península?, ¿cuánto tiempo tiene este archipiélago? Los animales las fertilizan y las oxigenan. También tienen sentimientos, pueden vivir emociones de dolor y miedo, las neuronas son sus raíces que dependen las una de las otras. La energía solar que nos llega es atrapada por las plantas, sin las plantas no tendríamos energía. Duermen durante la noche, se comunican a través de moléculas volátiles, los sonidos de las raíces, el infrasonido con frecuencias muy bajas y que no los oigamos no quiere decir que no existan. Todo vibra y produce sonido. Tienen sensores auditivos diferentes a los de animales y hombres. Tienen memoria para reconocer quién les hizo daño, son como animales sin movilidad. La flora que habita las dunas tiene una flor blanca que mide menos de un centímetro, sus pistilos son amarillos. En cada viaje las observo con morbo, todas tienen algo exótico que me conmueve. Acabo de encontrar un nido en un palo seco que tiene palos verdes y descubro que es el palo fierro. Está hecho con varitas, pelusas, plumas, vainas, hojas y flores secas, no le entra ni aire, ni agua, ni luz . Vi a su huésped, era un pájaro amarillo de tamaño pequeño.

  Don Francisco me dijo que las pinturas rupestres de San Francisquito están pintadas con las raíces rojas del matacoras. Las algas y los corales son analogías del sistema circular. El palo fierro es un árbol que nace de un árbol seco, ya lo había dicho, creo. Es un tronco seco que avienta una rama verde para que sea otro árbol. Los dos conviven juntos. Cuesta trabajo encontrar dónde está el vivo y dónde está el muerto. Lo he visto florecer sólo una vez en veinte años, sus flores son lilas, es un ave Fénix. El lomboy rojo me fascina por su forma de neurona. No sé qué descubrí primero, si los dibujos de neuronas del científico y artista Santiago Ramón y Cajal o el lomboy. El copal es excitante, quiero tener uno en el jardín de Tijuana. La choya es extravagante por sus espinas que asemejan alfileres dorados, parece una lámpara. Los tallos del matacoras son corales negros, he aprendido a distinguir cuáles son los más resistentes a estar cerca del mar. El cirio ha respondido maravillosamente pero crece lento. Me excitan las formas del copal con sus flores que le brotan de un brazo a otro brazo más delgado, y son rojas. Algunos parecen corales amarillos, negros, verdes, humo cenizo, limón, verde olivo. Se secó el torote donde me hice más de tres autorretratos. Las semillas son minúsculas, durmientes, esperando un suceso para que germinen, para adaptarse al lugar y aferrarse a la vida, al espacio, una piedra, la ayuda de una fricción, el chubasco de un huracán, pienso en Tolkien y sus árboles hablantes, caminantes o amenazantes. Vi un pajarito buscar comida o material para su nido sobre las algas secas, se mantiene volando sin moverse del lugar y aguza la mirada hacia la arena y se deja caer para salir victorioso, también viene todos los días un colibrí a buscar cenizas en la fogata. Sólo alcanzo a ver las algas en la marea más baja del mes, salen a la superficie colgando del fondo hacia arriba, son lianas que guardan muchos peces y larvas de plancton. Son tan largas y fuertes que pueden ahogar a una foca, lo sé porque Tony y yo rescatamos una; fuimos hasta ella en el kayak e hizo contacto con nuestros ojos y lo festejó saliendo una y otra vez del agua para darnos las gracias. La simbiosis de las dunas y las plantas: me intriga el tiempo y el espacio en el cuerpo de la planta, aunque se considere que una planta no tiene cuerpo.

  El tiempo imaginario nació para unir la gravedad y la mecánica cuántica. En Guerrero Negro, la referencia del tiempo son sus dunas que nacen y mueren transformando la geografía. Juego a medir dunas bebés con los perros. ¿No es maravilloso? Esto me ocupa varias horas al día. Es una tarea muy difícil la de medir dunas nacientes, debo tener cuidado de no destruirlas. Una vez vi una bebé duna en forma de corazón. La erosión también tiene un sonido, acabo de leer que durante las tormentas de arena en Marte, por su escasa gravedad, los granos saltan unos sobre otros cien veces más alto y diez veces más rápido que en la Tierra. La casa parece que se va a ir volando. Me senté a ver cómo un águila desollaba un pescado arriba de un cardón. A un lado de mí había un palo fierro y descubrí que era el hogar de una liebre, la tenía decorada con semillas de dientes de león, hojas secas y espinas. El olor de la gobernadora es excitante, te guía por el desierto, pero la reina es la choya, es intocable, esculturalmente peligrosa con capullos amarillo rojizos, de su flor nace otro brazo. ¿Cómo muere una planta gigante?, ¿por sed?, ¿por alguna enfermedad?, ¿por frío?, ¿por un huracán? Pienso en las escenas que existieron y que no quiero detallar: la imagen dolorosa de mi padre muerto a la orilla de su cama en un charco de sangre, el aire entrando por la ventana que da a un jardín que se bifurca. Él amaba las plantas y las sembraba para degustarlas y admirarlas. Nos arrepentimos, esperamos, tememos y amamos con las imágenes, lo dice Berger. También dice que estas emociones, guiadas por nuestra capacidad de razonamiento, proporcionan la energía para convertirlas en imágenes y utilizarlas con fines creativos, morales y políticos.

  No voy tras la moralidad de Charles Scamoon Melville, el biólogo mataballenas, pero busco sus rastros: fue contemporáneo de Herman Melville, el creador de Moby Dick, los dos llevan el mismo apellido y de alguna manera los dos tuvieron que ver con el dolor de los cetáceos. Ya había escrito esta pregunta pero vuelvo a hacerla: ¿los dos llegaron a conocerse? Scamoon Melville dejó un libro con los dibujos de los órganos de ballenas y una larga tipología de cetáceos, existe hasta un un feto de ballena y aquí es donde me nace apoderarme creativamente de la imagen del genio y artista sueco Lennart Nilsson para crear un feto de ballena con el proyecto “A child is born”. “Soplo a la vista”, una frase de júbilo para los cazadores de ballenas. Scammon Melville, el biólogo, y Herman Melville, el escritor, cazaron ballenas, uno por aventura y otro por dinero y poder. Soplo a la vista, gritaría muchas veces Scammon Melville, como una encarnación de un Ahab (escrito por Herman Melville), observando, dibujando, escribiendo, matando ballenas, descuartizándolas parte por parte con una gran sierra, sujeta por dos hombres de cada lado, que cortaba la carne en círculo y separaba la grasa.

  Los dos cazaron ballenas, tienen que entender mi descubrimiento. ♠

Angélica Escoto (Tijuana, 1967) es una artista multidisciplinaria,  cuyas piezas autobiográficas, conceptuales, documentales y de archivo estructuran narrativas visuales sobre el origen, la existencia y la identidad. Actualmente escribe una novela visual para hablar de la “ontología del objeto” en la frontera y la simbiosis con su obra. En ella utiliza el registro de objetos de “segunda” y un archivo donado por Richard Cerrutti, un geólogo nacido en San Diego, California, quien descubrió el fósil de un mastodonte y los objetos o herramientas que revelaron que una especie de Homo primitivo estuvo presente en Norteamérica hace 130 mil años, o sea, 100 mil años más de lo que se tenía documentado. Su obra ha sido publicada en diarios y revistas de España, Francia, Alemania, Estados Unidos, Argentina, Venezuela y México. Ha publicado los libros Ellas no bailan solas (2020), y Las ruinas circulares (2018). Su obra ha sido publicada también en el Archivo Vivo, Primer mapeo de Artistas Visuales en Baja California, México (2021), Mujer en Latinoamérica (2019) Migración (2017) y Rendija (2014). Puedes conocer más del trabajo de Angélica Escoto en su website.

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