Eso que permanece

 

 

por Irma Paredes

 

Alguien en Canadá extrae fibras de pelusa de su ombligo y las pega al cuerpo sudoroso de su amante después del sexo. El amante guarda las fibras húmedas en una bolsa de plástico cada vez que no alcanza el orgasmo y la esconde en su mesa de noche. Las fibras se acumulan hasta formar una bola blanca y mojada. La bola de pelusa pierde humedad conforme la relación se va apagando. Cuando la relación acaba saca la bolsa de plástico con la pelusa seca, la envía a Europa y la expone al mundo. 

  Lo conocí en vacaciones de verano. Me dijo que en su casa había una plaga de alacranes. Capturó uno y me lo dio muerto en un frasco de vidrio. El alacrán amarillo aún conservaba el aguijón pero le faltaba una pata. Cuando regresé en las vacaciones de invierno él ya se había mudado. Durante un año, cada mes, saqué el alacrán del frasco para tocarlo y comprobar que era real.

  Cuando una austriaca comenzó a estudiar biología pensó en clonar a su primer amor. Él tuvo un accidente en motocicleta y ella tomó una costra de una de sus heridas. El miedo de  perder a su primer amor acabó con su relación de tres años. Es probable que nunca haya intentado clonarlo, pero guardó la costra durante veintisiete años. La costra, café y rugosa, se exhibe en una caja de Petri.

  Estuve una semana en una competencia de biología en Cuernavaca. Rompí la orilla de un tubo de ensayo durante una práctica de laboratorio. Al recoger un pedazo del tubo me encajé el vidrio en el costado de la mano. Mi compañero de laboratorio me lo quitó y lo guardó. Al año siguiente nos vimos en una competencia en Monterrey y me regresó el vidrio envuelto en una esfera de plástico. Aunque no lo volví a ver, llevé el vidrio en mi bata de laboratorio a cada competencia.

  Un frisbee de plástico azul, con la cara de un alien morado, de ojos amarillos. Su dueña asegura que expulsa “energías negativas” y que su exnovio debería ser golpeado en la cara ( ¿con el frisbee? ) cuando tenga otra de esas “ideas fantásticas” al elegir regalos. 

  En nuestro día de descanso comprábamos discos y libros de segunda mano. Un día que no pude acompañarlo me trajo una edición en inglés de Papillon con pasta blanda. Al abrirlo cayeron a mis pies decenas de mariposas y polillas secas. Tomé las alas con unas pinzas para colocarlas de nuevo hasta que coincidieran con cada sombra y mancha que habían dejado entre las hojas. Al acabar, cerré el libro. Así permanecerá en mi estantería, cerrado.

 C se mudó al departamento de K en Berlín. Pasaron un par de meses y a K le ofrecieron viajar a Estados Unidos durante tres semanas. C se quedó. Cuando volvió K, C le dijo que se había enamorado de una chica cuatro días antes de su regreso. K la echó de su casa y C se fue de vacaciones con su nueva novia durante catorce días. K compró un hacha azul y destrozó cada uno de los muebles que C había dejado en su departamento. Entre más muebles cortaba mejor se sentía. Conservó el hacha como instrumento de terapia.

 Cuando decidí que debíamos separarnos comencé a coser una cobija con retazos de sus boxers viejos. La cobija de cuadros azules, blancos y grises era pequeña y pesada. La puse en la casa de nuestras perritas para que no extrañaran su olor. Él nunca fue a visitarlas. Ellas mordieron la cobija hasta convertirla de nuevo en retazos.

 Los que fueron sus suegros le regalaron una muñeca de porcelana. Junto con la muñeca pálida de vestido azul y cabello rubio venía una carta en la que explicaba que su nombre era no-me-olvides. Envió la muñeca a Croacia. Siempre los recordará.

 Es probable que yo nunca visite el Museo de las Relaciones Rotas, pero podría enviar alguno de mis objetos. Cada uno expuesto en una vitrina con luz artificial, y una nota al pie que los identifique, colocados en la sala junto a la costra, la pelusa o el frisbee. Tal vez alguien los mire y nombre eso que permanece.

Irma Paredes (Ciudad Obregón, 1986) es maestra en administración y madre. Ha sido parte de talleres literarios de crónica y ensayo creativo organizados por Relatos del Puerto y El Septentrión.

Déjanos un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*