Primeros días de rock: Top 10 de La Armada Invencible, de Antonio Ortuño

 

por Antonio León 

 

1

La adolescencia es el terreno perfecto para enamorarse del metal, ambos asuntos son un melodrama. En los dos casos todo es de vital importancia: la playera negra, el Aqua Net en cantidades industriales, cierto aire provocador de manitas cornadas y encontrar el amor en un bar horrendo al que, de manera semanal, acuden las bandas locales a consagrarse. Aún existen reportes de melenudos que utilizan la frase Marca mi número, es el 666 para intentar ligar.

 

2

Aquí hay un cabrón al que le dicen el Mustaine, como al de Megadeth, parte de la trinidad fundacional del trash metal. En los últimos años, Megadeth se ha dedicado a reunirse y divorciarse. Nunca le avisan a Dave Mustaine.

 

3

Una de las cosas que aman los metaleros es hacer listados del tipo «Los diez mejores discos del power metal», «Las cinco bandas que han definido el black metal técnico» o «Los cinco álbumes del olimpo del folk metal», versión sin teclados, nomás porque no existen sintetizadores en la Tierra Media.

 

4

El camino hacia el triunfo: sonar en el extranjero. El anhelo por la trascendencia y la consagración mueve a los protagonistas de la historia. Cruzar hacia otro continente, hacer explotar las cabezas de los parroquianos del ruido. Recuerdo la época de las revistas como Banda Rockera y La banda elástica, las crónicas acerca de grupos de rock nacionales que lo hacían en grande en países tan lejanos como Guatemala y Belice.

 

5

El músico es un trance. La tocada es su punto de redención o su sobredosis de naturalismo franciscano. Existen, por ejemplo, bandas de metal para maristas.

 

6

Yulian estuvo ahí: dispuesto a decirte que tú qué vas a saber de rock, chamaco pendejo. También estuvo Alberto Davila, mejor conocido como El Barry. Todos con fuego de mercurio en las venas, todos con ganas de patear el trasero de las buenas costumbres. La estructura de La Armada Invencible cabalga entre el narrador testigo —Yulian— y los efectos de una entrevista, con breves paréntesis narrativos en los que se relata el origen mismísimo de la vida en sus efectos sonoros: una especie de estado de la realidad a partir del mito de Beatles y un tándem conformado por Ozzy Osbourne, Metallica y Megadeth. Es el momento de este texto en que ustedes, zentennials, se ponen a buscar en Spotify.

 

7

Transmetal, la banda Death Metal de Yurécuaro, Michoacán, aparece en estas páginas. En el bautizo definitivo del sincretismo metalero con el danzante conchero que no pierde una cita con la Virgen de Guadalupe.

 

8

Esta es una novela de primeros días de rock: decidir —con la vida enfrente— los primeros covers que han de tocarse, la canción ideal para iniciar el aporreo de instrumentos musicales viviendo horas extra, hormonas que hacen ping pong, salidas de bandera de la rutina, salas de ensayo, fidelidad de amigos y cierto tufo a Benadrex con refresco de toronja.

 

9

Los rockeros no tienen sentido del humor. Pero la Armada Invencible es una novela divertidísima. Antonio Ortuño pone al servicio de este entramado de headbanguing y madrazos al piso tanto su prosa sin amarras, marca de la casa, como su propio historial de baqueteo desmedido y horas escuchando a monstruos caliciformes de estadio como Motorhead o Iron Maiden.

 

10

El tiempo es real y se mide en metaleros adultos que buscan un hueco en la rutina para ir a un ensayo. El tiempo se mide al frente del concierto, al son de los primeros gritos. O en el cielo los guitarrazos densos. La nostalgia puede ser el más ingrato de los ejercicios a los que nos entregamos en el tiempo libre. Nuestras bandas están muertas o en retirada. La música de la radio, de los clubes, del mundo entero es una mierda. Nomás nos quedan nuestras viejas y pinches canciones, dice el Barry.

Antonio León (Ensenada, Baja California) escribe poesía y crónica. Es editor de poesía en la revista El Septentrión y autor de los libros Busque caballos negros en otra parte (pinosalados) :ríos, dentro de la colección Ojo de Agua, editada por CETYS Universidad y Consomé de Piraña, editado por Carruaje de pájaros y el Instituto Sinaloense de Cultura en el 2020. En 2016 fue el ganador del Premio estatal de literatura (poesía) en Baja California, con el libro El Impala rojo. En 2018 fue becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico en la categoría Creadores con trayectoria. Actualmente se desarrolla en promoción de la lectura y la promoción cultural universitaria y es parte del equipo organizador del encuentro Tiempo de Literatura, en Mexicali.

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