por Valentina Sorani
Soy acompañante de aborto.
Formo parte de Siemprevivas, una colectiva feminista. Mi trabajo consiste en brindar información a las personas que quieren abortar de forma segura, aun cuando es ilegal para el Estado (1). ¿Cómo? A través del uso de fármacos como el misoprostol, un procedimiento recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Ser acompañante es un trabajo de tiempo completo: nunca sé cuándo voy a recibir un mensaje de alguien que pida información o una llamada que busca apoyo incondicional.
Cada acompañamiento es único y tiene su propio grado de dificultad. La mayoría de las veces se trata de personas que ya tomaron La Decisión y alguna amiga o conocida les recomienda hacerlo de esta manera, con una acompañante que esté al pendiente de ellas. Otras, las menos, aún no están seguras. A ellas les pedimos que mediten y que recuerden que son expertas de su propia vida, que nosotras no podemos aconsejarlas al respecto.
Y, finalmente, existen los casos terribles, esas llamadas a las que no me acostumbro, en donde La Decisión pasa a segundo plano, y la conversación gira en torno a la historia que las llevó a tomarla. Mientras escucho del otro lado de la línea comienza mi ansiedad: mareos, migraña, temblores. Trato de lograr que mi cabeza no reproduzca la escena que me describen como si se tratase de alguna de mi propia vida. Trato de no imaginar ese olor, esas manos y ese cuerpo ajeno, violento.
María es esa historia para mí.
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Preparación: toallas sanitarias nocturnas, compresas para el dolor, infusión de jengibre o hierbas calmantes.
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María es hija de un pescador. Durante la mayor parte de su vida, convivió con él dos veces al año cuando el mar lo traía de vuelta.
A los dieciocho se fue a Mexicali, la capital del estado, a estudiar psicología. Consiguió un trabajo de medio tiempo para solventar sus gastos. En el primer semestre de la carrera, entre la escuela, el trabajo y los amigos, llegó el embarazo de Rosa, su hija, y un fuerte dolor en la espalda baja.
Compartió la noticia al pescador y a su familia por teléfono:
—Apá, ¿qué cree? Van a ser abuelos.
—¡¿En serio?! Ay, mija —gritó, mientras en el fondo se escuchaban risas de emoción.
María suspendió sus estudios, encontró un trabajo y regresó a Ensenada a parir. Decidió ser madre.
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Procedimiento paso uno: Mifepristona 200 miligramos de vía bucal. Esperar treinta y seis horas.
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A casi una década de esa nueva vida, ocurrió aquella fiesta de la que ella no puede hablar. La negación es una ausencia en la mente, un laberinto que construimos en cuatro paredes, pero cumple con una función de supervivencia: olvidar el dolor.
La cara del agresor es borrosa, no recuerda su ropa y mucho menos su nombre. Un amigo de un amigo, un poco de alcohol, una oportunidad de control, una consecuencia.
María no le contó a nadie, se calló por vergüenza para no escuchar las sentencias que ella misma hubiese emitido. Hizo lo que la mayoría: negación, silencio, culpa.
Cinco meses después de la fiesta, los dolores de espalda regresaron, ella sabía su significado: algo crecía en su vientre. María tomó La Decisión, este embarazo no tendría futuro.
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Paso dos: Ibuprofeno 800 mg. Esperar cuarenta y cinco minutos.
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En Baja California es ilegal abortar.
Aunque existen causales específicas y normas oficiales mexicanas, acceder a un aborto por la vía legal es casi imposible. El caso Paulina es un vivo recordatorio de ello: negación, silencio, culpa y como resultado, una niña violada de trece años pariendo un hijo por obligación.
El aborto legal es difícil, pero se puede abortar de forma segura.
Las brasileñas fueron las primeras en descubrir que uno de los efectos secundarios del misoprostol (o miso) era provocar un aborto espontáneo. Este medicamento, que sirve para las úlceras gástricas, se puede encontrar de venta libre en la mayoría de las farmacias por menos dinero de lo que cuesta llenar el tanque de un carro rascuacho.
Después, las francesas desarrollaron la mifepristona, otro fármaco que en combinación con el miso tiene 95% de efectividad. Para abortar está el combo amigas: mife y miso.
El procedimiento para abortar es como una receta para hornear un pastel de cajita. Los microgramos son la cantidad de harina que utilizas, el tiempo entre las dosis es lo que el instructivo dice que debe permanecer en el horno. El tiempo que tarda cada quien en expulsar es comparable con el número de vueltas que da un batidor en cada mezcla.
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Paso tres: Misoprostol 800 mg vía bucal, se puede repetir la toma hasta lograr la expulsión.
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María me llamó un jueves, quedamos de vernos al día siguiente en la fuente de bodegas de Santo Tomás. Llegó con una hoodie negra con capucha. Aunque la sudadera era de su talla la recuerdo como si la envolviera por completo. Un capullo negro con ojos brillosos y llenos de ojeras.
Le expliqué el procedimiento, los efectos secundarios, le aseguré que estaría pendiente del teléfono a cualquier hora. La acompañé a tomar el microbús a su casa.
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Síntomas de alerta: Dolor intenso, temperatura, llenar más de cuatro toallas sanitarias nocturnas en menos de media hora.
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María estuvo embarazada dieciocho semanas y cuatro días. Decidió abortar un sábado a las tres de la mañana para que su hija estuviera dormida y no le pusieran falta en el trabajo. Lo hizo sola pero acompañada, en su cuarto, sin otra cosa que ocho pastillas de Misoprostol y, para el dolor, una pastilla de Ibuprofeno. Expulsó sin complicaciones.
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Cuidado post aborto: hacer una prueba de embarazo (casera) después de tres semanas, estar al pendiente de cambios de olor y color en la menstruación.
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Volví a ver a María seis meses después. Nos citamos en el mismo lugar, pero en otra esquina de la fuente. Casi no la reconocí, tenía una camiseta blanca de manga larga y el pelo planchado.
Me contó que había retomado la carrera, quería hacer una especialidad en derecho.
Casi al final de la reunión me atreví a preguntarle:
—¿Qué hiciste después del procedimiento?
—Me fui al mar.
(1): Este texto se escribió antes de que el aborto se despenalizara en Baja California en octubre del 2021, convirtiéndose en el quinto estado a nivel nacional en conseguirlo. Actualmente, puedes abortar en casa o en el hospital, si buscas asesoría o acompañamiento puedes llamar a Siemprevivas: Red de Acompañamiento Autónomo (646) 29 285 86.
Valentina Sorani (Ensenada, 1994) es física, feminista y acompañante de aborto. Ha impartido talleres y conversatorios para adolescentes en temas de educación sexual y violencia de género. Actualmente, participa en dos colectivas feministas al mismo tiempo que es maestra de matemáticas de nivel secundaria.
Descarga el PDF de La historia de mi vida en el siguiente link:
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