A BRIEF HISTORY OF MODERNIST PAINTING
Los días que estuvimos sentados en una terraza,
viendo pasar el otoño, y me decías: no hay nada de malo
en imaginar que existen los ovnis, en soñar que somos
actores de cine, en recitar nuestras líneas ante un auditorio
que parsimoniosamente brilla por su ausencia. En un cuadro
hay un tipo que arremete de cabeza contra una muralla,
una silla del porte de la sala que la exhibe y un letrero
que dice salida sobre todas y cada una de las puertas
para entrar y salir de este museo. Hay actores haciendo
una larga fila para pagar la entrada. Hay actores vestidos
de guardias y vigilantes. Niños actores estallan en llanto.
Madres después de meses de estudiar sus líneas
gritan desesperadas. Alguien recuerda
que debe sacar su teléfono y llamar al cuerpo
de bomberos. Alguien sufre un estudiado vahído.
Estallan en el momento preciso las murallas de cristal.
Disfrazados contra las llamas aunque parecieran
disfrazados para una guerra bacteriológica
hombres con balones de oxígeno y máscaras antigases
comienzan a sacar a las primeras víctimas que más
bien parecen estar siendo detenidos después de tomar
parte en una manifestación contra el gobierno
que también está compuesto de actores que han estudiado
concienzudamente su papel. Entremedio de toda esa batahola
nosotros respiramos hondo y dejamos salir el aire de los pulmones
contando nueve pasos al exhalar, sentados en la posición del loto
según nos indicara el Apuntador sin que nadie se diera cuenta
escondido como estaba en su traje de gallina
mirándose detenidamente delante del espejo.
COSAS QUE UNO PIENSA CUANDO DEBERÍA ESTAR TRABAJANDO
Cuando tenga que decirle a mi viejo que tiene Alzheimer
quiero que esté leyendo el diario. Quiero sentarme
con él y leer el Arte y Letras. Ojalá que nos
estuviera dando el sol, ojalá que fuera verano
y las hojas se traslucieran con la luz
para leer la siguiente página
sin dar vuelta la hoja.
Ojalá estemos en la casa,
ojalá que no sea una de esas visitas
de médico que me sirven para no
perder el acento y firmar los papeles
de la herencia. El día que le tenga que
decir a mi viejo que tiene Alzheimer
espero que haya jubilado y haya vaciado
mi librero con esa plata derrochada.
No se entrega el cinturón de los pesos pesados
sin dar una pelea. De lo que conozco
él la viene dando desde los trece
cuando decidió que sería más
redituable vender bolsas de plástico
en la feria que llegar hasta sexto
humanidades. El resto, un montón
de fotografías con personajes que ahora
no tienen nombre y un calendario
que se repite como si el viejo
fuera un Nietzsche de clase
media, aburrido por sobre todo
de andar con el encendedor prendido.
Y en la boca los cigarrillos apagados.
COYOACÁN
Si la casa de Trotsky no fuera
lo que es hoy en día y no cobraran
lo que cobran en la entrada,
nada de esto hubiera sido necesario.
Si el manifiesto por un arte independiente
no se hubiera firmado en esa casa de Coyoacán,
donde Trotsky recibiera a Bretón y los guías
turísticos no tuvieran que mencionar a la amante
del antiguo jerarca, si no hubiera escrito
sobre el gran organizador de las derrotas,
si Álvaro Corbalán no hubiese sido condenado
a tres cadenas perpetuas, nada, absolutamente nada de
todo esto hubiera sido necesario si yo no hubiera
visitado aquella casa en compañía de las personas
con que la visité y el asesino no hubiera llegado
hasta el mismísimo escritorio del enemigo mortal del
estado soviético si los guardias hubieran hecho su trabajo,
si los juicios de Nuremberg, si la tercera internacional,
si Neruda no se hubiera llevado a Siqueiros y no cobraran
lo que cobran en la entrada, si la bolsa de comercio no
formara parte de una conspiración internacional
orquestada por las grandes corporaciones y los
medios de comunicación pagados por esas mismas
corporaciones, si el patrón oro fuera la moneda de cambio
que adoptara todo el mundo y las niñas se durmieran temprano,
si los chicos malos fueran malos de verdad y los buenos
ni tan buenos: nada de esto hubiera sucedido, nada de esto
le importaría a nadie y los turistas no tendrían que visitar
otro museo alejado del centro de la ciudad donde se supone
que habría vivido el amante de una famosa pintora mexicana.
Cristián Gómez O. (Santiago de Chile, 1971). Poeta y traductor. Ha publicado, entre otros títulos, Alfabeto para nadie (Ediciones Fuga, Santiago, 2008), La casa de Trotsky (La isla de Siltolá ediciones, Sevilla, 2011), La nieve es nuestra (Ediciones Liliputienses, Cáceres, 2012, Ediciones Luces de Gálibo, Málaga, 2015) y El libro rojo (Ediciones Aparte, Arica, 2023). Tradujo los libros Cosmopolita (Ediciones Liliputienses, Cáceres, 2014) y Ciudad modelo (Ediciones Liliputienses, Cáceres, 2018), de Donna Stonecipher, la antología Yo solía decir su nombre, de Carl Phillips (Ediciones Aparte, Arica, 2022) y de Mónica de La Torre compiló y tradujo Feliz año nuevo (Ediciones Luces de Gálibo, Málaga, 2017). Junto a esta última, publicó la antología Malditos latinos, malditos sudacas. Poesía hispanoamericana made in USA (Ediciones El Billar de Lucrecia, D.F., 2009). Fue miembro del International Writing Program, de la Universidad de Iowa, y Writer in Residence en el Banff Center for the Arts, en Alberta, Canada. Es profesor de literatura latinoamericana en Case Western Reserve University, en Cleveland, EE.UU., donde también reside. Co-dirige, junto a Edgardo Mantra, la editorial de poesía en traducción 51GLO V51NT1Dó5, de México.