por Antonio León
La segunda tarde del Encuentro Internacional de Danza Contemporánea Entre Fronteras llega con un aire de familia: estudiantes que participan en los talleres durante la mañana regresan al teatro universitario para las actividades vespertinas, también hacen su entrada profesores, grupos de amigos, bailarines de la ciudad y de las compañías invitadas, así como aficionados que cada año acuden a este llamado de la danza. Son un grupo de rostros que seguiremos viendo los siguientes días en este espacio.
Un elemento que regresa este año, después de no haber figurado en el programa de las ediciones postpandémicas de este evento, es el Entreé Danse. Se trata de una intervención preliminar en la que se presentan piezas dancísticas breves o aquellas con elementos del happening y el performance, planteadas para espacios no convencionales. En esta ocasión, Regina Brassea, una bailarina de casa, es la encargada de esta parte del programa con la pieza breve que lleva por título Semilla.
Antes de entrar a la sala, integrantes del Colectivo Pausa en Movimiento nos dan instrucciones para una serie de ejercicios interactivos del espectáculo. Se nos invita a compartir palabras e ideas complejas que aludan a rasgos de identidad mexicana, mismos que serán proyectados en una pantalla durante la función. También hay una serie de indicaciones acerca de pelotas de masa dispuestas en algunas butacas que formarán parte de la pieza.
Mediante estas instrucciones se nos invita a la convención reflexiva de la danza, uno de los rasgos más importantes de este trabajo del Colectivo Pausa en Movimiento, de la Ciudad de México. La interpelación a la memoria y a las redes del público será una constante: somos participantes de la pieza, colaboramos de una manera afectiva en este mapa, en este entramado de líneas, texturas y movimiento. Paula Retchman, la maravillosa bailarina que ejecuta este unipersonal, lo enfrenta desde los recueros de una infancia que ha dejado en el camino a los abuelos migrantes y a los trayectos que nunca terminan. Los recuerdos personales elaboran líneas discursivas y dejan más preguntas al centro de la escena. ¿Qué hace una niña rubia en un país alejado de Europa del Este?, ¿en qué barco ha viajado su manera de ver el mundo?
La bailarina arriba a la escena, alejándose del chantaje sentimental de la partida y el homesick del que han hablado tantos artistas. Lo que aquí ocurre está plagado de elementos lúdicos y de la belleza más juguetona que recordamos sobre un escenario. Se nos pide que lancemos las pelotas de masa, que al interior contienen grupos de palabras, y en ellas detonan momentos de improvisación.
Sobre el escenario, los músicos Leika Mochán y Cris van Beuren se suman al cuadro con sus instrumentos. Guitarra y voz en diversas capas tratada con efectos de sintetizador, con reminiscencias al trabajo de artistas como Lucrecia Dalt, Helado Negro y Juana Molina. Tonadas que incluyen tratamientos contemporáneos a boleros mexicanos y canciones de la Costa Chica de Oaxaca y Guerrero, que nos conectan directamente con las historias de infancia, de padres y abuelos que llegaron de otra parte y escribieron una nueva historia en un paisaje que hicieron propio. ♠
Fotografías de Armando Ruiz
Antonio León. Maneadero, Baja California. Poeta y cronista. Es editor de poesía en la revista El Septentrión y autor de los libros Busque caballos negros en otra parte (2015) :ríos (2017), Consomé de Piraña (2019) y Drowner (2021). En 2016 fue el ganador del Premio Estatal de Literatura de Baja California, en la categoría de poesía, con el libro El Impala rojo. En 2018 fue becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) en la categoría Creadores con Trayectoria. Actualmente, se desarrolla en el ámbito de la promoción de la lectura y promoción cultural universitaria. Es integrante del equipo organizador del encuentro Tiempo de Literatura, en Mexicali. Cuaderno de Courtney Love (y otros poemas), editado por pinos alados ediciones, es su libro más reciente.