Un encuentro con Marianne Ramírez

FOTOGRAFÍAS A CARGO DE SOFÍA GONZÁLEZ

 

La mayoría de los mortales que no nos dedicamos a la enseñanza no pensamos en las dificultades de educar, no comprendemos realmente sus implicaciones. Y si hablamos de enseñar arte, podemos agregar, además, la sensibilidad necesaria; quien lo enseña no sólo memoriza y muestra datos importantes, obras, técnicas, sino que también nos recuerda que el arte, al igual que la ciencia, es una manera de aproximarse a explicar la vida.

  Para las primeras generaciones de egresados de artes plásticas en Ensenada, el nombre de Marianne Ramírez es sinónimo de historia del arte por sí mismo.

   Nos reunimos en un café del centro para realizar la entrevista, aunque Marianne lleva años en Ensenada sigue siendo puntual, justo a las 5:03 entró por la puerta del café, después de un caluroso saludo y con nuestros té y café, continuamos la conversación:

—Sofía González

—¿Cómo inició su interés por el arte?

—Yo creo que soy como Obélix [personaje de ficción francés]: caí en la poción mágica de niña, por mi familia: mi padre era evaluador y subastero de obra de arte, mi mamá también era muy aficionada, entonces toda mi infancia fuimos a museos, iglesias, castillos. Además, los amigos de mis papás eran pintores, anticuarios; siempre he estado bañada en este ambiente.

—¿Cómo fue que llegó a Ensenada?

L ’amour, l’amour [risas]… cuando terminé mis estudios de historia en La Sorbona, yo me quería especializar en historia medieval, quería cortar el cordón umbilical, aprender alemán. Además era una niña cursi a la que le encantaban las películas de Sissi, y fui a Viena a aprender alemán (los alemanes son muy buenos en historia medieval), y ahí me encontré a un mexicano. Se me olvidó el alemán, aprendí español y llegué a un país donde no hay Edad Media.  ¿Y por qué Ensenada?, porque mi esposo es de Mexicali, se había ido de joven a estudiar a la Ciudad de México, y ya cuando llegaron los hijos, decidimos cambiarnos, huir de la contaminación. Por el clima decidimos no ir a Mexicali. Llegamos a Ensenada hace 36  años.

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—¿En qué momento supo que se dedicaría a enseñar arte?

Fue un poco por casualidad: yo estudié historia, después trabajé un tiempo con mi padre en su oficina de antigüedades y subasta, y cuando llegué a México, fui maestra de historia en el Museo Franco-Mexicano. En Ensenada di clases de francés privado y en la Alianza Francesa, y después me invitaron a dar un diplomado de historia del arte en Extensión Universitaria, luego se abrió la escuela de música. Ernesto Rosas me invitó a dar clases de historia del arte, así que ya me cambié de giro, y aprendí mucho, porque no es lo mismo ser aficionado al arte que enseñarlo.

–¿Por qué considera importante enseñar y aprender arte?

—Soy historiadora de formación, por lo que a mí me gusta saber por qué vivimos en un mundo como este, por qué están estos edificios, por qué pensamos de tal manera, por qué hacemos las cosas. Es nuestro bagaje cultural e histórico: si uno no conoce sus raíces está totalmente desubicado; yo creo que es muy importante conocer nuestras raíces, entender por qué hay tales edificios y tales otros, por qué aquí no hay catedrales góticas, pero sí hay otras cosas. Es la manera de ubicarnos, de entender en qué mundo vivimos.

— ¿Qué ha sido lo más difícil de enseñar arte?

—Para mí personalmente lo más difícil fue el arte contemporáneo, porque sí había tomado varios cursos tanto en Extensión universitaria, con una maestra de la UNAM, que me abrió la mente a lo que no conocía, como en CEART para entenderlo. Y porque ahí era donde vivían mis papás, enfrente había una galería de arte contemporáneo, gente conocidísima exponía ahí, me acuerdo de Soto, Arman, gente relevante, íbamos mis hermanos y yo, y nos reíamos como locos, «¿Qué son estas cochinadas?» pensábamos [risas]. Entonces esas clases me ayudaron mucho, y también enseñarlo, para abrirme la mente.

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—¿Cuál ha sido su mayor obstáculo en su carrera  como maestra?

—Cuando los alumnos no tienen sensibilidad artística –y éste no es el caso de los músicos, porque he dado clases a músicos y en artes plásticas—, pero sí cuando estás frente a muchachos que no reaccionan; uno les presenta una obra y no hay reacción, ni a favor ni en contra, ni siquiera decir «no me interesa», nada, y  bueno, yo les trataba de hacerles ver cuál es el misterio, el interés de una obra, pero fue muy raro. En los once años que estuve en la UABC, uno que otro, a veces al principio los que no habían tenido ningún contacto con obra de arte no veían mucho el caso, pensaban que la historia era aprendérsela de memoria, y no se trata de eso sino de aprender a partir de las obras.

—¿Cómo se pueden mejorar los factores para aprender y enseñar arte?

—Exponer, exponer a la gente a obras de arte. Es importante sobre todo exponerlos desde chicos. Entonces aplaudo el hecho de que tengamos CEART, pero ojalá que hubiera más galerías y pudiéramos tener obras de calidad más alta. Por ejemplo, en Tijuana en el CECUT hubo una exposición maravillosa de obras clásicas…

—De manera general, ¿cuál es su opinión sobre la escolaridad artística de Ensenada?

—Yo no sé si en primaria o secundaria se les enseña, no recuerdo que tuvieran clase de arte, yo veo que ahora, a lo mejor, hay más, justamente con las clases para niños en escuelas de arte, de música, academias; y eso es excelente, antes en Ensenada no había nada.

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—¿Alguna anécdota que desee compartir sobre clases y arte?

—Hablando sobre los hijos que uno lleva al museo, mi papá en París nunca nos llevaba a nada, solamente durante las vacaciones nos llevaba a iglesias, castillos, pero un día, yo no sé por qué, un jueves en la tarde que no teníamos clase, mi papá me llevó al Louvre, y le dije: «Oye, papá, es que tengo una fiesta de una amiga», y pues en aquel entonces uno no discutía lo que decía el padre, así que fuimos al Louvre. Recuerdo que mi padre se paró durante unos cinco o diez minutos (a mí se me hicieron eternos) frente a un retrato de un clásico, de un viejo gordo, panzón, feo —todavia me acuerdo, tendría yo nueve o diez años—, y me empezó a contar que este señor era rico, que tenía muchos periódicos, e influencia política importante, a través de sus periódicos; y entonces que el burgués se veía satisfecho, pues llegó a la cima, y ahí con su panzota y su reloj… cada vez que veo este retrato me acuerdo de ese momento.

— ¿Algún consejo para los amantes del arte?

—Ir a exposiciones, en CECUT [Tijuana] y en San Diego hay buenas exposiciones, ir a Los Ángeles. Yo recomiendo a la gente de Ensenada que se vaya un fin de semana a Pasadena al Museo Norton Simon, tiene la mejor clase (calidad) de pintura europea que puedan ver en toda la costa oeste de Estados Unidos; es hermoso el museo, obras que realmente valen la pena, o el Getty, que también es bueno, pero no tiene obras de gran calidad.

 

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