TRES POEMAS DE JORGE ORTEGA

                                                         

                                                          AVISO DE INSOLVENCIA

Recursos de qué arte para escribir de otro modo lo mismo. Cierto, no he probado todas y cada una de las formas que podrían conducirme noche tras noche a un nuevo alumbramiento, pero tampoco es preciso intentarlo por la altiva encomienda de eludir la redundancia si, desde aquí ⸺este anodino papel sin brillo⸺, puedo sentirme cómodo al hablarte. No pediré luz verde para levantar una tienda en la cuneta donde la ocasión sorprenda a la palabra, eslabón perdido entre la comunión y el desencuentro, el pronóstico y la proeza. Si no permanezco ahí, si elijo la excepción, perderemos repentinamente la frecuencia que nos une, esa frágil zona de intercambio en la que el deseo es por una vez al menos un poderoso acorde capaz de estremecer las piedras blindadas por el sol. Déjame, pues, errar el tiro al decantarme por la senda ya tomada, el camino allanado, siguiendo como un sabueso el rumbo sugerido por la profecía de la ceguera o la ignorancia del empecinamiento. No está quizás en mí pregonar de una manera jamás vista la furtiva prosodia del delirio que sube a la cubierta del texto y arrastra consigo algas marinas, pulpas abisales, resabios de una brecha incorregible. El animal de la sangre impone su dictado. Recursos de qué arte para desviar las aguas. Dispongo sólo de un lápiz para no vacilar y decir tu nombre sin evocar la muerte, para alumbrar la noche sin encender el bosque.

 

 

 

 

                                                          AUSENCIA DE TESTIGOS

Escarcha de luz casi nieve en las temblorosas hojas de un jardín que otra mañana restaura con su arado de claridad. No hay algo inusitado bajo el fulgor creciente o el sembradío de cosas sometidas por la mirada como un acostumbrado dominio. Picos, jorobas, picas; láminas combadas y conos invertidos: formas apaciguadas con la batuta omnipotente del guardador de rebaños. Los tambores del alba despiertan o enmudecen como una parvada, un banco de peces que cambia drásticamente de dirección. Es la magnética aguja del caracol que rige y orquesta desde el suelo el torrente de los elementos ⸺pensarán algunos. Pero desde su faro de Alejandría el ojo-interruptor pone también a raya los dragones de la incandescencia y las panteras de la sombra. Sonríen sobre el asfalto charcos de plata sucia. Y ese feliz destello, igual de momentáneo que una estrella fugaz, rompe el cascarón de las inercias y muestra la destilación de un milagro.  

 

 

 

 

                                                                    SOBREMESA

No retire de nuestra vista, señor camarero, los despojos del combate, objetos cuya disposición mantiene a raya el orden del cosmos. Los platos salpicados de migajas, la tetera vacía, el cuenco de mostaza. Olvídelos ahí, tal como están. Ellos le dan sentido a la palabra más allá de toda despedida, cuando el sol claudica en los dinteles y el ocaso eclipsa una cita a la que ya ninguno acudirá. Hemos venido al mundo para ver arder la cornamenta del día. Su brillo persiste en las pupilas a fin de aluzar el secreto holocausto de la oblea en el tablero de las debilidades. El rastro de las consumiciones encamina al banquete de las cenizas, esa provincia sin nombre en la que los senderos se intersectan antes de arañar el cielo. Oh frescura perenne, cima de la jornada donde la concordia de los convidados encarna una forma de altitud, un viso de perpetuidad. Cualquier pacto es posible. El hambre ha quedado atrás y resta sólo hablar hasta que la siguiente botella libere su última gota de convencimiento. Nadie saldrá de aquí pensativo o cabizbajo. Tampoco en busca de la luna o afinando el oído para consultar entre las antenas y los edificios el tenue oráculo de las nubes. Las viandas borran la cauda del deseo y dejan sobre la plaza del mantel la memoria de una antigua travesía: sobras, partículas, boronas; cáscaras miliares que invocan un origen y conducen al sueño de otro comienzo. ♦

 

 

Jorge Ortega (Mexicali, Baja California, 1972) es poeta y ensayista mexicano. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha publicado una docena de libros de poesía en sellos editoriales de México, Argentina, España, Estados Unidos y Canadá, entre los que destacan Ajedrez de polvo (tsé-tsé. Buenos Aires, 2003), Estado del tiempo (Hiperión, Madrid, 2005), Guía de forasteros (Bonobos, México, 2014) y Devoción por la piedra (Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, 2011; Mantis, Guadalajara, 2016), con el cual obtuvo en 2010 el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines. Poemas, reseñas y artículos suyos han aparecido en variados medios literarios de Iberoamérica, tales como Letras Libres, Nexos, Quimera y Revista de Occidente, así como en otros del mundo anglosajón: Bulletin of Hispanic Studies, The Black Herald, The Bitter Oleander, World Literature Today, Poetry International e International Poetry Review. Su trabajo poético ha sido traducido al inglés, francés, chino, alemán y portugués, y forma parte de diversas antologías de poesía mexicana reciente. Desde 2007 es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México.

 

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