Woergas: el espectáculo de la vagina que canta

 

 

 

por Lucía Treviño

 

 

1

Llegó el circo al pueblo de Jocotepec. Recorriendo todo el país, tenían el hábito de detenerse en los poblados más pequeños. Se llamaba Rivera, y era un circo de calidad decente, con algunos numeritos perversos. A los niños no les daban permiso de acudir. La dueña era una loca con ideas siniestras. Pero se decía que los acróbatas estaban muy cabrones, volaban como pelícanos, giraban como nubes en tormenta. El circo Rivera venía de algún lugar de la costa de Veracruz, de un pueblititito que nadie conocía y al que nadie quería volver. El padre de la dueña, don Rufino Rivera, había muerto de un ataque al corazón, apenas tenía cuarenta y tantos años. Y Rivera, como se hizo llamar ella, quedó a cargo del circo a los 23. Rivera fue una niña sumamente sensible; en sus diarios de niña, describía su tristeza como una adulta, y su desesperación como una ansiedad sexual constante, y sin embargo, a sus ahora cuarenta años, seguía siendo virgen. Por mucho que se masturbara, el acto no contaba como penetración, ella sentía, o eso es lo que describía en su diario, que así, masturbándose, poco a poco, dejaba entrar a la realidad a su cuerpo, sin que su alma fuese violentada.

2

—Jefa, se me hace que la Vagina se enfermó.
   —¿De qué, Chucho?
   —Gripa, no deja de toser.
   —Pero no le afecta para seguir con el show, ¿o sí?
   —Lo que pasa es que se anda convulsionando con tanta tosedera, entonces puede que sí…
   —Que la sustituya la Tabla o la Negra, ¿ya les preguntaste?
   —Ninguna quiere, la Tabla dice que ni de chiste le sale, y la Negra dice le caga ese numerito.
   —Pero a ninguna le estamos preguntando, esa es la chamba que se tienen que aventar y punto. Que hagan un volado, es más, dile que la que lo logre se va de vacaciones un mes, y muy bien pagadas.
   —¿Y qué hacemos con la Vagina?
   —Llévatela al doctor, usa la troca del Fuerte, o que los lleve él, o depende como la veas, si no, mejor vayan por algún doctor de la ciudad y tráiganselo, lo que sea que cueste, porque si es neumonía o una chingadera de esas puede salir peor… pregúntale a la Vagina si está como para andar en carretera, si no, te vas a Guadalajara y ahí guguleas un buen doctor o doctora, y trátela por lo que pida.

3

Rivera, cuyo verdadero nombre es Diamela, creció en el circo. Tuvo una nana que era su mamá, porque su madre, una chilena, huyó a los pocos años de su nacimiento. Tara Trapecio, así le decían a su mamá, aunque se llamaba Soledad, y era un as en el trapecio, y también una contorsionista impresionante, tenía el cuerpo fuertísimo, y una risa que hacía retumbar al universo, o así es como Rufino la describía. Y Tara Trapecio se cogía a todo el circo, mujeres y hombres, pero eso a Rufino le daba lo mismo, es más, pensaba que hasta mejor, que así se le iba curtiendo el sexo a su mujer, la que había sido una niña abandonada en un burdel de Veracruz. Cuando Tara Trapecio huyó, dicen que se recorrió varios pueblos hasta dar con el paisaje con el que tanto soñaba y entonces logró su cometido: matarse. Era tal cual lo que pasaba en sus sueños, porque tenía un cuaderno en donde los apuntaba todos. “Soñé otra vez con lo mismo. Estoy caminando por una larga vereda y lo único que pienso es que me anda por volar, como si de verdad pudiera hacerlo, volar, entonces veo a lo lejos un precipicio que da hacia el mar, es demasiada la altura como para sobrevivir a la caída, pero como estoy tan segura de que voy a volar, comienzo a caminar cada vez más rápido, troto y luego corro hasta aventarme. Me despierto en el aire”.

  Se supone que Tara Trapecio se lanzó de un acantilado, se ahogó y después apareció en un periódico, que por alguna razón le llegó a don Rufino. En realidad, fue porque montó un escuadrón hecho por sus mimos y payasos para buscarla en internet. Tampoco fue como que los enviara a recorrer el país, si no que creó una carpa con computadoras y wifi, y los puso a rastrear toda información que pudiera relacionarse con la muerte de Tara, hasta que dieron con la nota. Don Rufino mandó a comprar una impresora, imprimió la nota, la enmarcó, se encerró en su carpa. El circo quedó varado en el pueblo de Mapimí en Durango. Después de un mes de estancia en ese lugar, el circo improvisaba nuevos números, daba por terminados los actos demasiado temprano. Un día, salió Don Rufino para avisarle que era momento de seguir con el show. Pareció que terminó aceptando la muerte de Tara. Esa misma tarde cayó fulminado por un ataque al corazón, fue enterrado en la zona de silencio de ese lugar, por órdenes de Rivera. El circo continúo con su trayecto.

4

  —Nos mandó la jefa.
  —Ni se acerquen que ando con calentura.
  —Mira tú Tabla, la Vagina anda con calentura.
La Tabla se quiso reír pero rápidamente se hizo un silencio incómodo, provocado por el ataque de tos de la Vagina. Las tres sabían que su tos no era cualquier tosecilla. Aclarando la garganta les preguntó:
   —¿Qué quieren?
   —Tienes que explicarnos tu numerito hediondo— dijo la Negra.
   —¿A las dos?
  —Mira, ninguna de la dos queremos hacerlo. Nadie en su puta vida quiere ser una puta Vagina que canta, pero tenemos que. Nos vamos  a turnar para después podernos ir a la chingada de aquí.
   —Pero ya se lo saben, ni modo que no.
   —Yo tengo años sin verte— dijo la Tabla— la neta me da un poco de asco.
   —¿Asco? Pero si eres bien lencha, Tabla. Todo el circo sabe que te la pasas viendo porno lésbico, y sobre todo que está bien enamorada de la Negra.
    —Ya cállate, Vagina, explícanos y ya— dijo la Negra.
   La Vagina tuvo un fuerte ataque de tos que duró un par de minutos. Las otras dos se vieron a los ojos, después la Negra recorrió la carpa, viendo con detenimiento los diferentes labiales sobre el tocador, las pastillas, una foto de la Vagina de niña con un perro.
    —Lo primero que tienen que hacer —dijo la Vagina, después de darle un trago a un vaso con agua— es agarrar un espejo, abrirse de piernas y verse su vagina, y rasurarse toda la pucha. Al menos que quieran cambiar el numerito a la Vagina barbuda…—se quiso reír pero luego se acordó de algo— ¿Es cierto que tienes la vagina güera? —le preguntó directo a la Negra.
    —¿Quién te dijo?
    —El Fuerte.
    —No mames que te estás cogiendo al Fuerte…
    —Cállate, Tabla. Tengo vitíligo, pero no en todo el cuerpo, tengo vitíligo en la vagina.
La Tabla y la Vagina se carcajearon hasta que la Vagina comenzó a toser otra vez, y cada vez más fuerte.
    —Vergas, Vagina, te vas a morir— dijo la Tabla.
    —¡Cállate!— vio la Negra a la Tabla directo a los ojos.
    —Bueno, ya, tampoco es para tanto, dizque van a traer a un doc, en eso anda tu jaino, se supone que el Fuerte fue por él… —comienza a toser, le toma otra vez al vaso con agua hasta terminárselo, las otras dos no le quitan la mirada de encima— el caso es que se van maquillar como puedan, como quieran, aquí cada una haga su personaje, que les quede bien chula su condenada vagina… ¿Saben cantar? ¿Tu Negra?
    —Más o menos, en inglés me sale mejor.
    —¿Tabla?
    —No muy bien, pero me dijo la jefa que podía recitar mis poemas— dijo la Tabla.
    —Vergas, ¿escribes poemas?
    —Cállate, Negra, no la ves, apenas y puede expresarse y la avergüenzas.
   —Si tienen brillitos y no son alérgicas, se llenan toda la pucha de brillos, agarren esos botecitos que están ahí… usen colores rosas fluorescentes, un delineador negro que no se corra, que sea contra agua, porque luego ni se dan cuenta pero como que te puedes calentar y hasta te corres—la Tabla soltó la carcajada, la Negra la volteó a ver con odio, la Vagina continuó—. Alrededor de los labios vaginales con el delineador rojo o rosa se marcan bien la pucha, después se hacen unas chapitas redondas con un rosa, y arribita, se pintan con negro un par de cejas, delgaditas, al estilo de los años 20, con algún lunar debajo, o bueno, eso es lo que yo hago.
   La Tabla y la Negra comentan sobre el maquillaje. La Vagina se suelta tosiendo. La Tabla le sirve más agua y se la pasa, la Vagina aclara la garganta.
   —Ahí en esa mesita, en el cajón, adentro, hay unas hojas en donde tengo escrito un guión. Antes lo seguía con punto y coma, después de Mapimí empecé a improvisar. Pero es como la historia que me inventé que es que de donde viene la Vagina, cómo fue su infancia, sobre el sexo, a veces la llamo la sonrisa vertical, y así. Como estás tapada de la cintura para arriba, la neta no da tanta pena, ni al principio, pero sí se siente un aire como metiéndose entre la vagina y el culo… El Fuerte es el que pone la música, son como 15 minutos de introducción, en lo que el público, que la neta normalmente son puros batos, pero se los tienes que dar para que se calmen porque están viendo a una vagina hablarles y los calienta y al mismo tiempo los hace cagarse de risa. Después comienza la música, y son otros veinte minutos cantando, con un par de descansos. Si quieren escucharla antes pues ahí está, si quieren usar otras canciones pues grábenlas, si quieren inventarse su propio numerito, recitar poemas, lo que quieran pues háganlo.
    —No puedo creer que voy a hacer esto— dijo la Negra
    —Ni yo…
    —No es para tanto, la neta se van a cagar cuando vean las propinas, neta, el bato más humilde te lo da todo con tal de seguirte viendo.

   La Vagina se suelta tosiendo, la Negra y la Tabla se despiden de lejecitos y salen de la carpa con las hojas, unos botecitos con brillos y un par de labiales rojos.

5

Habría que decir lo obvio, aunque sea parte del cuento: la Vagina se volvió la vagina desde que entró al circo. Una mujer reprimida, recién casada, recién divorciada, dicen que mató a su ex esposo, que llegó con unos huevotes a cantársela a la Rivera, que le dijo “mira nunca he trabajado en un circo, pero tengo un numerito que ni tú y ningún circo han visto en su puta vida”.
   Desde que la Vagina se enfermó, Woergas, el acto más popular del circo, quedó amenazado. Terminaron titulando así al número de la vagina, en lugar de sólo describirlo como el espectáculo de la vagina que canta, pues escucharon a un joven del público decir “Woergas”.    Y lo dijo en voz alta, genuinamente sorprendido pues era la primera vez que veía a una vagina cantar. Imagínense, decía al salir del show, una mujer de la cintura para abajo desnuda, con la vagina maquillada, abriendo y cerrando las piernas, diciendo una cuantas palabras sobre su vida, el sexo, el amor, el orgasmo y después que se pone a cantar: “qué hiciste del amor que me juraste, y qué has hecho de los besos que te di, y qué excusa puedes darme si fallaste y mataste la esperanza que hubo en mí / y qué ingrato es el destino que me hiere / y qué absurda la razón de mi pasión / y qué necio es este amor que no se muere y prefiere perdonarte tu traición…”. Desde entonces lo titularon Woergas: el espectáculo de la vagina que canta. Rivera mandó a hacer un letrero en neón rojo para colgarlo al fondo, se prendía y apagaba según el momento del show. El público, en su mayoría hombres, gritaban Woergas, cada vez que la vagina se quedaba callada.   Pues cuando gritaba, lloraba, gemía, cantaba, o reía todos estaban estupefactos.
   La Vagina original murió a las pocas semanas. El doctor de Guadalajara le dijo que tenía neumonía, que debía ser hospitalizada. Pero la Vagina no quiso decir nada de su diagnóstico, ni irse al hospital, ni salir del circo para tratarse nada. Le dijo mentiras al Fuerte, a la Rivera, a Chucho, a la Negra y a la Tabla. Estas últimas lógicamente continuaron con el espectáculo, es más, hasta la Rivera les mandó a hacer escenarios distintos para cada una. Lograron darle su propio estilo al numerito que se terminó volviendo tan importante para ambas. A la Negra se le ocurrió que su vagina podía hacer un show de stand up, le decía que era muy chistosa y la idea le vino cuando se tomó ese mes de vacaciones que le terminó dando la Rivera, y se fue a la Ciudad de México y allá vio que todo mundo hacía numeritos de comedia, y se volvían famosos y hasta aparecían en Netflix. Y la Tabla se fue más por la declamación de poemas, y monólogos filosóficos, en donde, claro, incluyó un extracto de la muerte de la Vagina, la original, y era curioso, porque hablaba de la muerte de su compañera y la muerte de su propia vagina. Decía que desde que se expuso así, su propia vagina al aire y a la fama, esa parte de su cuerpo la sentía más poderosa y más muerta que nunca.
   Dicen que vivir en el circo vuelve lo absurdo normal, y lo normal en absurdo. Que la muerte es lo más normal, y que la vida es lo más absurdo. Ahora la Rivera ha llegado hasta las ciudades, y es un verdadero exitazo, en especial esos numeritos de la Vagina Güera, aunque nadie sabe que es de una mujer mulata, y de la Vagina Muerta, en donde nadie creería que una mosca muerta está dejando ver hasta el fondo de su pucha. Incluso los padres de familia están llevando a sus hijos, en las ciudades grandes creen que los niños y las niñas deben acercarse desde pequeños a la naturaleza de todo tipo de realidades, y al disimulado pero evidente absurdo.


Nací en 1983, crecí en la ciudad de Mexicali, y digo que soy cachanilla. Escribo desde niña, pero la neta nada bueno. Como hasta los veintitantos me animé a tomar al toro por los cuernos, o sea, a estudiar literatura y a ver si así dejaba caer unos cuantos filtros de ignorancia, y unos cuantos más de miedo. Aunque buscando la segunda intención terminé un poco más asustada, salí de lo que sea que viví y entonces pude sentir menos miedo. Trabajo como correctora de estilo, y también como maestra. Pienso que todo es chamba, nuestro lugar en el mundo y en la realidad, etc, y que por lo pronto, no hay tanto por lo cual celebrar, pero que al final se puede disfrutar estar vivo (en la medida de lo imposible).

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