Las fronteras más íntimas

 

 

por Lola Ancira

 

Nora de la Cruz

Orillas

Paraíso Perdido y la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Jalisco, 2018, Guadalajara, 93 pp.

 

Orillas es el primer libro de cuento de Nora de la Cruz (Estado de México, 1983) y está conformado por siete cuentos ambientado en los alrededores de la Ciudad de México.

  Con un lenguaje coloquial y voces realistas, de la Cruz hace a un lado la marginación y estigmatización de la pobreza para mostrar su esencia: voltea la mirada a lo que se suele disimular a través de la indiferencia, hacia aquello que se prefiere lejos, oculto. 

  Nos muestra límites espaciales pero también cognitivos e ideológicos, le otorga una voz a lo silenciado e ignorado; construye al otro, al señalado, arrojando luz a su figura: visibiliza, particulariza a través de relatos íntimos para reconocer la discriminación. 

  En estas vidas en la periferia encontramos pobreza, mediocridad, exclusión, abandono, un marcado machismo, orfandad, incesto, embarazos no deseados, clasismo y racismo, así como la negación de los mismos habitantes a estar en dicho espacio, lo que desemboca en realidades crueles e impactantes que, por lo general, están sumidas en una densa miseria de la que les resulta casi imposible librarse, pero que asumen —con cierta dignidad— como propia.

  Algunos de estos cuentos remiten a la infancia o a la adolescencia, misma que linda con la adultez. En estos límites entre las diferentes etapas de la vida, que muestran las disparidades entre los cuerpos, existen tramas enfocadas en las primeras veces —la menarca, entrar a un nuevo nivel educativo, conocer el mar—, lo que remite a cruzar márgenes o límites —lo mismo involuntariamente que por procesos naturales— que representan una incertidumbre: la división entre dos de las infinitas caras de la vida.

   De la Cruz logra que nos reconozcamos en sus personajes a pesar de cualquier diferencia, tanto en quienes encuentran el valor para atravesar una frontera y lograr modificar su destino como en quienes abrazan sus desgracias más dolorosas.

  El cuento «Veracruz» usa la fotografía como extensión de la memoria: una familia viaja por primera vez a la playa y los recibe un norte; la madre se muestra evasiva y el padre intenta crear lazos que él mismo deterioró. El tiempo que la protagonista espera para revelar las fotografías que tomó durante dicho viaje está sumergido en la expectativa, hasta que recibe las impresiones y encuentra muestras tangibles de la decepción que los acompañó en aquel paseo.

   «Primer día», otro de los cuentos, refiere a los supuestos peligros que acechan en una escuela para adolescentes en la que ser nuevo es, en sí, una amenaza. Demuestra que cada quién decide de qué miedos ser presa y refleja el poder que ostentan el lenguaje y la imaginación a través de los prejuicios. 

   En «Misión: Cuba», dos hermanas pequeñas investigan a su padre después de que éste anuncia que visitará dicho país, pues comienzan a pensar que se debe a una «misión secreta o intriga internacional» debido a sus vínculos con el gobierno. La protagonista expresa: «Pensé que tal vez así funcionaba el mundo del espionaje: cambiando los nombres de todas las cosas para darles una identidad secreta». El enigma abierto de esta historia centra la fuerza de la trama en el recuerdo vívido de cierta situación que marcó su infancia.

   «XV» nos muestra cómo, a pesar de las diferencias ideológicas, culturales y generacionales entre una misma familia, el linaje es responsable de gran parte de la identidad, misma que parece desvanecerse en quienes se alejan de sus raíces. En esta historia, una adolescente atraviesa la frontera de Estados Unidos para reunirse con su familia materna en un pueblo mexicano: este periplo se convierte, inesperadamente, en una revelación íntima.

   «Progreso», cuento publicado previamente en la antología Lados B de Nitro/Press en 2016, se centra en los traslados en autobuses, peseros y combis entre la Ciudad de México y el Estado de México, en esas grandes distancias que dividen los sitios de trabajo o estudio de los hogares, lugares tan disímiles como sus habitantes. Dicha situación culmina en la personalidad escindida del protagonista: cierta parte de él permanece en la intimidad de su población mientras porta una careta para desenvolverse en un ámbito por completo opuesto y al mismo tiempo permanece en un constante traslado que troca en un tercer sitio, ése donde abandona una parte importante de su existencia.

  Las experiencias de algunos de los personajes de Orillas contrastan cuando tienen la determinación de cruzar sus límites o cuando son forzados a hacerlo. El resto no conoce nada más y se atiene a cumplir su papel conforme las circunstancias se van desarrollando. 

     Estas páginas, permeadas por tintes autobiográficos que remiten a los años de formación de la autora y a la nostalgia por cumplir los deseos —idealizaciones imposibles que dejan un regusto más reflexivo que amargo— incluyen un agradecimiento en el que de la Cruz afirma que «la escritura es siempre colectiva», una aseveración exacta respecto a un arte que se conforma tanto de la literatura en sí como de la experiencia propia.

 

Lola Ancira (Querétaro, 1987) es licenciada en Letras Modernas en Español por la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha escrito ensayos, cuentos y reseñas literarias para medios electrónicos e impresos como Tierra Adentro, Laberinto, El Cultural, La Jornada Semanal y Punto de Partida. Es autora de Tusitala de óbitos (Pictographia Editorial, 2013) y El vals de los monstruos (FETA, 2018). Fue becaria del Fonca y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Sus cuentos han sido publicados en diversas antologías.

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