peinados de otra época en un bar para no ser nada.
para entrar en la parte ambiental como quien deja enfriar el café.
la mueca de una camarera que sirve un vaso
con la historia congelada en sus movimientos.
es todo nuevo y viejo a la vez.
hay una fascinación por empujar la materia
hasta los bordes de su lectura.
nadie observa los mejores detalles:
el juego de dislocar aquello
que cumple una función a su renta
para no pagar de más esas torceduras
en las caras menos familiares. fuman.
se trata de poner en relieve una minoría
pero solo para que el paisaje sea sustentable.
un imperio puede ser un pequeño error en una escena
que sale en primera toma.
así: colonizar cualquier juicio sin proteínas o arder
en una pila de cartas mal enviadas
§
edificios y manos.
a veces el ojo no es más que eso
a través del enrejado.
el puente deja caer un tren
donde el desierto ya no habita.
cada maletín con su cartel en órbita. sin reconocerlo.
a punto de encontrarse en un parlante con forma de girasol.
lo real se pincha con escarbadientes
(miro toda la sustancia del blues en una foto de
fred mcdowell. campera rosa & blanco. camisa
oscura. sombrero oscuro. pequeño) y puede
contradecirse en la sartén del bien y el mal.
es solo una imagen congelada. el funeral de la nieve.
no podría haber venganzas sobre ello.
qué puede regir sobre lo que no tuvo ley? tal vez
algunas frutas del recuerdo o ciertos aparatos
que descansan la corriente de venas y arterias.
es un barrio donde nadie recuerda nada.
no habrá cortejo si no sale en la televisión
§
agridulce. el diario en la barra de un bar.
doble campera. nieva. de noche. la mesa
es otro vidrio donde los codos de una clase
reconocen sus caras más cansadas.
tapizado azul. taxis dealers
llevan carteles de películas de mafias.
se dicen nombres. pagos. progresos. tiempos.
todo esto es una forma de traficar
las habilidades para distinguir un pomo de mayonesa
y uno de kétchup.
la corrupción está desde más temprano.
en el diseño de las palabras. en
la arquitectura de los hogares a leña
que abrigan los mejores cerebros.
doble propina para que vea cómo
los sueños aún pueden perseguirse
con algo más de inversión en francotiradores
—Diego L. García
Fotografía de Hugo Fermé
Diego L. García nació en Berazategui, Buenos Aires, en 1983. Es Profesor en Letras, por la Universidad Nacional de La Plata. Escribe crítica y poesía. Entre sus libros figuran Fin del enigma (Ediber, 2011), Esa trampa de ver (Añosluz, 2016), Una voz hervida (Jámpster e-books, 2017, Chile) y Una cuestión de diseño (Barnacle, 2018), (Fotografías) (Zindo & Gafuri, 2018). Forma parte de la antología de poesía latinoamericana País imaginario: escrituras y transtextos 1980-1992 (Ay del Seis, 2018, Madrid). Se publicó en Bolivia una selección de su obra titulada Modo Arcade (Electrodependiente, 2019). Colabora en diversas revistas literarias con reseñas, traducciones y artículos críticos. Los poemas que aparecen en esta selección forman parte de Las calles nevadas (Barnacle, 2020)