¿Y si fuera yo de quien hablan?

 

 

Vuelo 734 de Volaris

 

Si algún pasajero equivocó este viaje

se encuentra en toda libertad de bajar,

repite tres veces una voz grave y mecánica

en el avión con los motores encendidos,

el combustible cargado.

De otro modo –aclara– nos acompañará

a destino hasta el final.

¿Y si fuera yo de quien hablan?

A mi lado no hay nadie, solo enfrente

un joven de cachucha roja

con un libro en la mano.

¿Y si ningún pasajero debiera

haber tomado este vuelo?

 

 

Metamorfosis

 

Me encuentro sin encontrarme en la casa de campo

de mis padres. Los sobrinos esperan a romper

la piñata de Superman repleta de Pelón Pelo Rico,

paletas De la Rosa o chocolates M&M.

Los músculos me duelen por la resaca, pero no tanto

como a Superman en cuanto desayunemos.

Pobre Superman: su tragedia nos traerá dulces a todos,

reiremos de su desgracia, nos empujaremos unos a otros

por el generoso regalo que nos ha dado al caer vencido

como un dios destazado entre muecas de felicidad

para formar parte del mundo en el bote de basura.

 

 

Selfies

 

No me agradan los adictos a tomarse selfies,

siempre fotos de sí mismos como si necesitaran

verse todo el tiempo con diferente paisaje.

No creo en su enamoramiento personal,

ni que dure, ni que importe, ni tampoco creo

en su carisma de platos rotos. Algún día despertarán

engullidos por su propio yo, atascados en el mismo

rostro aunque se trasladen al fin del mundo.

Algún día todas las selfies juntas, una sobre otra

no serán más que una sola selfie infinita

que documenta el deterioro.

 

 

Hay un yo lírico encerrado en todo esto

 

Persiste en la derrota y en el triunfo,

se deja acariciar por extraños y muestra los colmillos

ante la crítica más severa, ante los modosos reseñistas.

No le agradan las fastuosas revistas de moda,

aunque le encanta ganar algunos pesos si se los ofrecen

con cortesía. Hay un yo lírico escondido en todo esto

que hace de las suyas en contra del poema inacabado,

de la estructura fragmentaria y de la hemodiálisis

a la que se someten los versos de laboratorio.

Hay un yo lírico encerrado en todo esto, a veces

persigue al joven de la pizza, a la niña de los volantes,

al carnicero que lo mira con desprecio,

afilando su cuchillo prosódico.

Hay un yo lírico encerrado en todo esto:

alguien sospecha de sus motivos ocultos,

las pistas que va dejando

tras de sus crímenes.

 

 

Considerado

 

Una raqueta para matar mosquitos

reposa inerte sobre la cama.

Ya me han picado dos

y no quiero electrocutarlos,

ni a los que vienen.

No, porque su vida es corta,

porque mi sangre

está en ellos

y ahora viaja.

 

                                             —Carlos Vicente Castro

 

 

 


Fotografía de Hugo Fermé

Carlos Vicente Castro (Zapopan, 1975) es autor de Carcoma (Écrits des Forges y Paraíso Perdido), Apócrifos + Circo + Un edificio en construcción (Mantis Editores y Secretaría de Cultura de Jalisco) y Late night show (disponible en Poesía Mexa).

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