Inténtelo

No siempre es fácil reconocer las voces de autoridad que emergen en nuestros sueños: doctores, padres, maestros, tareas que se nos imponen en la vigilia y en el sueño con la extenuante misión de comportarnos y hacerlo todo bien. La narradora Ana Fuente nos presenta un sueño y un relato sumamente descolocadores acerca de algunas de las voces de autoridad que se inmiscuyen en nuestros sueños. 

–Maricela Guerrero


 

 

Once semanas

Te sostuve entre mis manos un buen rato sin saber qué hacer. Formé con las palmas un capullo a sabiendas de que no volvería a tocarte nunca y que tú, que conocías mis entrañas mejor que nadie, jamás estarías cerca de mí otra vez.

  Entre la curiosidad y el miedo, me debatí un rato entre examinarte y dejarte ahí, en casa de mi hermano, a diez mil kilómetros de mi hogar. A solas, en mitad de una noche de julio, la sangre caliente seguía recorriendo mis piernas para formar un enorme charco carmesí en la losa blanca del piso del baño. Tú, que habías abandonado mi cuerpo aquella noche sin otro aviso que una dolorosa punzada, permanecías en mis manos.

  Aunque quise, no pude nombrarte en voz alta. Tampoco pronuncié un adiós. Imaginé a alguien entrando por la puerta para decirme qué debía hacer contigo, con eso; alguien que me explicara cómo carajos se despide una de lo que no alcanzará a ser, de lo que no conoció y, a pesar de todo, de lo que es suyo.

  Nadie llegó.

  En ese limbo oscuro donde sólo alcanzaba a vislumbrar el retrete y mis dedos temblorosos, ahí, sin más, te solté. El llanto que hasta ese momento había logrado contener, también se soltó.
Tiré de la cadena.

  Ibas a nacer en invierno. Te ibas a llamar Emilio.

Sueño

A menudo sueño con edificios altos. A veces entro en ellos y los recorro en elevadores o escaleras, a veces permanezco afuera. Últimamente tiembla, se incendian o se inundan.
  En este caso, yo entraba a la Planta Baja y me encontraba de frente con el doctor G, mi ginecólogo. Amable y sereno como ha sido siempre, me llevaba a su consultorio y me pedía que me sentara en una silla frente a una mesa enorme. Mi tarea era armar un rompecabezas de pocas piezas (60 o tal vez 100) que me parecía imposible: el tema era el mar y todas las piezas eran idénticas.
  «Inténtelo», me decía cuando escuchaba mi desesperación en forma de groserías y mentadas de madre.
  Desperté sin haber logrado armarlo.
Actualmente
Estoy trabajando en una antología de cuento sobre la familia.
Sueños futuros
Una deliciosa carne en su jugo y unas gorditas de chicharrón prensado.

Ana Fuente Montes de Oca (CDMX, 1984) estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Fue beneficiaria del apoyo Jóvenes Creadores del FONCA en la disciplina de cuento. En 2018 publicó su primer libro Chicharrón de oso y algunos cuentos del fracaso en Fondo Editorial Tierra Adentro. En 2019 recibió el Premio Dolores Castro de Narrativa por La Ley Campoamor. Ha colaborado en revistas y antologías publicadas en México y el extranjero. Radica en Ensenada, Baja California.

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