Paestum
Soñé que preguntabas
si habría que pagar entrada
para viajar por la cuenca de los ríos
que dan al mar.
Vacío de góndolas y barcazas
austero como mi ejemplar
sobre los libros de Virgilio,
llegaría el recuerdo de tus ojos
con precisión ajenos
a la tristeza de los míos.
Para que te devolviera al mirar constante
sobre la tracería de la espuma
en pétalos variados
de las piedras de Posidonia:
sobre lápidas donde apenas se viera
la escritura de la ausencia
convertida en llanto para las islas.
Escribo sobre esos corredores
de agua en libretas de hojas amarillas
renovadas por el canto
de ámbar anillado:
hablo sobre la quietud desconocida
de la costa amalfitana
hasta olvidar los menesteres
del sufrimiento mortecino.
Rodeo con la cita de otras voces
la búsqueda de escasos tesoros:
un costurero con hebillas
hechas con fragmentos de ébano
y un peine tallado en hueso
por un preso que se consumía
en tierras de la Araucanía.
Traen la dulzura de frases
sujetas con hilos de colores
en una caja pequeña
donde caben almohaditas
con agujas ya enhebradas,
botones de nácar y susurro.
Nina Dipla
Continúa danzando en el espacio
que tiembla como el instante inesperado:
sube y baja de una silla
con el espaldar hacia lo alto,
sólo eso: la rampa provisoria
de la vida sin ventanas, intempestiva,
sin macetas
con la alegría antigua del mar
de lo invisible, con la fuerza feraz
dibujando la tenacidad del vacío
y en él la ternura que abren
las cuerdas de la belleza,
y todavía más atrás,
los alzamientos de algunas líneas
impulsadas por el color índigo
que ha seducido al violeta
para inspirarse en el torso de Isadora:
en su cabello celebrante
que se deja hamacar por otro cuerpo
que la embriaga mientras se escapa
y la atraen los alrededores de un par
de pies anchos como peces que nadan
sobre el Egeo, debajo de los brazos
dispuestos a amar aquello
que nadie toca: solo la crispada
emoción que por momentos
se parece al temblor que abre la soledad
en las asentaderas.
Mucho después llegará el desnudo…
cuando nadie lo advierta
cuando sólo sea un recuerdo a destiempo
de lo que ya ha ocurrido
para el relato abierto
en círculos sucesivos
de inermidad y sorpresa.
Tarantos
Esas líneas recuerdan el rastro
de una guitarra flamenca
con el aire trágico que dan los ecos
en tierra donde circulan
otros senderos del sonido
mientras se enciende
el nombre del Cabo de Gata
cuando la tarde pierde
el timbre último de las conversaciones.
Hacen escuchar el rechazo
junto a la antigua amabilidad:
modos con que acariciar
los bordes del silencio
hasta iluminar estaciones del ensueño.
Porque irrumpe el impulso del tiempo
en que saltan rotas
las frases de las únicas tres
cuerdas con que el Niño Miguel
va multiplicando la guitarra
entre rodeos musicales y alucinaciones.
Fotografía de Silvia Cedillo
Claudia Caisso, doctora en Letras por la U.N.R. e Investigadora Independiente del Concejo de Investigaciones de dicha Universidad en cuya Facultad de Humanidades y Artes dictó seminarios de grado y postgrado sobre Literatura e Interculturalidad. Publicó, entre otros libros: De vértigo, asombro y ensueño: ensayos sobre literatura latinoamericana (2005); Fiel de lides, poemas (2006); El tímpano de la epifanía, poemas (2009); Estudios de cultura y literatura latinoamericana (2014), Culturas literarias del Caribe (2015). Los poemas que aquí aparecen forman parte del libro Cuaderno del asombro (2022).