Tres poemas de Claudia Caisso

Paestum

Soñé que preguntabas

si habría que pagar entrada

para viajar por la cuenca de los ríos

que dan al mar.

 

Vacío de góndolas y barcazas

austero como mi ejemplar

sobre los libros de Virgilio,

llegaría el recuerdo de tus ojos

con precisión ajenos

a la tristeza de los míos.

 

Para que te devolviera al mirar constante

sobre la tracería de la espuma

en pétalos variados

de las piedras de Posidonia:

sobre lápidas donde apenas se viera

la escritura de la ausencia

convertida en llanto para las islas.

 

Escribo sobre esos corredores

de agua en libretas de hojas amarillas

renovadas por el canto

de ámbar anillado:

hablo sobre la quietud desconocida

de la costa amalfitana

hasta olvidar los menesteres

del sufrimiento mortecino.

 

Rodeo con la cita de otras voces

la búsqueda de escasos tesoros:

un costurero con hebillas

hechas con fragmentos de ébano

y un peine tallado en hueso

por un preso que se consumía

en tierras de la Araucanía.

 

Traen la dulzura de frases

sujetas con hilos de colores

en una caja pequeña

donde caben almohaditas

con agujas ya enhebradas,

botones de nácar y susurro.

Nina Dipla

Continúa danzando en el espacio

que tiembla como el instante inesperado:

sube y baja de una silla

con el espaldar hacia lo alto,

sólo eso: la rampa provisoria

de la vida sin ventanas, intempestiva,

sin macetas

con la alegría antigua del mar

de lo invisible, con la fuerza feraz

dibujando la tenacidad del vacío

y en él la ternura que abren

las cuerdas de la belleza,

y todavía más atrás,

los alzamientos de algunas líneas

impulsadas por el color índigo

que ha seducido al violeta

para inspirarse en el torso de Isadora:

en su cabello celebrante

que se deja hamacar por otro cuerpo

que la embriaga mientras se escapa

y la atraen los alrededores de un par

de pies anchos como peces que nadan

sobre el Egeo, debajo de los brazos

dispuestos a amar aquello

que nadie toca: solo la crispada

emoción que por momentos

se parece al temblor que abre la soledad

en las asentaderas.

 

Mucho después llegará el desnudo…

cuando nadie lo advierta

cuando sólo sea un recuerdo a destiempo

de lo que ya ha ocurrido

para el relato abierto

en círculos sucesivos

de inermidad y sorpresa.

Tarantos

Esas líneas recuerdan el rastro

de una guitarra flamenca

con el aire trágico que dan los ecos

en tierra donde circulan

otros senderos del sonido

mientras se enciende

el nombre del Cabo de Gata

cuando la tarde pierde

el timbre último de las conversaciones.

 

Hacen escuchar el rechazo

junto a la antigua amabilidad:

modos con que acariciar

los bordes del silencio

hasta iluminar estaciones del ensueño.

 

Porque irrumpe el impulso del tiempo

en que saltan rotas

las frases de las únicas tres

cuerdas con que el Niño Miguel

va multiplicando la guitarra

entre rodeos musicales y alucinaciones.

 

 

Fotografía de Silvia Cedillo

Claudia Caisso, doctora en Letras por la U.N.R. e Investigadora Independiente del Concejo de Investigaciones de dicha Universidad en cuya Facultad de Humanidades y Artes dictó seminarios de grado y postgrado sobre Literatura e Interculturalidad. Publicó, entre otros libros: De vértigo, asombro y ensueño: ensayos sobre literatura latinoamericana (2005); Fiel de lides, poemas (2006); El tímpano de la epifanía, poemas (2009); Estudios de cultura y literatura latinoamericana (2014), Culturas literarias del Caribe (2015). Los poemas que aquí aparecen forman parte del libro Cuaderno del asombro (2022).

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