¡No nos peinarán con vida!

 

 

por Mariño González

 

Cuando sus detractores querían molestar a la bandita estridentista —esos vagos de la palabra y los ferrocarriles, de los puntos muertos y el salitre enrojecido de misterios y relámpagos artificiales— les mostraban un peine gigante, como una burla al cabello de los poetas que hace más de cien años ya desafiaban las leyes de la gravedad, con las cabezas incendiadas, y respondían la ofensa con las plumas tintas en sonoras carcajadas.

[A mí los peines no me ofenden,
Como sí me ofenden los críticos
—Astétricos y tetrapágicos—
que interfieren con mi outfit.]

Las personas nacidas en 1977, Navidad y Año Nuevo del punk, somos también hijas pródigas de los años noventa, pues ahí habitamos adolescencias, juventudes y tempranas adulteces. En mi mundito imaginario, que a final de cuentas es mi cruda realidad, neónica y agónica, Antonio León es el último de los estridentistas; es decir, un gatito estridentista que araña las grietas de la percepción —esa chica pesada— con su garrita poética y un peinado excepcional.

[También soy la escopeta, dice,
Que dio el último beso a Kurt Cobain.]

De Antonio me gustan su implacable cabello y sus maullidos noventeros, sus risas y las melodías que impregnan cada uno de sus poemas: sus renglones asimétricos, sus pausas y sus malas intenciones. Si el viejo de los paracaídas y los paraguas se atravesaba con descargas eléctricas y se preguntaba por la eternidad de la poesía, los versos de nuestro querido Antonio León —frenemy del endecasílabo— son dulces balas instantáneas y deliciosas, inesperadas y siempre oportunas.

[“Como no hablo más que mi propio idioma
Nadie podrá comunicarse conmigo”,
bailaba la señorita Etcétera.]

Los poemas de Antonio León son la grieta que define al caos, esa página en blanco. Una grieta que dibuja caracteres de mundos en colapso y predice pretéritos en ilapso. De El Impala rojo y Consomé de piraña a estos Cuadernos de Courtney Love (y otros poemas), que presentamos hoy en la FIL Guadalajara, la poesía de Antonio es un vestido blanco que se desgarra a media fiesta, una canción que se detiene, abrupta, y notas que se desangran en ríos de rímeles negrísimos.

[“pensaría en otro registro”,
Manifiesta el poeta.
“si no se me hubiera roto la segunda persona”.
Hasta aquí la cita,
Punto y corchete.]

Leo estos cuadernos e imagino polaroids y tinieblas ocultas en colores pastel. Hijas del punk y primas del grunge: escucho los gritos de Érika Vexler:

[“George Bush madre contra Madame Hussein este es un ataque nuclear / repito / nuclear”.]

Ahora, con ustedes, un fragmento de “miss world”, del gran Antonio León, que, me parece, justifica mis dislates:

“la otra vez dije ser la chica y que yo miento,
miento y miento. la otra vez frente al establo
llamado paraninfo durante el academoceno.
el cabello en terrazas de colores, en tinte de
papel de china, las mandolinas del tórax sin
atinar de ficción. la fuente de sodas de aquel
lustro no tenía sitio para el tequila de plástico:
dijimos, sobre la piedra, que nuestro sueño es
poco necesario como el de cualquier especie
rota de origen y yo miento, miento y miento.”

A la bandita dadaísta, como los peines gigantes de los críticos de la estridentiada, la acusaban de revolucionaria, de hereje y dentista. Esto y más lo aprendimos las escritoras tapatías por nuestro llorado Ángel Ortuño, quien le tenía un cariño especial a Antonio León. Y traigo la nota a cuento porque, aunque las rebeldes no creemos en santones, estoy más que segura de que Antonio León representa para las nuevas generaciones de escritores lo que Ángel fue para las nuestras. Lo digo así, simple y herético, porque es la verdad. Lean estos Cuadernos de Courney Love y entenderán de lo que hablo. Por último, recuerden y guarden estas palabras de Antonio:

[“por disposición oficial del fin del mundo
prohibido fallecer antes de salir del closet”.]

Hasta aquí la cita, y no: no nos peinarán con vida.

Fotografía de Alan Levenson

Mariño González (Guadalajara, 1977) es periodista, escritora, música y dibujante. Fue reportera y editora de las secciones culturales de los periódicos Siglo 21 y Público y ha sido colaboradora de publicaciones como Mondo Cane, Replicante y Luvina, entre muchas otras. Es autora de Fútbol (una novela punk) (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2010) y de las colecciones de relatos Vietnam (Arlequín, 2005, 2011 y 2021) y Pésimas personas (Arlequín, 2014). Vocalista en Los Magones y guitarra en La Otra Banda Canceló. Durante el día coordina la comunicación de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y por las noches hace música en un garaje lleno de cables, perros y carteles subversivos.

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